La negación cambiará

Capítulo IV:Presentaciones.

Luego de la bienvenida, me dirigí al mural del pasillo que estaba justo al lado del Consejo Estudiantil. Allí solían colocar información importante: avisos, competencias, reclutamientos para los clubes, clasificaciones de exámenes y, lo que más me interesaba en ese momento, la distribución de los estudiantes de nuevo ingreso en sus respectivos salones.

Con algo de esfuerzo pedí permiso para abrirme paso entre el grupo de alumnos que se agolpaba frente al mural. Mientras trataba de alcanzar la lista, noté cómo una chica muy hermosa se colocaba a mi lado. Su presencia me sorprendió por su magnífica belleza, aunque en ese momento decidí no darle demasiada importancia.

Finalmente encontré mi nombre. Estaba asignada al Salón 1-4. Sin embargo, lo que hizo que mi corazón se detuviera un segundo fue lo que vi justo debajo: Matthew Grinfford.

—¿Esto es una broma? – susurré para mí misma, incrédula. No solo tendría que soportarlo en la Academia, sino que también estaría en el mismo salón. En ese instante deseé que la tierra me tragara.

—Míralo por el lado positivo, Gabriella. Al menos conocerás a muchas personas nuevas… –traté de animarme mentalmente.

Con paso firme me dirigí hacia el aula. Al abrir la puerta, lo primero que vi fue a Matthew, sentado como si nada ni nadie a su alrededor importara.

Inconscientemente solté un pequeño suspiro.

—Ignóralo, no le prestes importancia – me repetí en silencio, avanzando hasta un asiento vacío, lejos de los demás. Por el rabillo del ojo noté cómo Matthew me observaba con esa expresión arrogante que tanto me irritaba.Decidí no reaccionar.

Me senté y esperé a que el profesor llegara. Unos minutos después, la misma chica que había visto junto al mural entró al salón. La luz del sol que atravesaba los ventanales iluminó su cabello negro, brillante como el ébano.

Varios estudiantes se quedaron mirándola; incluso Matthew posó sus ojos en ella, aunque solo por unos instantes, como si no le diera importancia.

La joven avanzó con paso tranquilo y, para mi sorpresa, tomó asiento justo a mi lado. Decidí romper el silencio.

—Hola… disculpa, ¿qué usas en tu cabello para que se vea tan brillante y sedoso? –pregunté con una pequeña sonrisa.

Ella giró el rostro hacia mí, sus ojos oscuros se clavaron en los míos.

—No uso nada. Nací con el cabello así.

—¿En serio? ¿Nada en absoluto? – pregunté incrédula. Era imposible imaginar que alguien naciera con un cabello tan perfecto. Me acomodé en la silla y, con una sonrisa más amplia, añadí:

—Perdona mi falta de educación. No me presenté como debía. Soy Gabriella Grayson - extendí mi mano hacia ella. Ella la estrechó con suavidad.

—Mi nombre es Hikari Saita.

—¿Hikari? Es un nombre japonés, ¿verdad? –pregunté con curiosidad.

—Así es, soy japonesa –respondió con una pequeña sonrisa.

—¡Vaya! Nunca había conocido a alguien de Japón. Esto es increíble –exclamé con entusiasmo.

Hikari me miró con un leve brillo en los ojos. —Me alegra que lo pienses así…

Eres la primera persona que me habla desde que llegué aquí.

—¿De verdad? –pregunté, sorprendida.

—Sí. Todos me han mirado con desprecio por ser la única japonesa en la Academia –bajó la mirada con un dejo de tristeza.

Sentí un nudo en el pecho y no dudé en responder:

—Eso es ridículo. Eres muy linda y amable. Además, sería un privilegio para mí tener como amiga a una chica japonesa.

La sonrisa que dibujó Hikari en ese instante me confirmó que aquel era el inicio de una nueva amistad.

Sin embargo, antes de que pudiera seguir conversando con ella, sentí nuevamente esa incómoda sensación de ser observada. Giré apenas el rostro y, tal como lo temía, los ojos de Matthew estaban fijos en mí. No era una mirada larga ni intensa, pero sí lo suficiente para incomodarme. Me apresuré a desviar la vista, fingiendo interés en mis cuadernos, aunque mi corazón latía más rápido de lo normal. No entendía por qué me afectaba tanto.

En ese momento, la puerta del aula se abrió y el profesor entró, cargando con un aire solemne que hizo callar a todos al instante. El murmullo se desvaneció y la tensión en el ambiente creció, como si lo que estaba a punto de comenzar fuera mucho más que una simple clase.

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