La Niña Del Orfanato

Capítulo 57

Susan y Alex observan distraídamente una pintura en la pared, la cual es la única que adorna la estancia. Llevan un buen rato tratando de descifrarla, ya que a simple vista sólo es un montón de garabatos catalogados como “arte”.

—Me rindo— dice Alex, suspirando exasperadamente—. Esa pintura no tiene sentido.

—Tampoco le veo alguna forma, solo son muchos colores— responde Susan riendo.

—Señor Wesley, él lo atenderá ahora— anuncia la recepcionista del lugar.

Alex asiente con la cabeza, se despide de Susan y se pone de pie para dirigirse hacia la oficina del psicólogo, quien se supone lo ayuda con ejercicios para recobrar la memoria. Susan, por su parte, permanece sentada en la banca, bosteza sintiéndose agotada; Alex no la dejó dormir en toda la noche.

—Estuvo contándome muchas anécdotas de cómo era todo antes del accidente— le cuenta Alex al psicólogo—. Todavía me pregunto ¿qué vio en mí?

—No te presiones tratando de encontrar respuestas a preguntas que no van al caso, Alex.

—Pero, ¿ya la vio? Es bellísima. No puedo evitar que mi cuerpo reaccione cuando estoy junto a ella. Siento que… que no debo tocarla, que debo respetar su cuerpo, al extremo de… de ni siquiera desear imaginarlo desnudo.

El psicólogo arquea una ceja, observando al chico con confusión. El tema ha ganado su total atención, quizás esa mujer sea la respuesta a todas las interrogantes.

—Alex— se aclara la garganta—. ¿Por qué crees que no debes tocarla?

—Siento que podría hacerla enojar, que se molestaría tanto conmigo que no me querría a su lado… y de verdad amo estar junto a ella.

—Cierra los ojos— le indica el psicólogo—. Creo que nos hemos esforzado por intentar recordar tus experiencias con las personas equivocadas… hay que recordarla a ella, cómo influyó en tu vida, si positiva o negativamente. Ella debe ser la respuesta.

Susan continúa viendo fijamente la pintura, siente que han pasado horas desde que Alex ingresó en esa oficina y aún no sale. Suspira rendida y se recarga contra la pared, se recostaría en la banca, pero debe estar muy fría a causa del aire acondicionado.

El sonido de su teléfono hace que se sobresalte del susto, ganándose una mirada llena de reproche por parte de la recepcionista a causa del ruido. Rápidamente rebusca en su bolso hasta encontrarlo, al mirar la pantalla, su corazón da un brinco en su pecho. ¿La decisión ya está tomada?

—Hola, ¿señora Clara? Sí, ¿qué dice?— frunce el entrecejo.

La puerta del consultorio se abre y Alex cruza el umbral de la puerta, luciendo realmente aturdido.

—Le agradezco que me haya informado— dice la chica, limpiando una lágrima que se resbala por su mejilla. Sorbe su nariz y cuelga la llamada.

Desliza lentamente el teléfono de su oreja hacia sus labios, cierra los ojos con fuerza y un pequeño sollozo se le escapa, siente una gran opresión en su pecho, es algo que le dificulta respirar. Se obliga a sí misma a tranquilizarse, recordando haber visto al joven salir.

— ¿Alex?— lo llama con voz temblorosa.

—Se acaba de dirigir hacia la salida— le señala la recepcionista.

Susan frunce el ceño, ¿Se fue sin ella? Rápidamente guarda su teléfono en su bolso para luego apresurarse hacia la puerta y salir del edificio.

— ¡Alex!— llama al verlo a la orilla de la calle.

—Pensé que no quería recordar por lo que pasó con Melody… eso dijo Karina— dice el joven con voz quebrada.

— ¿De qué hablas?

—Fue mi culpa, lo que te pasó.

— ¿Qué?

—Me molesté contigo, no recuerdo porqué me enojé, pero ese día me fui, te dejé sola.

Susan alza ambas cejas al comprender a lo que Alex se refiere. El día que José, el hombre de traje, la atacó. Baja la mirada y suspira profundo, de haber sabido que ese era el motivo por el que el chico no recuperaba su memoria hubiera intentando solucionarlo desde un principio.

—No fui capaz de protegerte, ni a Mell. ¿Sabes que recordé de ella? No fue la sonrisa que tenía en las fotos. No, fue una mirada llena de terror y dolor… eso me lastimó, el saber que yo pude haberlo evitado— rompe en llanto.

Susan lo observa, realmente conmovida. No puede evitar sentirse culpable por lo que le pasa a Alex. No quiere que él se sienta culpable también, y se aleje de ella, ahora lo necesita más que nunca.

—Alex— dice con suavidad mientras se acerca a él—. Tú no tienes la culpa, el hombre que me atacó me conocía desde antes… no sé si recuerdes esto también, pero yo…

—Eras una prostituta— concluye por ella—. Sí, lo recordé— alza la mirada hacia ella, sin importar que su rostro se encuentre rojo a causa del llanto—. Y eso no me importa, no me importaba antes y no me importa ahora.

— ¿Aun así te preguntas por qué me enamoré de ti?— cuestiona esbozando una sonrisa torcida—. Lo que pasó esa noche, no fue tu culpa; fue culpa de mi pasado. Pero, ya lo estoy superando, y Mell ya no tiene miedo, creo que ya superó por completo lo que pasó esa noche, es una niña.

— ¿Tú crees que ella querrá verme? De verdad me gustaría verla.

Susan lo observa directamente a los ojos, con la mirada cristalina. Recuerda la llamada de Clara y suspira profundo.

—Pues, respecto a eso— acorta el espacio entre ambos y envuelve sus brazos alrededor del abdomen del joven, abrazándolo a la espera de ser correspondida—. Me llamaron los de protección infantil.

Alex asiente con la cabeza, sintiendo como una oleada de tristeza lo invade. Susan le contó lo ocurrido, es consciente del porqué la niña no se encuentra junto a ella, y sabe que eso la atormenta en gran manera, y aunque no la recuerde, a él también.

—Alex, tomaron la decisión de devolvérmela.

Él la sujeta de los antebrazos y la empuja con suavidad para poder verla a los ojos.

— ¡¿Qué?!— pregunta, sorprendido, esbozando una enorme sonrisa.

—Sí, solo tengo que esperar unos días y me la devolverán. Estoy muy emocionada.

—Y yo igual, ya quiero verla y poder recordarla por completo. Gracias Susan, gracias por no rendirte conmigo.



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En el texto hay: drama, amor familiar, orfanato

Editado: 29.08.2020

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