"Todos tenemos esa persona que nos hizo mil pedazos y nos dijo: Ahora constrúyete"
—B
El sol comienza a caer, y en el departamento del hombre reina el silencio. La escasa luz del día se adentra en la estancia, y al chocar con las paredes blancas da una sensación de tristeza, como si se tratara de una habitación de hospital en donde un paciente desahuciado solo puede esperar la muerte.
Él se encuentra sentado en la silla del escritorio, sobre la mesa de madera pulida tiene una cubeta de agua con hielo en la que mantiene sus manos, buscando aliviar el dolor en sus palmas y nudillos. Se inclina sobre la mesa inhalando el polvo blanco esparcido sobre esta, y luego se recarga nuevamente en su asiento sorbiendo su nariz. Suspira profundo y luego desvía su mirada hacia su cama, sobre esta, reposa el cuerpo inerte de una chica.
Frunce el ceño con desprecio observando cada detalle.
— ¡Joseph!
Escucha la voz que llama su nombre, pero no responde y solo permanece sentado en su escritorio al saber exactamente quién acaba de ingresar a su departamento.
Consigue escuchar la voz de sus guardaespaldas, intentando detener al hombre para impedir que ingrese a la habitación, pero conociendo lo inútiles que son, sabe en cualquier momento conseguirá entrar. Saca las manos del balde de agua y se inclina en la mesa para terminar de inhalar la poca cocaína restante, la rapidez con la que lo hace lo deja aturdido por lo que intenta calmarse sorbiendo su nariz mientras sacude su cabeza con brusquedad.
—Joseph, ¿qué demonios?...
Jared ingresa a la habitación abriendo la puerta con brusquedad. Al cruzar el umbral, frunce el ceño mientras observa a su alrededor. Sus ojos se amplían de manera exagerada cuando divisa a la mujer tendida sobre la cama.
—... ¿Qué demonios hiciste?— pregunta con angustia mientras corre hacia ella.
Observa fijamente a la mujer, intentando investigar si aún se encuentra con vida, por suerte sí, pero es evidente que pasó una noche terrible.
— ¡Guardias!— grita Joseph una vez nota en su hermano la intención de ayudar a la mujer—. Ya es hora de que nuestra invitada se vaya.
Ambos hombres, vestidos de negro, como es costumbre para ellos, ingresan a la habitación y sin ninguna pizca de remordimiento, sacan a la mujer de la cama. Jared amplía los ojos al ver el perfil de la chica, su rostro se encuentra mallugado, al igual que su cuerpo se encuentra lleno de moretones. Es una chica atractiva sin duda. Su cabello color negro azabache, su piel color canela, sus delineadas curvas...sin duda la chica es una obra maestra. Pero para Joseph, es solo una vil y despreciable mujer callejera, una prostituta cualquiera cuya vida no vale más que la de un perro callejero.
La mujer emite incesantes quejidos de dolor mientras es sacada de la habitación por ambos hombres.
—Eres un idiota— farfulla con frustración mientras avanza hacia él de manera violenta—. ¿Qué demonios sucede contigo Joseph?, ¿por qué haces esto? Eres un enfermo.
Toma a su hermano del cuello de su camisa y tira de él con brusquedad, hasta que el contrario tiene que ponerse de puntilla por la diferencia de estatura y la horrible sensación de que caerá. Jared pone su peor cara, intentado intimidarlo, suelta incesantes gruñidos y prensa sus dientes con tanta fuerza que pareciera que en cualquier momento podrían quebrarse.
Joseph lo observa directamente a los ojos, y esbozando una sonrisa burlona se alza de hombros con diferencia. Cuando Jared observa sus ojos, rápidamente dirige su mirada hacia la mesa de escritorio en la cual el menor se encontraba anteriormente; encontrándose con restos de aquel polvo blanco que el susodicho consumió.
Vuelve la mirada hacia su hermano, éste permanece con la irritante sonrisa burlona y nuevamente se encoge de hombros de manera inocente haciéndose el desentendido.
—Llamé al proxeneta para que me enviara a una chica anoche, le dije claramente, una joven. Pero me envió a una de veinticuatro. Y para colmo la muy zorra me preguntó si quería jugar, le respondí...— hace una pausa, posando sus manos en los brazos de su hermano, quien aún lo tiene sujetado del cuello de su camisa—. Por supuesto.
—Eres un salvaje— lo acusa, observándolo con desprecio.
—Creo que ambos lo somos hermano— contesta el joven de manera despreocupada, sin apartar la sonrisa burlona de sus labios—. No tienes ningún derecho a reclamar tú, tú golpeas a mi mini Kath casi a diario, la niña te teme y no es capaz de decirle nada a su "mamá"— hace comillas con los dedos.
Jared amplía los ojos con sorpresa antes de empujar al joven para alejarlo de sí mismo. Odia realmente que el muy maldito siempre lleve la delantera.
—Y ya no me preguntes cómo diablos lo sé— expresa con algo de molestia, mientras recupera el equilibrio y se acerca a él—. Yo lo sé todo de ti, hermano— murmura lo último mientras posa sus manos sobre el abdomen del mayor, por sobre su camisa, y comienza a acariciarlo.
La expresión en el rostro del menor, se torna confusa para Jared, supone que la droga le está haciendo efecto. Joseph tiene la mirada pérdida en la mano que mantiene sobre el abdomen de Jared, su rostro se ve pálido y su labio tiembla ligeramente al mismo tiempo que su entrecejo comienza a fruncirse.
Jared observa a su hermano, la confusión pinta sus facciones, mientras su cuerpo entero se tensa ante el contacto. ¿Qué demonios hace?, ¿Porque actúa de esa forma?
— ¡Detente!— ordena sujetando su mano—. No me toques.
Aparta las manos del menor de sobre él sin dejar de sujetarlas. Joseph levanta el rostro para verlo a los ojos con una ceja arqueada.
Editado: 29.08.2020