Katy permanece de pie tras el mostrador, colocándose de puntitas e intentando alcanzar a ver las acciones del hombre que se encuentra sacando la cuenta. Tanto ella como Benjamín, esperan a que el señor les pase la cuenta para saber si les ajustará para algo más.
Lastimosamente no es así, el dinero ha resultado estar exacto, y el hombre judío puede ver la decepción plasmada en el rostro de sus pequeños clientes. Sin pensarlo mucho, toma un par de dulces y se los ofrece con una pequeña sonrisa. De todas maneras, los niños se han convertido en sus clientes más fieles las últimas semanas. Benjamín y Katy agradecen con mucha emoción mientras toman los dulces y las bolsas de compras… el día de hoy Sasha preparara pasta, ambos están emocionados por comer pasta.
—Nos vemos luego, señor Marshall— dicen ambos mientras se disponen a salir de la tienda, pero antes de que siquiera den un paso lejos de mostrador, un par de jóvenes ingresan al lugar con mucha brusquedad.
— ¡No se mueva!— grita uno de ellos, mientras el otro hace un disparo de advertencia, espantando a ambos niños, quienes apoyan sus espaldas contra el mostrador, realmente asustados.
—Señor Marshall, no queremos hacerles daño. Por favor colabore— dice el otro, ambos tienen el rostro cubierto con pasamontañas. Están cubiertos de pies a cabeza y llevan sus manos cubiertas con guantes.
—Salga de detrás del mostrador y colóquese aquí, junto a los niños— indica el primero que habló hace un rato, a diferencia del otro, éste utiliza un tono de voz brusco y amenazante.
El judío de edad mediana alza la barbilla, mostrándose orgulloso y sin intimidarse por los dos muchachos armados que ingresaron a su tienda, no es la primera vez que esto pasa y nunca antes los había dejado salirse con la suya; pero, justo en ese momento puede escuchar los sollozos de los niños que se encuentran frente al mostrador. No puede hacer algo tonto con ellos presentes. Sin pesarlo más, obedece al desgraciado y sale de detrás del mostrador con ambas manos alzadas.
El joven que usa el tono de voz más amable, salta hacia detrás del mostrador y comienza a embolsar el dinero de la caja registradora. Mientras el otro avanza de manera peligrosa hacia los niños que chillan de terror. Al notar su cercanía, Benjamín suelta las bolsas que carga y envuelve a Katy con sus brazos de manera protectora. Hasta que el asaltante lo sujeta del brazo y lo separa por la fuerza.
—Vayan a la esquina, junto al anciano— ordena con voz firme y severa, antes de fijar su mirada en Katy, quien se queda paralizada en su lugar viendo el arma en la mano del mismo—. ¿Que no escuchaste lo que te dije? Mocosa— exclama furioso mientras sujeta el brazo de la niña con brusquedad.
— ¡No la toques!— grita Benjamín, sintiendo su sangre arder mientras sujeta el brazo del mayor y tira de él intentando hacer que suelte a la niña.
Éste, realmente furioso, suelta a la Katy y empuja al menor con una mano, causando que caiga al suelo. Lo observa con mucho enojo, antes de colocar el arma contra su frente.
— ¡No!— exclama el señor Marshall y en un movimiento rápido sujeta las manos del maleante apartando el arma del rostro del niño.
Ambos comienzan una lucha por tomar el control del arma, el señor Marshall hace un esfuerzo realmente grande al encontrarse luchando contra un joven que le dobla en fuerza y energía; entonces, finalmente cede incapaz de continuar. El asaltante lo empuja con fuerza y dispara el arma pero, para su suerte, la bala solo roza su brazo causándole una herida superficial.
— ¡Oye! ¿Qué hiciste?— exclama el otro mientras avanza hacia su compañero—. Prometiste que no le haríamos daño— le reclama. Se espanta al notar a su compañero apuntarle ahora a él.
—Mentí— sin mediar alguna otra palabra, tira del gatillo, dándole directamente en el entrecejo a su compañero. Una vez que éste se ha desplomado en el suelo, se inclina para tomar el dinero y posteriormente salir corriendo.
—Tranquilos niños, ya todo estará bien. Manténganse ahí, con los ojos cerrados— susurra el señor mientras se arrastra con las pocas fuerzas hacia el cadáver para apartar el pasamontaña de su rostro.
Cierra los ojos con fuerza y suspira con pesar; sí, lo conocía. Maldice a las maras y las pandillas, maldice a la pobreza que arrastra a jóvenes buenos al camino de la delincuencia. ¿Cuándo acabará?
Ambos niños permanecen en el suelo, abrazados el uno al otro con temor de hacer cualquier movimiento. Ambos mantienen los ojos cerrados con mucha fuerza tratando de hacerse invisibles en ese momento. Benjamín no le teme al estruendoso ruido del cañón, los escucha casi a diario, pero Katy, ella solo lo ha escuchado una vez, y fue el día en el que su vida cambió de golpe y perdió a su mamá.
— ¡Benjamín! ¡Katy!— Sasha aparece fuera de la tienda, corriendo.
La mujer ingresa a la tienda, vistiendo un viejo vestido que se encuentra mojado en la zona de su abdomen, se encontraba lavando cuando escuchó los disparos y se asustó en gran manera. No lo pensó dos veces antes de correr en dirección a la tienda. Amplía los ojos al ver la desgarradora escena.
— ¡Mamá!— exclama Benjamín mientras se separa de Katy y se pone de pie con rapidez, observa al joven tendido en el suelo y palidece.
—Señor Marshall, ¿se encuentra usted bien?— cuestiona la mujer con angustia.
—No te preocupes Sasha. Yo estaré bien… ahora, tiene que llevarse a los niños de aquí antes de que llegue la policía, sabe lo que esos malditos corruptos harán, son capaces de llamar a los del servicio de protección infantil y culparnos a nosotros.
—Es Erick, mamá— susurra el niño observando el cadáver del joven. Un chico de cabello castaño, su tez es realmente pálida; y sus ojos abiertos luego de fallecer y sin brillo, son de un color azul cielo vibrante. Era un joven realmente apuesto.
—Cuídate mucho Benjamín, no vayas a terminar igual que él— dice el hombre con voz quebrada.
Editado: 29.08.2020