La Niña Del Orfanato

Capítulo 46

Jared amplía los ojos y se aparta de ella. Su rostro luce realmente aturdido ante la pregunta. Si es lo que sospecha todo se iría al carajo. Beatriz mantiene la mirada puesta en el suelo. Si tan solo pudiera ver sus ojos, sabría a qué se debe la pregunta; no sabe qué pensar.

— ¿Acaso no lo sabías, Jared?— replica impaciente, y alza la mirada en dirección a su esposo. Una mirada llena de rabia.

—No lo sabía.

—No te creo— contesta con voz quebrada—. Tú fuiste, tú lo asesinaste.

— ¿Quién te ha dicho eso?

Beatriz siente mucha rabia, ni siquiera en un momento tan crucial es capaz de decir la verdad. Movida por el enojo, toma los papeles de su bolso y los alza para que él los vea.

—Mataste a mi padre, Mataste a otras personas e intentaste matarme a mí… ¡nuestra hija murió por tu culpa!

—No es cierto, Beatriz. ¿Por qué creerás en esos papeles?

—Acabas de violar a esa pobre chica… y tuviste el descaro de decir que ella te estaba coqueteando… ¿Crees que no me doy cuenta cómo la observas tan descaradamente?

— ¡Por Dios! Eso no es cierto, Beatriz. Nada de esto, ni lo que dicen esos papeles, ni lo que crees que pasó con esa prostituta.

— ¡Eres un imbécil!— grita Beatriz, frustrada—. No tienes vergüenza, yo lo vi con mis propios ojos.

—Beatriz…— habla con suavidad intentando convencerla. Pero la mujer no le presta atención, y solamente rebusca dentro del portafolio alguna cosa—. Ya te he dicho que nada de lo que está en esos papeles es real… por favor, no dudes de mí. Tú eres lo único que tengo, y eres lo que más amo en esta vida.

La mujer no responde a sus palabras, en su lugar toma lo que buscaba en el interior del portafolio y lo avienta en dirección a Jared.

—Eso, eso no es amor— se limita a decir con mucha ira reflejada en su mirada.

Jared observa con ojos muy amplios las fotografías que yacen en el suelo. Las reconoce sin duda alguna; todas son de él, justo en el momento en el que cometía los actos. Maldice internamente a su hermano, de verdad tenía un espía siguiendo cada uno de sus pasos en los últimos cinco años.

—Nos vamos a divorciar— dice esas palabras con tanto dolor, como si alguien desgarrara su garganta—. Y pondré una denuncia en tu contra... eres un maldito asesino.

—Yo no soy un asesino— responde seco sin voltear hacia ella.

— ¡Mataste a mi papá!, ¡Y también a mi bebé!— vocifera entre lágrimas—. Violaste a Susan, que es como una hija para mí, y golpeaste a mi hija repetidas veces… ¡eres un maldito! Te pudrirás en prisión.

Jared, quien solo se ha limitado a observar fijamente las fotos, alza la mirada en dirección a su mujer. Todo por lo que ha luchado, todo lo ha conseguido hasta ese momento está a punto de desaparecer. Eso no va a permitirlo.

—Tu destino era morir desde el primer momento en el que te fijaste en mí, Beatriz. Tenía que evitar en lo más posible tener una relación real contigo, no debió haber nacido Melody… todo debió terminar el primer año de que aceptaras ser mi esposa.

— ¿Alguna vez fui para ti algo más que un maldito pez gordo?, ¿Alguna vez me amaste de verdad?

Jared presiona sus labios con fuerza mientras la observa fijamente. El rostro de la mujer está manchado en lágrimas. Siente una opresión en su pecho al verla en ese estado, realmente le duele lo que ocurre. Pero no puede echarse para atrás en su decisión… no debe sentir nada.

—Nunca debimos haber llegado hasta este punto— comenta con expresión nula y avanza hacia ella a grandes zancadas.

Beatriz nota la hostilidad con la que el hombre se aproxima hacia ella, el miedo la obliga a retroceder, y cuela su mano en el cinturón de su pantalón en busca del arma. Al tomarla, no duda ni un segundo en apuntarla directamente hacia él; quien por vivo instinto frena en seco al ver el cañón de acero apuntándole.

— ¿Piensas matarme?— inquiere con burla—. No eres capaz.

—No te acerques más a mí— advierte intentando retroceder más, pero choca contra la pared.

—Has vivido días de gracia, Beatriz. Ya es tiempo de que te reúnas con nuestra hija.

Beatriz abre los ojos con horror al mismo tiempo que un escalofrió recorre su cuerpo entero, causando que sus manos tiemblen. Jared acorta el espacio entre ambos; Beatriz, asustada, cierra los ojos con fuerza y presiona el gatillo.

Solamente se escucha un clic. La mujer abre los ojos de golpe y sus piernas flaquean al ver al hombre frente a ella sosteniendo el cañón de la pistola con su mano izquierda mientras una sonrisa prepotente se dibuja en sus labios.

—Tenías que haberle quitado el seguro.

Antes de que ella pueda reaccionar, Jared arrebata el arma de sus manos, aventándola hacia una esquina, antes de sujetarla del cabello con mucha fuerza. Beatriz intenta defenderse, pero él es más fuerte que ella por lo que sin ningún problema hace que ella caiga al suelo, aún sin soltar su cabello.

—Esto terminará pronto, mi amor— dice mientras suelta su cabello y la empuja con fuerza contra el suelo. Se coloca a horcajadas sobre ella y extiende sus manos por sobre su cabeza, inmovilizándola.

— ¡Suéltame! —suplica Beatriz, asustada. Comienza a tirar patadas al aire intentando librarse de él.

Jared la observa por cuestión de segundos, su rostro luce tan frio que la mujer tiembla bajo su cuerpo, aterrorizada. La observa y no hace nada más, sola la observa… ya es hora. Libera las manos de Beatriz y las suyas aterrizan sobre la cabeza de la mujer, enreda sus dedos en las hebras negras, que ya comienzan a recuperar sus rizos naturales, por cuestión de segundos, luego los libera y los dedos de ambas manos comienzan una gira por el rostro de la mujer, rozando con sus dedos y delineando cada una de sus facciones.

Beatriz comienza a golpear su pecho con fuerza, intenta apartarlo pero parece no surtirle ningún efecto al hombre que continúa su camino de exploración. Al llegar a su barbilla y sujetarla con su dedo índice y anular, Jared se inclina hacia ella y estampa los labios contra los suyos. Beatriz amplía los ojos con sorpresa y, aun así, continúa intentando librarse de él propinándole fuertes golpes. Jared invade su boca de una manera brusca, de una manera muy salvaje, mientras sus manos bajan hasta aterrizar en el cuello de la mujer y, sin ninguna pizca de duda en su acción, comienzan a estrangularla.



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En el texto hay: drama, amor familiar, orfanato

Editado: 29.08.2020

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