La mañana avanza lentamente, demasiado lento, según el hombre de ojos grises que se encuentra sentado en su silla detrás del escritorio. Observa el reloj una y otra vez; su corazón se acelera a cada minuto que pasa. Frota sus manos con desesperación, pensando en qué debería hacer… sentarse en su escritorio a esperar la noticia y lucir devastado es la mejor opción. Pero no puede, no lo soporta, necesita beber y embriagarse.
Decidido a irse, ordena los papeles en su escritorio y se pone de pie. Luego de arreglar su maletín, se apresura a salir de su oficina. Se despide con amabilidad de cada uno de sus empleados, sorprendiéndose ante el hecho de que Rachell no ha aparecido en todo el día. Este sería un gran momento para que ella le hiciera compañía.
Una vez fuera de las instalaciones de la empresa y con su auto en marcha, decide que prefiere irse a casa y beber… beber hasta sentir que ya no puede. Tal vez ebrio pueda fingir mejor el papel de esposo angustiado. Si es que realmente será fingido. Realmente lamenta que la niña tenga que morir también; él no es un infanticida.
Pasado el mediodía, del otro lado de la ciudad, Beatriz y la niña caminan por la calle del parque mientras Katy degusta de un delicioso helado. Beatriz suelta una media risa al notar el extraño cambio de actitud en la menor, ha vuelto a ser la misma niña adorable de siempre. ¿Tanto le molestaba ese auto? La verdad eso le resulta realmente extraño. Bueno, supone que los niños son así.
— ¿Quieres probarlo?— cuestiona la niña mientras extiende el helado sabor vainilla con galleta oreo.
Beatriz arquea una ceja observando a la niña con una sonrisa divertida, lleva toda la mañana ofreciéndole de todo lo que come. Seguido de observar a la niña, observa su yogurt… definitivamente el helado se ve más apetitoso.
—Me encantaría mucho, ya olvidé la última vez que comí un helado— responde en tono gracioso, colocándose a cuclillas frente la niña.
Ajena a las verdaderas intenciones de la niña, se inclina un poco hacia el helado, es cuando Katy la sorprende, aprovechando ese momento para tomar un poco de helado con sus dedos y juntarlo en la nariz de la mujer. Ella amplía los ojos, mientras retrocede un poco para observar a la niña con evidente sorpresa.
Katy suelta una media risa, viendo cómo la mujer toma un pañuelo de su bolsillo para limpiar su nariz. Beatriz la observa fijamente, intentando permanecer seria, pero le resulta imposible, y lentamente esboza una enorme sonrisa maliciosa para luego atrapar a la niña entre sus brazos; causando que ésta deje caer el helado al suelo, entre risas gracias a las cosquillas que la mujer me propina.
La fuerza ejercida por ambas causa que caigan sobre el pasto, mientras todos a su alrededor las observan. Para algunos es una escena un poco inusual; pero, para otros, es lo más adorable y divertido que han visto. Por suerte, ambas andan en pantalones vaqueros cosa que es inusual en la vestimenta de la adulta.
Beatriz termina con la guerra de cosquillas, tomando a la niña entre sus brazos y abrazándola con fuerza mientras ambas permanecen recostadas sobre el pasto. Beatriz deja de reír y observa a la niña fijamente, observa cada una de sus facciones. Lentamente la sonrisa va despareciendo mientras piensa en el futuro, el temor se apodera de ella, realmente no sabe qué hará si algún día Katy decide dejarla para siempre.
—Mamá— murmura la niña sosteniéndole la mirada.
Beatriz parpadea un par de veces y luego esboza una enorme sonrisa. Sí, debe agradecer a Dios la oportunidad de vivir tan grandes alegrías. Ya no debe pensar negativamente.
—Ya es hora de ir al Centro comercial, cariño— comenta mientras ambas se incorporan hasta quedar sentadas sobre el pasto—. ¿Quieres que te cargue hasta el auto?
La niña niega con la cabeza como respuesta mientras, entre risas, se pone de pie y ayuda a su madre a levantarse.
—No puedes cargarme— infla las mejillas—, ya soy una niña grande.
—Oh no, yo no quiero que crezcas— dice la mujer dibujando un puchero con sus labios—. Quiero que siempre seas mi bebé.
—Sí, lo soy— concluye tomando la mano de Beatriz para juntas avanzar hacia el auto—. Es solo que, ahora soy tu niña grande.
Beatriz esboza una enorme sonrisa mientras ambas caminan tomadas de las manos, se siente tan feliz de tener a su lado a la pequeña que le alegra sus días. Esta es una segunda oportunidad que no piensa desperdiciar.
Conduce durante media hora hacia el centro comercial, lleva las ventanas abajo y la radio sonando a volumen alto mientras ambas cantan la canción Firework de Katy Perry. La niña canta muy animada mientras se remueve en el asiento trasero al ritmo de la música, Beatriz la observa a través del espejo retrovisor con mucha emoción sin descuidar el camino.
Al llegar al centro comercial, Katy se apresura a quitarse el cinturón de seguridad y bajarse del auto. Beatriz apaga el motor del auto y toma su bolso del asiento del copiloto. Frunce el ceño ligeramente al notar el portafolio sobre este; es cuando recuerda al hombre que se lo entregó esta mañana.
«Puedo revisarlos un poco mientras Katy escoge sus cosas»
Piensa mientras los toma y, con ellos en mano, sale del auto para dirigirse hacia la entrada en donde su hija la espera.
***
Susan avanza rápidamente por los pasillos del hospital; observa su reloj de mano y aligera más sus pasos. Había olvidado que debía entregar los resultados de algunos exámenes a uno de los médicos en turno antes de las tres de la tarde, ya casi son las tres y media.
—Susan, tienes una llamada— le informa la recepcionista una vez que la observa volver—. Deberías tomarte un descanso, te ves exhausta.
—Sí, lo sé— suspira agotada—. El doctor Smith me deberá muchos días de vacaciones cuando vuelva.
Editado: 29.08.2020