La Niebla de Hollowridge

Capitulo 7- El amanecer de los ausentes

El primer amanecer después de la Noche del Velo trajo un silencio nuevo a Hollowridge.
No era el silencio del miedo, sino uno más profundo, como si el pueblo contuviera la respiración tras un largo llanto. La niebla, por primera vez en generaciones, comenzó a disiparse. Los rayos del sol cruzaron los tejados húmedos, iluminando ventanas que llevaban años cerradas.

Los aldeanos salieron poco a poco de sus casas, desconfiados. Algunos aseguraban haber oído voces durante la noche, lamentos y promesas. Otros juraban haber visto luces danzando sobre la colina norte. Pero cuando llegaron hasta la mansión Ravenscroft, solo encontraron quietud.

Las puertas estaban abiertas. En el interior, el polvo había sido barrido, las velas aún ardían, y un aroma a rosas frescas impregnaba el aire. Sobre la chimenea, el retrato de Auren —que siempre había mostrado a un solo hombre— ahora revelaba dos figuras: él y Elara, tomados de la mano, mirándose con una serenidad imposible. Nadie supo explicar cuándo o cómo había cambiado.

El sacerdote fue el primero en entenderlo.
—El velo se ha cerrado —murmuró, dejando caer su sombrero al suelo—. Y la deuda… ha sido saldada.

Esa noche, las campanas rotas del cementerio emitieron un último tañido, como un suspiro. La niebla se levantó por completo, revelando un cielo limpio que nadie en Hollowridge recordaba haber visto. El pueblo comenzó a renacer: los niños volvieron a jugar en las calles, las flores crecieron en los patios, y el aire ya no pesaba como antes.

Solo una cosa permanecía igual: cada 31 de octubre, cuando la luna se alzaba sobre la colina, un resplandor suave se encendía en las ventanas de la mansión Ravenscroft. Los aldeanos decían que era el amor de Elara y Auren, todavía danzando en algún lugar entre la vida y la muerte, custodiando al pueblo que los había condenado y salvado a la vez.

Y en el silencio de las noches claras, cuando el viento pasaba entre los cipreses, podía oírse un murmullo apenas audible, una promesa que había cruzado siglos:
—El amor no muere. Solo cambia de forma.

La niebla nunca volvió.
Pero Hollowridge jamás olvidó a los ausentes.

Fin.



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En el texto hay: misterio, thriller, suspense

Editado: 07.10.2025

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