La Niebla de Hollowridge

Capitulo 4- El baile de los difuntos

La carta permaneció sobre la mesa toda la mañana. Elara no se atrevió a abrirla, aunque sus dedos la rozaban cada vez que pasaba junto a ella, como si una fuerza invisible la llamara. “El baile se acerca. No temas a la medianoche.” Aquellas palabras eran una invitación, o quizás una advertencia.

Cuando la noche cayó sobre Hollowridge, el aire adquirió un tono metálico, y la niebla se volvió tan espesa que parecía sólida. Desde la ventana de la mansión, Elara vio luces moviéndose en dirección al viejo salón del pueblo —un edificio abandonado desde hacía décadas, según recordaba—. Y sin comprender por qué, se vistió con un vestido antiguo que había encontrado en un baúl: encaje negro, cintas de terciopelo y un broche con una piedra opaca en forma de lágrima. El vestido le quedaba como hecho a su medida.

Bajó por el sendero envuelto en la bruma. Las luces danzaban a lo lejos, y cuando llegó al salón, escuchó música. No la reconoció al principio: era una melodía dulce, lejana, interpretada por un piano que sonaba como si viniera del fondo del tiempo.

Las puertas se abrieron solas. Dentro, el salón estaba lleno de gente. Hombres y mujeres con trajes antiguos, máscaras de porcelana y miradas que no parecían humanas. La música aumentó, y alguien la tomó de la mano.

Era él.
El hombre del retrato.

Auren Ravenscroft la observaba con ternura y tristeza. Su piel era pálida, casi luminosa, y sus ojos —los mismos que los suyos— parecían conocerla más de lo que ella misma se conocía.
—Te esperaba —susurró él—. Siempre vuelves, aunque olvides mi nombre.

Elara sintió que todo alrededor desaparecía: la música, las sombras, incluso el suelo bajo sus pies. Bailaron en un espacio suspendido, entre el sueño y la muerte. Cada paso parecía un recuerdo recuperado. Recordó sus manos, su voz, una promesa hecha en otra vida.
Pero entre los invitados, algo estaba mal. Sus rostros comenzaron a disolverse, dejando al descubierto piel cenicienta y ojos vacíos.

Elara se apartó de golpe.
—¿Quiénes son? —preguntó con miedo.
Auren bajó la mirada.
—Los que no pudieron irse. Pagan el precio de nuestra historia.

El reloj del salón marcó la medianoche. La música cesó. Los cuerpos alrededor se quedaron inmóviles, como muñecos. Auren tomó su rostro entre las manos.
—La noche del velo se acerca. Solo entonces podrás decidir —dijo, antes de que su figura comenzara a desvanecerse con la niebla—. Pero si eliges quedarte… Hollowridge caerá contigo.

Elara extendió la mano para detenerlo, pero solo alcanzó el aire frío. El salón se vació. La música se extinguió. Al amanecer, los aldeanos que pasaron por allí juraron haber visto huellas húmedas de un vals en el suelo de madera, y un perfume a rosas negras flotando en el aire.



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En el texto hay: misterio, thriller, suspense

Editado: 07.10.2025

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