Los días pasan, y como es de esperarse, Beatriz y los socios de Jared van por un buen camino con las negociaciones. La mujer llama a diario, procurando pasar el mayor tiempo posible hablando con su hija para que no se sienta sola. La extraña en gran manera, tanto que algunas noches no puede dormir pensando en cómo se encontrará, pero intenta confiar en su esposo, y en que posiblemente luego de esta experiencia él por fin termine aceptando a la pequeña como su hija. Solo espera que las horas pasen volando, al igual que los días, y poder terminar el acuerdo de sociedad a tiempo para volver a casa y ver a su hija.
Jared por su lado, decidió salir a dar un paseo con la niña. Y no podría ser a otro lugar, más que a la casa de su madre, a quien raras veces ha visto luego de la fiesta de su suegra.
— ¿Joseph aún no te visita?— cuestiona Jared, mientras se sienta en la mesa del comedor, a la derecha de donde se encuentra la niña.
—No— suspira Erika, avanzando hacia la niña con un plato de torta en sus manos—. La verdad no entiendo porqué tanto odio de su parte.
Jared suelta un suspiro exasperado como respuesta, antes de dirigir su mirada hacia su madre. La rapidez con la que brinca del asiento y corre hacia ella para sujetar la mano con la que carga el plato, espanta tanto a la mujer como a la niña, quien se encoge en su asiento con miedo.
—Jared, no seas ridículo... jamás la envenenaría— Erika rueda los ojos, fingiendo no sentirse ofendida por la falta de confianza de su hijo hacía ella.
—La verdad no sé qué esperar de ti, mamá, estás llena de sorpresas— comenta, aflojando su agarre—. Eres vengativa, ¿no tiene alguna especie de laxante?
— ¡Tonterías!— exclama, mientras coloca el plato frente a la niña—. Jamás la dañaría, después de todo, es la niña que escogieron.
—Beatriz la escogió, no yo— responde con amargura.
—Tú lo permitiste— responde alzándose de hombros, acción que molesta a su hijo, lo nota en su mirada, por lo que decide cambiar de tema—. Joseph se irá de nuevo, ¿no?
—La verdad espero que así sea, lo amo más cuando está lejos— responde mientras toma el periódico y comienza a ojearlo.
—Extraño como era antes— comenta la mujer con nostalgia—, era un niño dulce.
—Nadie me explicó qué fue lo que pasó realmente en los años que estuve ausente, mamá—expresa bajando el periódico—. Cuando me fui, Joseph tenía nueve, y como ya dijiste, era un niño tierno... pero cuando volví— frunce el ceño viendo hacia la nada—. Tenía doce, y estaba muy distinto, actuaba como un adulto y me preguntaba cosas sobre la vida, cómo evitar la pobreza, y cómo llegar a ser una persona importante. Tenía veinte y era muy estúpido, le dije cosas erróneas y él las tomó muy en serio.
—Él nunca habló conmigo respecto a eso.
—Y ustedes nunca me dijeron el motivo por el que nuestro padre se fue... nunca me dieron una respuesta concreta. Ni tú, ni Joseph.
—Te dije todo lo que sabía.
— ¿Ah, sí? pues me cuesta creerlo madre, cuando me fui todo estaba bien.
Katy observa el pastel, se ve delicioso, no puede negarlo. Observa cómo Jared y Erika, quien se sentó a su izquierda, se concentran en su discusión. No entiende de lo que hablan, más si se siente tentada a comer del pastel. Deja su muñeca en la mesa junto al plato y toma el tenedor con dificultad dado al gran tamaño que este posee.
Prueba el primer bocado: el delicioso pan suave y el glaseado del pastel deleitan su paladar. Comienza a mecer sus pies que levitan gracias a la altura de la silla. Observa el vaso con leche que la mujer le ofreció hace un momento, pero lo dejó distante. Muerde su labio, nerviosa, no puede interrumpir las conversaciones de los adultos, sor Mary siempre se lo dijo.
—Ahora regreso, iré al baño— anuncia Jared mientras se retira.
Erika suspira profundo mientras toma una revista de la mesa y comienza a leerla sin prestarle atención alguna a la niña. Katy muerde su mejilla interna y se incorpora hasta quedar arrodillada en la silla. Estira su mano por sobre la mesa intentando alcanzar el vaso con leche, se da cuenta de que está más lejos de lo que pensaba. Se inclina un poco más; y cuando está a punto de rozar el recipiente con sus dedos, pierde el equilibrio, lo que causa que su mano choque bruscamente con el vaso y este se caiga derramando el líquido sobre Erika. Katy amplía los ojos con terror en su mirada.
— ¡Argh!, ¡maldita huérfana!— grita mientras se pone de pie y, cegada por el enojo, alza la mano con la intención de abofetearla.
Katy cierra los ojos con fuerza, esperando lo inevitable. Pero, para su sorpresa el golpe nunca llega, así que, con un gran temor abre los ojos lentamente y se sorprende al ver la escena. El hermano de Jared sostiene con fuerza la mano de su madre; quien lo observa con evidente sorpresa. ¿De dónde salió?
— ¿Estás loca, mamá?— cuestiona furioso, mientras aparta su mano de un tirón—. ¿En serio ibas a golpearla, por un maldito accidente?
Katy los observa a ambos, espantada, mientras toma su muñeca y se encoge en el asiento, escondiendo su rostro de ambos.
—Hijo— la mujer se pone de pie sin quitar la expresión de sorpresa en su rostro—. Estás aquí, ¿por qué no avisaste que vendrías?
— ¿Qué hubieras hecho, evitar criticarme como lo haces siempre?— cuestiona arqueando una ceja mientras la pasa de lado y se dirige hacia la niña—. ¿Estás bien, pequeña?— cuestiona, y la carga en brazos sin su consentimiento.
A pesar de eso, Katy no dice nada, solamente solloza levemente tratando de no romper en llanto en ese preciso momento. Joseph se sienta en la silla que anteriormente estaba ocupada por su hermano, y a la vez sienta la niña sobre su regazo. Comienza a acariciar su cabello castaño suavemente, es ella, es su mini Kath, no puede evitar pensar en cómo se vería si le tiñeran el cabello de rubio. Sería la copia perfecta.
Editado: 29.08.2020