La Niebla de Hollowridge

Capitulo 3- La campana sin tañido

El día siguiente amaneció cubierto por una neblina tan densa que el sol nunca logró atravesarla. Elara apenas podía distinguir los límites del jardín desde la ventana. El pueblo entero parecía ahogado bajo un manto de silencio.

Intentó convencerse de que la voz que había oído la noche anterior fue un sueño, un producto de la soledad y del miedo. Pero cada vez que pasaba frente al retrato, el corazón le latía con una inquietud imposible de dominar.

Esa tarde decidió bajar al pueblo. Necesitaba aire, voces humanas, alguna certeza tangible. Las calles empedradas estaban casi vacías; solo algunos ancianos la observaban desde los portales, sin saludarla. En la plaza, el aire olía a humedad y cera quemada. Las tiendas permanecían cerradas, aunque escuchó el tintineo de una campana dentro de la iglesia.

Entró. La nave estaba oscura, iluminada solo por velas dispuestas a los pies del altar. Detrás del confesionario, un hombre mayor con sotana negra la observó con atención.
—Señorita Ravenscroft —dijo en voz baja—. Sabía que volvería.

Elara parpadeó, sorprendida.
—¿Me conoce?
—Conocí a su abuela. Y al que la espera —respondió el sacerdote, girándose hacia el campanario—. Aunque la campana no tañe por voluntad de nadie desde hace más de treinta años.

Antes de que pudiera preguntar, un sonido profundo resonó en lo alto. La campana.
El sacerdote palideció.
—Él la llama —susurró—. El vínculo no se rompió.

Elara corrió hacia la puerta, buscando el aire frío del exterior. Desde la colina, el sonido se extendía por todo Hollowridge, atravesando las paredes, los árboles, su propia piel. Y entonces lo vio.

Entre la niebla, en el camino que conducía al cementerio, una figura alta y vestida de oscuro permanecía inmóvil, mirándola. No podía distinguir su rostro, pero sabía que era él: el hombre del retrato.

Los latidos en su pecho se mezclaron con el eco de la campana. El aire se volvió pesado, casi líquido. Y en medio de esa bruma, escuchó su voz con claridad, tan cercana que parecía hablarle al oído:
—Elara… has vuelto por mí.

El sonido cesó.
El silencio regresó, más hondo que nunca.
Cuando parpadeó, la figura ya no estaba.

De regreso en la mansión, encontró bajo la puerta un sobre amarillento. No tenía sello ni nombre, solo una frase escrita con tinta desvaída:
“El baile se acerca. No temas a la medianoche.”



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En el texto hay: misterio, thriller, suspense

Editado: 07.10.2025

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