La Niebla de Hollowridge

Capitulo 5- El pacto de Hollowridge

Los días siguientes al baile fueron confusos. Elara apenas dormía; cuando lo hacía, soñaba con un pasado que no recordaba vivir. Se veía a sí misma en un tiempo distinto, en la misma mansión, vistiendo ropas antiguas, prometiendo amor eterno a un hombre de ojos grises.
Auren. Siempre Auren.

Buscó respuestas entre los objetos olvidados de la casa. En un arcón bajo las escaleras encontró el diario de su abuela, cubierto de polvo y atado con una cinta de terciopelo. Las primeras páginas hablaban de la familia Ravenscroft, pero hacia el final la escritura se tornaba temblorosa, desesperada.

"Elara es la última. La maldición la alcanzará, como a todas nosotras. Ninguna Ravenscroft ha escapado del llamado del Espectro. Él promete amor, pero su amor es un sello de muerte."

Elara cerró el diario, respirando con dificultad. El Espectro… ¿era así como lo conocían? ¿Era Auren el origen del tormento del pueblo?

Un golpe en la puerta la sobresaltó. El sacerdote, el mismo que había visto en la iglesia, estaba allí, empapado por la llovizna.
—Debe venir conmigo —dijo sin saludo—. Ya no hay tiempo.

La condujo hasta la cripta bajo la iglesia. En el aire se mezclaban el olor a piedra húmeda y cera derretida. En el centro, una lápida rota llevaba grabado el nombre que tanto temía leer:
Auren Ravenscroft, 1847 – Amado y Maldito.

—Él fue condenado por amor —explicó el sacerdote—. Amó a una mujer que desafió a su familia y al mismo Dios por él. Cuando la hallaron muerta, lo acusaron de haberla arrastrado al pecado. Su alma quedó encadenada a Hollowridge… y a la sangre de los Ravenscroft.

Elara escuchaba en silencio, con lágrimas que no sabía si eran de tristeza o de reconocimiento.
—¿Y si su amor no fue maldición, sino castigo? —preguntó con voz temblorosa—. ¿Y si solo quiso volver a ella?

El sacerdote la miró con pesar.
—Eso mismo dijo tu abuela antes de morir. Intentó romper el pacto, pero fracasó. Solo la elegida, la reencarnación del alma perdida, puede liberarlo. O condenarlo para siempre.

Elara apartó la vista de la tumba. La niebla comenzaba a filtrarse por las rendijas de piedra, como si respirara.
—¿Y qué debo hacer? —preguntó.

—La noche del velo —respondió él—. Cuando el mundo de los vivos y los muertos se toca. Si lo amas, libéralo. Si lo temes, destrúyelo. Pero el pueblo pagará el precio de tu elección.

Elara salió de la cripta con el corazón dividido. Al volver a la mansión, el retrato la esperaba iluminado por un fuego que no había encendido. En el cristal del marco, una frase apareció escrita desde dentro:

“Nos veremos cuando la niebla se abra.”



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En el texto hay: misterio, thriller, suspense

Editado: 07.10.2025

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