Marcus se encuentra de pie en la entrada, vestido como el príncipe Naveen de la "Princesa y el Sapo"; en sus manos sostiene varias cajas de regalos al igual que algunos globos, mientras sus ojos viajaban por sus alrededores buscando algún rostro conocido. Al encontrarlos, aquellos no poseen la expresión que él esperaba, pero sí la que merece según los acontecimientos pasados.
La noticia de que Marcus había ingresado ebrio a casa de Beatriz, y todos los sucesos luego de eso, había viajado con rapidez y la mayoría de personas en aquella fiesta lo sabían, ya que Rachell daba la excusa de que por esa razón Beatriz no asistía a las reuniones de la empresa: porque trataba de enmendar los daños causados por su amigo. Por ello, todos observan al médico con reproche, a excepción de Susan y Alex, quienes lo ven con pena.
A pesar de verse realmente apuesto como el príncipe sapo, su imagen deteriorada da a entender que no ha estado en las mejores condiciones. Ha bajado notoriamente de peso y unas horribles ojeras se plantan bajo sus ojos. Beatriz lo observa fijamente, sin poder creer lo que mira, ¿realmente ese es Marcus? No, él no puede ser su roca.
—¡Padrino!
El cuerpo de Beatriz se estremece al escuchar la voz de Katy. Rápidamente dirige su mirada hacia el pequeño corral en donde ambas niñas se encuentran y para su sorpresa, Katy baja del caballo con la ayuda de alguno de los empleados y corre en dirección al hombre parado en la entrada.
—Padrino— repite la niña nuevamente mientras, sin pensarlo dos veces, se lanza a los brazos del hombre que deja caer todo lo que trae para recibirla—. Padrino, estás bien, ¡estás bien!
La conmovedora escena hace que todos se observen entre sí, confundidos, pensaron que la niña actuaría de manera distante con aquel hombre que tanto dolor le había provocado. Rachell traga saliva al verlos juntos, jamás pensó que Marcus se atrevería a ir a la fiesta y eso representaba un problema; y sus nervios aumentan cuando de pronto Jared se posa a su lado, con una expresión de pocos amigos plasmada en su rostro.
—De verdad lo siento, amor— su voz se escucha quebrada—. Por favor perdóname— suplica mientras la aferra con más fuerza a ella—. No debí.
—Sshh, tú no hiciste nada malo— le susurra la niña al oído mientras reposa su cabeza en su hombro y acaricia con suavidad la espalda del contrario—. Te quiero mucho, padrino.
Aquellas palabras son suficientes para que el hombre rompa en llanto, mientras cae de rodillas frente a la niña. En ese momento no le importa llorar frente a esas personas, algunas desconocidas. Esas palabras son lo único capaz de calmar su mente y aliviar su culpa.
Mell se baja del caballo, toma la mano de Alex y tira de él para que la acompañe. Caminan a pasos rápidos, casi corriendo, y avanzan hacia donde se encuentra el médico abrazando con fuerza a la niña.
— ¡Tío Marcus!— grita para llamar su atención.
El hombre se separa del abrazo y limpia sus lágrimas con brusquedad mientras sonríe en dirección a la pequeña.
—Hola, princesa— la saluda con mucha emoción, correspondiendo al tierno abrazo que ella le da.
—Príncipe Naveen.
Alex le extiende la mano como saludo y Marcus suelta una media risa mientras la estrecha, sin soltarse del abrazo de las niñas.
—Luces como todo un príncipe encantador— comenta, mientras amplía su sonrisa.
—Marcus…— Su voz sale como un susurro, lo suficientemente alto como para llegar a los oídos del médico, quien rápidamente alza la mirada y se encuentra con los ojos color miel de la rizada, viéndolo con una mirada de alivio, y a la vez, tristeza.
—Hola, Susan, te ves realmente hermosa— comenta esbozando una pequeña sonrisa.
—S-Solo son unos trapos— responde, mientras aparta una lágrima traviesa que se escapa por su mejilla.
—El que tú lo uses, hace que sea hermoso.
Una enorme sonrisa se dibuja en los labios de la rizada mientras se lanza hacia ellos, uniéndose al gran abrazo de bienvenida. Realmente volvió, después de meses de estar desparecido, eso es un gran alivio para ella.
Beatriz observa la escena, paralizada en su lugar, su corazón late con fuerza y sin ningún permiso las lágrimas ya caen por sus mejillas. Pero ¿a qué se deben esas lágrimas?, ¿felicidad, ya que puede ver que la niña no siente rencor?, ¿el ver que Susan y Mell aún lo quieren? O ¿el que esté ahí en ese momento? No lo sabe, pero por alguna razón ninguna de las razones anteriores es capaz de hacerla reaccionar. Hasta que siente cómo inconscientemente avanza lentamente hacia ellos.
— ¿Qué demonios hace él aquí?— cuestiona Jared, posándose frente a ella para impedirle el paso.
—No sabía que vendría— confiesa sin despegar la mirada del rostro del médico—. Discúlpame.
—¡Beatriz!
Sin prestar atención al reclamo de Jared, Beatriz avanza hacía la entrada, su corazón late con fuerza y por momentos siente que lo correcto es detenerse y retroceder. Pero ya es tarde, los ojos de todos sus invitados están puesto sobre ella, y la acompañan con la mirada hasta que se encuentra frente al grupo.
—B-Beatriz…
Marcus amplía los ojos cuando nota su presencia, Susan y las niñas dirigen su mirada hacia la mujer, mientras se separan del hombre para darle la oportunidad de ponerse de pie.
— ¿Qué haces aquí, Marcus?— pregunta mientras se cruza de brazos, tratando de mantener la postura frente a sus invitados.
Las cejas del médico se alzan al cielo con sorpresa, el desconcierto se plasma en su rostro.
—B-Bueno, yo...yo recibí la invitación— responde nervioso, y aclara su garganta.
—Pensé que el espectáculo de hace dos semanas significaba que no asistirías.
La expresión herida en el rostro de Marcus no se le pasa desapercibida a Beatriz, quien intenta a toda costa no mostrar ninguna emoción en su rostro. Pero es difícil, es sumamente difícil para ella estar parada frente a su mejor amigo, viéndolo sufrir y no hacer nada para apoyarlo.
Editado: 29.08.2020