Katy llega a su habitación corriendo y cierra la puerta a tras espalda. Guía la mano hacia su pecho, su respiración es agitada y sus manos le tiemblan: tiene miedo. Durante el año y medio que ha vivido en esa mansión nunca tuvo que interactuar con Jared, él siempre se ha mantenido alejado y por eso le teme.
Corre hacía su cama y se esconde debajo de la misma. Muchas preguntas rondan su mente.
«¿Por qué el señor Jared y la señora Rachell se besan en la boca?»
No puede contestar esa pregunta, no comprende nada de lo ocurre. Excepto claro que está en problemas por haber visto aquella escena.
Su miedo crece a medida que pasan los minutos, quiere a su mami, o por lo menos que su mamá aparezca para que Jared no la castigue. Observa a su alrededor y recuerda que olvidó su muñeca, no puede dejarla allí, la necesita.
Sin pensarlo dos veces, sale de su escondite y corre hacia la puerta con la intención de ir a buscarla. Pero, antes de que siquiera logre llegar hasta esta, Jared ingresa a la habitación.
Katy se paraliza al verlo y sus ojos azules se amplían de manera exagerada. Jared da un paso hacia ella, su rostro está rojo y su mandíbula prensada con mucha fuerza. Pero lo que más la asusta es su mirada; su mirada fría refleja un odio violento que hace que las piernas de la niña tiemblen de miedo mientras retroceden varios pasos tratando de alejarse de él.
— ¿Por qué estabas espiando, Huérfana?— escupe sus palabras con desprecio.
Katy no responde nada, no puede; el miedo no le permite formular palabra. Jared suelta un gruñido antes de avanzar hacia ella a grandes zancadas.
Katy, espantada, trata de alejarse cuando él se acerca, pero el mayor la sujeta con brusquedad del brazo con su mano izquierda y luego estrella su mano derecha contra la mejilla de la niña.
El golpe hace que el rostro de la niña se gire con brusquedad, el dolor no tarda en hacerse presente al igual que el llanto de la pequeña. Su mejilla arde, pero no tanto como su deseo de escapar de ese hombre.
Jared resopla antes de tirar del pequeño brazo de la Katy. Pero ella no pretende darse por vencida tan fácil por lo que se inclina hacia la mano con la que el mayor sujeta su brazo y clava sus dientes con fuerza en este.
— ¡Maldición!— grita Jared cuando siente como los pequeños dientes de Katy se clavan en la carne de su mano, rápidamente tira de esta quejándose del dolor mientras la niña trata de correr hacia el baño—. ¡Maldita huérfana!— gruñe avanzando tras ella hasta alcanzarla y sin ningún esfuerzo lanzarla contra el suelo.
— ¡Yo no soy huérfana!, mi mami va a volver, ¡Mi mami va a volver!— grita la niña entre llanto.
Jared entorna los ojos viéndola con enojo. “Mi mami va a volver”, el significado real de esas palabras es ajeno a él, ya que no sabe lo que ocurre en la vida de la niña. Para él, esas palabras son una clara amenaza; la niña lo está amenazando con contarle todo a Beatriz.
—Eres un verdadero fastidio, mocosa— dice mientras avanza a paso lento hacia ella; desabrochado su cinturón a su paso.
Katy lo observa horrorizada, quiere correr.
—Te enseñaré a mantener la maldita boca cerrada.
Rachell avanza por el pasillo a paso rápido; luego de arreglar su ropa y tratar de peinarse un poco. Busca a Jared con la mirada, no lo encuentra y eso la asusta, él puede ser un poco temperamental. Camina a toda prisa hacia la habitación de Katy, al tratar de abrir la puerta se da cuenta de que tiene puesto el cerrojo, frunce el ceño, ¿Qué rayos ocurre?
Busca la manera de escuchar a través de la puerta y pega su oído contra la misma, guardando silencio para tratar de escuchar. Da un salto hacia atrás asustada cuando escucha un grito: escucha a la niña gritar y se espanta.
— ¡Jared!, ¡¿Jared que haces?! ¡Detente ahora mismo!— grita golpeando la puerta con desesperación.
Los gritos de la niña no cesan y el miedo en ella se hace cada vez más grande. Continúa golpeando la puerta y pidiéndole a Jared que deje de hacer lo que sea que esté haciendo para lastimar a la niña. No sabe cuánto tiempo ha transcurrido, pero los gritos de la niña no se detienen.
— ¡Jared!— grita una vez más con desesperación.
La puerta se abre de golpe y el susodicho sale con una sonrisa de suficiencia pintada en su rostro, mientras cierra la puerta a tras espalda. Rachell retrocede unos pasos al verlo, su corazón late con mucha fuerza y su cabeza comienza a doler.
— ¿Qué hiciste?— mira a Jared directamente a los ojos antes de avanzar hacia él y comenzar a repartir golpes en su abdomen—. ¡¿Qué rayos le hiciste maldito desgraciado?!, ¿¡Qué hiciste!? —grita con impotencia. Sus ojos se cristalizan al instante y las lágrimas comienzan a caer por sus mejillas.
La sola idea de que él lastimara a la niña de la peor manera, la aterra. Siente que su cabeza comienza a doler y unas inmensas ganas de vomitar se hacen presentes. Nunca ha consentido el maltrato infantil; ella fue una niña maltratada y sabe lo horrible que es.
— ¿Abusaste de ella?— su pregunta es más como una acusación.
Jared frunce el ceño y sujeta sus manos para que deje de golpearlo.
—¡¿Quieres calmarte?!— pregunta frustrado mientras la observa directamente a los ojos. —. ¡Claro que no abusé de ella Rachell! No soy un maldito pedófilo. Tenía una hija, ¿lo recuerdas?
—¿Entonces por qué gritaba?
— ¿Por qué?— replica con un aire de burla—. Porque decidí darle una lección, para que mantenga la boca cerrada.
—Estás enfermo— lo acusa con mucho enojo—. ¿Cómo te atreves a golpear a una niña de esa manera?, a Melody nunca le hubieras hecho algo así.
— ¡Cierra la boca!— exige Jared mientras empuja las manos de la mujer lejos de las suyas—. ¿Acaso estás demente?, primero Beatriz y ahora tú... No compares a mi hija con esa maldita huérfana. Ella no significa nada para mí, es solo una niña entrometida.
Editado: 29.08.2020