La Niña Del Orfanato

Capítulo 38

La intensidad de las pisadas de unos tacones resuena por toda la estancia, esas pisadas son firmes y decididas. La mujer avanza por los pasillos con la frente en alto, mostrando su fuerza y orgullo a todos aquellos curiosos que se asoman por las ventanas de sus oficinas para verla cuando pasa y aquellos quienes ya se encuentran en los pasillos y sin disimulo alguno la acompañan con la mirada mientras camina.

Otra mujer, sentada en un escritorio, permanece erguida en su silla, con una pose superior, observa detenidamente los papeles que reposan sobre su escritorio mientras sostiene un bolígrafo en su mano derecha, preparada para firmar al terminar de leerlos. El sonido de los tacones que rechinan llegan a sus oídos, aun así, no se inmuta y permanece en su asiento con la mirada puesta en los papeles.

—Sea bienvenida señora Johnson, llevo esperándola casi toda la mañana, su puntualidad deja mucho que desear— comenta la mujer una vez que escucha la puerta ser abierta.

—Me disculpo, tenía asuntos que atender en mi empresa— responde Beatriz, simple, mientras se acomoda en la silla frente al escritorio de la mujer, cruza sus piernas y acomoda su cabello alaciado tras su oreja buscando más comodidad.

—Ya veo— contesta la mujer alzando la mirada para verla.

— ¿Todo en orden?— cuestiona, removiéndose en su asiento, un tanto incomoda ante la mirada expectante de la mujer.

— ¿Está usted enferma?— cuestiona al ver la palidez en su rostro.

—La verdad no, nunca me he sentido mejor en la vida— responde, alzando una ceja de manera altanera, aunque es consciente de que ello es una vil mentira. Solo espera no vomitar frente a la mujer—. ¿Podemos continuar con esto?

—Por supuesto, su petición ha sido denegada… que tenga un muy lindo día— informa la mujer esbozando una sonrisa de suficiencia.

—Espere, ¿Qué?— cuestiona confundida ante tal información. Toda la tranquilidad la abandona en ese momento y se remueve en la silla hasta quedar erguida también—. Imposible— dice con expresión confusa.

La mujer del otro lado del escritorio se recarga en su asiento cruzándose de brazos, arquea una ceja y esboza una sonrisa burlona disfrutando del momento.

—Se confió demasiado, señora Johnson. Tal vez usted sea una figura pública en este país por ser la mujer más exitosa y multimillonaria, pero eso no la hace una candidata fiable para confiarle la custodia de esa niña. Usted adoptó a Katy Johnson hace año y medio, y pues, con la ayuda de la madre superiora y otras fuentes pudimos comprobar que usted no está apta para carga con el peso de criar a dos niñas, luego de la muerte de su propia hija.

—Eso es una estupidez— exclama mientras se pone de pie con brusquedad. Su respiración se acelera al mismo tiempo que sus ojos observan con mucho enojo a la mujer.

—La niña le será quitada a su madre hoy mismo. Hay una familia que desea adoptarla, les parece una ternurita.

—Eso no pasará.

—Lo siento Johnson, esto es una verdadera lástima. Le comento que hay otro factor que influyó a la decisión del juez, fue una entrevista realizada hace un año y meses, una fiesta de fin de semana que su madre organizó en su mansión a la ustedes asistieron presentándose por primera vez como una familia; su esposo respondió muy rápidamente que no pensaban adoptar a otro niño en su familia. Para que usted pueda adoptar a una niña, su esposo tiene que estar de acuerdo con ello. ¿No lo cree así?

Beatriz permanece en completo silencio, mientras se limita a observar fijamente a la mujer, deseando profundamente poder quitarle esa estúpida sonrisa burlona de su rostro.

—Lo siento.

Dice de pronto, rompiendo el incómodo silencio que las rodea. La mujer la observa confundida mientras suelta sus brazos y se incorpora en la silla hasta quedar erguida.

—No la detuve, lo siento. Debí detenerla— continúa hablando, mientras lentamente se sienta en su respectiva silla—. Sé que me odias por las cosas que ocurrieron cuando estábamos en la universidad, lo siento. Debí decirle la verdad al decano, que tú no fuiste quien manchó la estatua, ni las paredes, ni rompiste los espejos de los baños, preferí a mis amigas antes que a ti y lo lamento.

—Vaya— formula la mujer mientras se inclina un poco hacia el frente para verla a los ojos—. No sabes cuánto hubiese pagado por escucharte decir eso, hace diez años— comenta antes de estallar en carcajadas—. Debes estar muy desesperada. ¿Qué tiene esa niña de especial?

—Es mi ahijada, daría cualquier cosa por ella.

—Sabes, es gracioso, traes a mi mente recuerdos de esos años. Eras la niña rica de papi, todos querían estar contigo, pero solo elegiste a Rachell y a Marcus como tus amigos, casualmente personas que no eran de tu mismo estatus social. Me rechazaste, y eso que mi padre era casi igual de millonario que el tuyo... también recuerdo al señor Johnson, era muy apuesto, casi igual que Will Smith. Pero fue muy ingenuo al pensar que su hija, una niña mimada, sería capaz de mantener a flote su imperio.

— ¿De qué hablas?— cuestiona la mujer confundida.

—Leí tus estados de cuenta, Beatriz, tienes socios muy importantes, pero si la situación no cambia pronto tendrás que declararte en banca rota. Y no sabes cómo lo disfrutaré.

Beatriz frunce el ceño con molestia, fija sus ojos en la mujer frente a ella. Trata de contenerse para no reaccionar de manera violenta, pero es tan complicado. No hay nada que odie más en el mundo, que el que mencionen a su padre, y peor aún, que insinúen que él se equivocó al confiarle su imperio. Sabe que hay algo mal últimamente en su empresa, y aunque aún no sabe por dónde empezar, lo solucionará pronto.

La mujer le mantiene la mirada, sonriendo con suficiencia, lleva años deseando ese momento; el momento en el que puede decirle todo lo que realmente siente a la gran Beatriz Johnson, la mujer alabada por todo el mundo solo por haber logrado mantener en pie una empresa que, sabe bien que ella también hubiera podido mantener si su padre le hubiese dado la oportunidad.



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En el texto hay: drama, amor familiar, orfanato

Editado: 29.08.2020

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