24 de febrero del 2007
El cielo se encuentra totalmente nublado y el viento sopla con fuerza sacudiendo los pequeños tulipanes holandeses crecientes en los alrededores del Orfanato “Family Heaven”. En el interior de este, la vieja residencia está conformada en la planta baja por una enorme cocina, al igual que un comedor; un aula de clase, y una sala de descanso unida a la planta de arriba por unos viejos y angostos escalones de madera, que permiten el acceso hacia las habitaciones de los niños y monjas, al igual que la oficina de la madre superiora.
Las risas de los niños llenan la estancia y, al igual que sus pisadas, hacen chirrear el piso de madera; hasta el momento son una cantidad exacta de cuarenta y cinco niños huérfanos, de los cuales treinta se encuentran en el aula de clases; catorce juegan en la sala de estar; y en esa misma sala, una niña permanece sentada frente a la ventana observando con nostalgia la entrada al orfanato.
— ¡Mira que niña más fea!— dice uno de los niños en tono burlesco y todos comienzan a reír.
—Sí, eres tan fea que ni tu mamá te quería. Por eso no volvió— comenta otro niño y todos ríen más fuerte.
—Sí, por eso los padres adoptivos no te quieren, porque eres fea— añade otra pequeña mientras juega con su cabello dorado.
La pequeña castaña no responde nada y permanece sentada frente a la ventana, baja la mirada y abraza su muñeca tratando de ignorar a los niños que la molestan. No se explica porque son tan malos con ella, si prácticamente todos han estado juntos desde hace dos años.
— ¡Oye niña fea!, dame esa muñeca— impera uno de los niños arrebatando el objeto de sus manos.
Katy se pone de pie de manera brusca, tratando de contener las lágrimas que se acumulan en sus ojos, su corazón late con fuerza al ver al niño sujetar del cabello su preciada muñeca y sacudirla.
—Es horrenda, se parece tanto a ti— comenta con burla, viendo la muñeca con desprecio mientras tira de su cabello.
—Devuélvela— pide entre sollozos.
Katy da un paso hacia adelante, acortando el espacio entre el niño y ella. El niño sonríe con malicia, avizorando hacia una niña que recorta papeles. Katy conoce sus intenciones, por lo que intenta tomar la muñeca, pero el niño es más alto, por lo que sin ningún problema alza la muñeca impidiéndole alcanzarla.
—Devuélvemela— replica mientras salta intentando alcanzarla.
—Oh, la nenita quiere llorar— se burla otro niño haciendo un falso puchero con los labios.
El resto de los niños comienzan a reír de manera escandalosa, la niña se detiene y observa a su alrededor ampliando los ojos, sus mejillas comienzan a arder, se siente muy avergonzada, y peor aun cuando siente las lágrimas rodar por sus mejillas. Dirige su mirada hacia el niño que sostiene su muñeca, éste continúa riéndose causando que la niña sienta su sangre arder de enojo; la frustración y la desesperación se apoderan de ella. No lo soporta más y reacciona de manera violenta contra el más grande, propinándole un puntapié en su rodilla.
— ¡Sor Edith!, ¡Sor Edith!
El llamado de las niñas gemelas toma por sorpresa a la monja encargada de impartirles las clases, mientras que las otras cinco mojas se dividen los trabajos de limpieza, lavandería y cocina. La mujer las observa con molestia, debido a la interrupción, pero su expresión cambia a una más curiosa al notar el rostro de las niñas.
— ¿Qué ocurre?— pregunta arqueando una ceja con curiosidad.
— ¡Es Katy!— responden ambas al unísono.
— ¿Katy?— pregunta, frunciendo el ceño.
No podía ser alguien más, esa niña le sacará canas verdes.
La mujer avanza con rapidez por los pasillos junto a las gemelas, a lo lejos puede escuchar el tumulto que la obliga a apresurarse. Al cruzar el umbral, amplía los ojos de manera exagerada al ver a Katy prácticamente estrangulando a aquel niño para luego repartirle golpes bruscos en la cara.
— ¡Katy, basta!— ordena la mujer sujetando a la niña para separarla del niño.
Katy comienza a gritar y a patalear una vez que siente las manos de la mujer sujetarla, consiguiendo que lo soltase.
— ¡Es un monstruo!— gritan los otros niños horrorizados mientras observan a la niña intentar liberarse de la mayor.
— ¡Suélteme!— chilla. La mujer la baja y toma su mano, presionándola con fuerza para luego llevársela a rastras. Bajo la mirada de reproche de todos los niños, Katy tira de su mano zafándose de su agarre para luego correr hacia donde se encuentra el niño llorando y tomar su muñeca del suelo.
—Siempre es lo mismo contigo, eres una niña muy malcriada, por eso nadie te quiere adoptar—dice la mujer irritada. Vuelve, toma la mano de la niña y tira de ella con fuerza para obligarla a caminar.
Katy no responde nada, ni trata de zafarse del agarre, solo sujeta con fuerza su muñeca para no dejarla caer mientras avanzan gradas arriba para dirigirse hacia la oficina de la madre superiora. Mientras, chilla de dolor cada vez que sor Edith tira de su mano.
— ¡Madre superiora!— llama sor Edith golpeando la puerta con brusquedad.
—Sor Edith, ¿qué ocurre?— cuestiona la mujer al abrir la puerta, observándola con el ceño fruncido por la manera tan escandalosa de tocar la puerta.
—Es Katy de nuevo— responde la mujer tirando del brazo de la pequeña para hacerla entrar a la fuerza.
La niña presiona su muñeca contra su pecho, mientras ingresa a la oficina de la madre superiora, dejando atrás a ambas mujeres que la observan fijamente, una con curiosidad y la otra con reproche.
—Yo me encargaré sor Edith, puede volver a sus quehaceres— indica la mujer de sesenta y ocho años, soltando un suspiro cansado.
Sor Edith mantiene su mirada fría puesta en la niña, quisiera escuchar lo que la niña tiene que decir, pero sabe que no puede quedarse ya que debe ir a supervisar al resto de los niños.
Editado: 29.08.2020