La Nekomata

Capítulo 1

I

 

En un tiempo y en un lugar diferente al nuestro, existía otro mundo y en ese mundo había grandes colinas de verde follaje y de praderas largas y fértiles, donde abunda las flores hasta donde alcanzaba la vista, y de un río que atravesaba aquel pintoresco paisaje, allí había una pequeña ciudad llamada Miaunopolis, una ciudad repleta de gatos. En esa ciudad los gatos no eran normales como nosotros los conocemos, eran felinos bípedos, en otras palabras, podían erguirse solo con sus dos patas traseras, por lo que su cola siempre fungía un papel muy importante, pues es la que les da estabilidad y el equilibrio de poder ponerse de pie, así pues caminan como humanos, hablan como humanos e inclusive visten como ellos: traje, vestidos, uniformes escolares, policía, doctor o de cualquier otra profesión o de civil, era toda una sociedad gatuna.

Por sus calles había gatos trajeados corriendo de un lado a otro hacia sus trabajos, niños jugando con bolas de estambre en el parque, el vendedor ambulante vendiendo sus ricas paletas de leche, y artistas callejeros haciendo gala de sus habilidades gatunas para hacer todo tipo de piruetas en el aire y siempre cayendo sobre sus patas. Sus edificios eran tan altos que a los gatos les encantaba trepar por las ventanas. Y más allá de esos edificios se encuentra una zona residencial, bonita y limpia, con sus calles inclinadas formando pequeñas colinas. Ahí, en medio, de ese paradisíaco lugar se encuentra un hermoso parqué, con árboles tupidos de un verde vivo, en la parte central hay una fuente y, a un costado unas pequeñas casitas de madera que hacían función de kioscos de comida; vendían casi de todo: crepas, helados, pescaditos fritos, etcétera. Y del otro lado del parque se encuentra una pequeña plaza, para que los artistas callejeros u obras de teatro se presenten.

Cerca de aquel parque, a unas cuadras se encuentra la escuela primaria gatuna "Katie Curie", lugar donde asisten todos los mininos, gatos de todo tipo de razas y colores; y de entre todos ellos sobresalía una pequeña gatita de 9 años llamada Tama.

Tama es una hermosa gatita de pelaje azul grisáceo, con ojos de color miel, de actitud alegre como cualquier niño de su edad; le gusta la leche y de una muñeca de estambre que le hizo su mamá hace algún tiempo; siempre tratando de ser una niña buena: obedeciendo a su madre, en calificaciones es la segunda mejor en su clase, ayudando en lo que puede, y trata de no ser tan traviesa para no sobresalir, porque aun sin todos estos detalles, ella sigue siendo muy especial. Y eso es porque es diferente a los demás gatos, tanto, que al principio puede pasar desapercibido, pero si uno se fijaba bien descubría esa cualidad única en ella, y eso es porque tiene una colita especial, una cola partida en dos, bueno casi, ya que al final termina separada, una cola con dos puntas, como si se pareciera a la letra “Y”; por lo que naturalmente se veía muy extraña; y eso generaba burlas entre sus compañeros, la rechazaban, por lo que tristemente la excluían, por eso se le veía con una autoestima muy baja.

Cada vez que iba a la escuela, para la minina era un martirio, sus compañeros la señalaban y se mofaban de ella tan solo entrando a su salón de clases, o a veces la ignoraban. A tal grado que siempre le pasaba por la cabeza el ya no ir más a la escuela.

Estando en su casa, le decía a su madre frases como: “ya no quiero volver a la escuela”, o “cámbiame de escuela, por favor”; la madre, quien también tenía casi la misma condición extraña que su hija, pero en la diferencia de que su cola estaba totalmente partida por la mitad, como si fueran dos colas gemelas. Siempre le decía a su hija que no se preocupara por los comentarios, que no los escuchara, ya que ellos se darían cuenta por si mismos de que estaban equivocados al juzgar mal sin antes darle la oportunidad de conocerla. Por su parte ella también era una hermosa gata, joven y agraciada, ni siquiera había llegado a la media de la vida de un gato, de pelaje café claro, ojos negros y, de una sonrisa dulce y gentil

-Mamá -decía la pequeña Tama -ya no quiero ir a la escuela, siempre se burlan de mi por culpa de mi extraña cola, me odian y me hacen a un lado

-Te equivocas mi linda niña -replicaba la madre - la ignorancia es la madre del odio, porque no saben cómo lidiar algo que es diferente o desconocido para ellos, por lo que optan por una postura defensiva, te ves muy bien así como estas, no tienes nada de que avergonzarte, te ves bonita a tu manera

-Solo puedes decir eso porque tú también tienes la cola partida, aun más que la mía, tú y yo nos vemos extrañas y eso no me gusta, porque la gente solo nos señala, se ríen y hablan mal de nosotras

-¿Extrañas a ojos de quién? Cada quién tiene una belleza única e irrepetible, ellos a su manera y nosotras a la nuestra 

La pequeña minina le comienzan a recorrer por sus mejillas unas pequeñas lágrimas -¿Y si yo fuera a tener hijos, nacerían con la misma condición?

-Posiblemente si, nuestra familia a tenido esta condición de la cola partida por generaciones, así como yo tengo mi cola, también la tuvo mi madre y a su vez de su madre es hereditaria, naces con una cola única, como los demás mininos, pero conforme pasa el tiempo se va separando la punta, poco a poco, para que luego de un jalón se parte en dos, eso pasa más o menos a tu edad o un poco más grande, para cuándo llegues a tu madurez tu cola ya este totalmente a la mitad y pareciera como si tuvieras colas gemelas




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