La negación cambiará

Capítulo VII:Lazos cruzados.

Las clases finalmente habían terminado. En la entrada de la Academia, la elegante limusina negra de Gabriella ya la esperaba para llevarla de regreso a la mansión. Antes de subir, se despidió de Hikari con una sonrisa amigable.

—Nos vemos mañana, Hikari.
—Sí, hasta mañana, Gabriella. –respondió la chica con dulzura.

El trayecto fue tranquilo, y al llegar a la mansión, Gabriella fue recibida por el personal de servicio. Apenas puso un pie en el mármol brillante de la entrada, caminó directamente hacia la sala principal, donde se encontraban sus padres. Les relató lo bien que le había ido en su primer día, mencionando también con entusiasmo a su nueva amiga, Hikari.

Después de compartir un rato con ellos, subió por la gran escalera de barandales dorados rumbo a su habitación. Lo primero que quería hacer era darse un baño para despejarse y luego repasar un poco sus apuntes. Una vez en el baño, se relajó bajo el agua tibia y, al salir, se envolvió en una bata de seda antes de dejarse caer en su amplia y cómoda cama.
Entre cojines aterciopelados y el aroma a flores frescas, abrió sus libros y comenzó a estudiar.

Pasada una hora, dejó escapar un suspiro cansado. —Ya es hora de que me tome un pequeño descanso –se dijo así misma, cerrando sus apuntes.
— Iré a la cocina por un poco de agua.

Bajó las escaleras que daban hacia la sala de estar, sin imaginar que en ese mismo lugar se encontraban los Grinford. Cuando entró a la cocina, una extraña sensación la recorrió:

alguien más estaba allí. Y, en efecto, al girar, se encontró con una figura que le resultaba demasiado familiar.

Era Matthew.

Gabriella frunció el ceño con fastidio, cruzando los brazos de inmediato. —¿En serio? No solo tengo que soportar tu horripilante cara en la Academia, ¿sino también en mi propia casa? Esto debe ser una broma, ¿verdad?

Matthew, con una expresión fría, dejó el vaso de agua que estaba tomando y la miró directamente. —¿Crees que a mí me gusta verte donde sea que vaya? Además, no vine porque quisiera. Fue contra mi voluntad que aparecí aquí.

—Claro, por supuesto… –respondió Gabriella con sarcasmo, rodando los ojos. Sin molestarse en replicar más, giró sobre sus talones y se dirigió a la sala de estar, decidida a pedir explicaciones a sus padres.

Matthew, intrigado, la siguió con paso firme. Tampoco entendía qué hacían allí su familia y él mismo, y quería descubrir qué clase de sorpresa habían preparado sus padres.

En la sala, las dos familias estaban reunidas en un ambiente cordial. La madre de Matthew, al verlos entrar juntos, sonrió con calidez. —Oh, qué bien que llegaron los dos al mismo tiempo.

La madre de Gabriella, con elegancia y entusiasmo, tomó la palabra: —Queridos, estamos aquí para celebrar algo especial: que ambos hayan ingresado a la Academia en la que nosotros también estudiamos en nuestra juventud.

Matthew arqueó una ceja, incrédulo. —¿Eso merece una celebración?

El padre de Gabriella intervino con voz grave pero amable: —Por supuesto, muchacho. Aunque en realidad no solo celebramos eso… también que, a partir de hoy, las familias Grayson y Grinford estarán unidas.

Gabriella frunció el ceño, confundida. —¿A qué se refiere, padre?

Matthew también los miraba con evidente curiosidad.

El padre de Matthew, con una sonrisa cargada de satisfacción, reveló la verdad: —Nos referimos a que ustedes dos estarán comprometidos.

El silencio se apoderó de la sala por unos segundos, hasta que Gabriella dio un paso atrás con los ojos muy abiertos.

—¿¡Qué!? Eso no es posible.

Matthew soltó una risa incrédula y burlona. —¿En serio? ¿Yo comprometido con ella? ¡Ja! No pienso aceptar algo así ni en mis peores pesadillas.

Los padres de ambas familias se miraron entre sí, con serenidad. Fue entonces cuando la madre de Gabriella habló con voz firme pero dulce

—Escúchenos, hijos. Esta decisión no la tomamos a la ligera. La pensamos durante mucho tiempo y llegamos a la conclusión de que era lo mejor. Así, nuestras familias estarán unidas y podrán asegurar un futuro brillante para ambos.

El padre de Matthew añadió con solemnidad: —El compromiso se formalizará cuando alcancen la mayoría de edad. Entonces, se casarán y sellarán la unión de los Grayson y los Grinford.

Gabriella, con el rostro encendido por la rabia, apretó los puños. —¡No voy a aceptar eso jamás! –exclamó con un grito ahogado por la indignación.

Sin esperar respuesta, giró sobre sus talones y subió corriendo las escaleras.
Al llegar a su habitación, cerró la puerta de golpe y se dejó caer sobre la cama, abrazando con fuerza una de sus almohadas.

—Nunca… nunca permitiré que decidan mi vida por mí. –susurró entre dientes.

Después de unos cuantos minutos.

Matthew subió lentamente las escaleras de la mansión Grayson, sin molestarse en despedirse con cortesía. Una vez que estuvo en la habitación de huéspedes que le habían asignado, cerró la puerta con fuerza.

Se dejó caer sobre la cama, cubriéndose los ojos con el brazo. El eco de las palabras de su padre no dejaba de resonar en su mente: “Ustedes dos estarán comprometidos.”

Bufó con frustración. —Comprometido… con Gabriella Grayson –murmuró con sarcasmo. —Vaya maldita broma.

Intentó convencerse de que no le importaba, de que todo aquello era solo un juego de poder entre las familias. Pero por más que lo intentara, la imagen de Gabriella, con el ceño fruncido y los ojos brillando de rabia, volvía una y otra vez a su cabeza.

Se giró de lado, apretando los dientes. —No voy a aceptar que decidan por mí… y mucho menos que ella sea parte de esto –susurró para sí mismo. Sin embargo, mientras lo decía, una sensación incómoda se agitaba en su interior.

No era solo enojo; había algo más escondido entre la molestia y la ironía. Algo que no quería admitir ni siquiera en soledad. Se quedó en silencio, observando el techo con gesto serio, consciente de que aquella noticia había cambiado su vida para siempre, lo aceptara o no.




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