A ti, mi lector favorito. Aquel que deja que el viento le susurre, que el sol le sonría y la oscuridad envide.
A veces, es lo que más creemos una mentira que llega a rompernos el corazón y destruirnos el alma.
Pero todos nosotros tenemos algo único. Aquello que más quieras demostrar será lo que debemos mostrar y aferrarnos a ello. Sonríe, y deja que el viento te susurre.
— Ⲉⲛ ⳑⲁ ⳏⲉⲛⳙⲙⲃⲅⲁ ⲩⲁⲥⲉ ⳙⲛ ⳽ⲉⲥⲅⲉⲧⲟ ⲥⲁⳏⲁⲹ 𝖽ⲉ 𝖽ⲉ⳽ⲧⲅⳙⳕⲅ ⳙⲛ ⲙⳙⲛ𝖽ⲟ. —
Al despertar, lo único que podía observar era el inmenso color blanco del techo. Ansiaba de cierta manera salir y perderme un tiempo por el pueblo. Me levanté de la cama suspirando del cansancio, pesadillas recurrentes o deban todas las noches durante tres meses.
En la pesadilla me encontraba en la oscuridad. Sin sonido y sin ninguna pizca de luz. Por más que gritara, no escuchaba nada; mi voz poco a poco se apagaba y desaparecía. La constante sensación de quedarme atrapada me tenía asustada. Más que un sentimiento... Se sentía tan real que amanecía sin voz en las mañanas.
Me acercaba al espejo en la pared y noté las enormes bolsas que caían de mis ojos. Necesitaba un descanso enorme si quería seguir con esta rutina; necesitaba dormir bien.
Me examiné en el espejo, tomé el maquillaje que tenía en el cajón del escritorio y comencé a maquillarme. Tenía que parecer mínimo que hoy había dormido bien. Me cepillé el cabello negro y acomodé el fleco para que cayera sobre mi frente. Me arreglé como de costumbre con ropa cómoda para caminar. Baje por un almuerzo antes de salir rumbo a la escuela.
Al terminar, salí de casa y me coloqué mis audífonos para caminar con ritmo. El camino siempre era el mismo; no podía creer que solo existiera una ruta. La vida era igual a todas las demás: nada interesante, pero tampoco nada común. En ella estaba en ese punto que simplemente era algo que existía. Era cansado tener la misma rutina todas las mañanas: despertar, cambiarse, bajar a desayunar e ir a la escuela. Todo era un ciclo. Y más cuando siempre terminabas sola de una u otra forma. Anhelaba poder salir de paseo y tener a alguien con quien pasar el rato.
Aunque solo fuera por un rato.
Sin pensar demasiado, llegué a la escuela. Un enorme edificio cubierto de cristal reluciente. Ventanas que reflejaban la luz del sol y le daban un estilo lujoso, aunque viejo. Era lindo llegar y pasar rato aquí.
—Darya, ¡sí estás aquí! —gritó alguien a mi espalda. Con suerte, alcancé a escucharle, me saqué los audífonos y volteé. Vi a una de mis mejores amigas de la infancia. Ella era una de las pocas personas que aceptaba mi forma de ser.
—¡Ah! Laisha, yo pensé que tú te irías a otra escuela—respondí sorprendida mientras esperaba a que llegara a mi lado.
—No, no me dejaron, aparte de que después lo pensé mejor y no quería abandonarla —mencionó emocionada mirando al frente.
—¿Sí? Me alegro de que por lo menos tendré a alguien con quien hablar. Espero que nos vuelva a tocar juntas—le pregunté a Laisha.
—Ojalá fuera así. Pero como me inscribí tarde, mi primera clase es ciencias avanzadas en el C, cosa que no debemos de ver hasta muy adelante.
—Qué mal, te adelantas una clase avanzada. No estaremos juntas; la mía es Sociales. Pero nada de eso nos quita que nos juntemos en la cafetería.
—Tal vez... creo que muchas personas ingresaron de nuevo; de pasada vi a Angeles; se suponía que había firmado su baja—mencionó mientras a lo lejos se escuchaba el timbre de la primera clase.
—Me imagino que se arrepintió.
—Ay, creo que se nos hace tarde; será mejor que vayamos a clase. Te veo después. Besos, Darya—dijo Laisha mientras me mandaba un beso con su mano.
—Sí—afirmé mientras tomaba el beso en el aire; el timbre volvió a sonar y comencé a correr a clase. Al llegar al salón me encontré con varios rostros conocidos, aunque con la mayoría de los presentes nunca había conversado.
El salón era muy acogedor. Simplemente la forma en la que habían elegido los colores que alegraba el salón, pero tampoco chillaba.
Las paredes de un color beige. Con el suelo gris, solo había unas ventanas grandes que daban a los pasillos y a la parte delantera de la escuela. Había un espacio en la fila pegada a las ventanas que daban afuera, así que me senté ahí.
Las clases transcurrieron como un día. Justo como de primer ciclo. Las presentaciones habían abarcado todas las clases, y miraba el reloj con desesperación. No esperaba que el no hacer nada fuera más rápido que el hacer algo. Es relamente curioso la función del tiempo entre cada persona.
Las clases habían terminado con un aire desesperado. Muchos salían de ahí con frustración y otros alegres. Yo estaba en medio. Tomé las cosas y comencé a bajar para salir de aquel lugar. Había intentado contactar a Laisha, pero no respondía. Así que mejor decidí no esperarla y continuar con mi rumbo.
Decidí tomar un rumbo diferente y atravesar el bosque. Recordaba que me encantaba pasear y jugar con las hojas secas que ya estaban en el suelo del bosque. Una que otra vez tomaba varas del suelo y dibujaba en la corteza del árbol.
Me senté un momento en un tronco partido a la mitad. Que un libro que tenía en la mochila y comencé a leer unos capítulos. De un momento a otro un extraño sentimiento me invadió; me observaban en algún lugar. Cerré de golpe el libro en mis manos y me levanté. Buscaba a mi alrededor si alguien estaba ahí.
Nada.
Era el sonido del viento y el mover de los árboles y yo. No me gustaba esa sensación; tomé mis cosas y caminé a la casa, sin mirar atrás y apresurando el paso.
Tras llegar a casa, me sentía aliviada. Aunque no del todo. Mi familia estaba en una disyuntiva entre separarse y quedarse. Prefería quedarme fuera de la situación, así que evitaba a mis padres a toda costa. Imponía tareas que no había y salía de la casa a pasear. Muchas veces no me podía escapar y terminaba hablando con alguno de los dos.