—Mami, ¡Vamos! —grita la menor con emoción mientras camina dando saltitos, tomada de la mano por el hombre de traje.
El rostro de la niña refleja mucha emoción ante la idea de ir de paseo con su madre, lo extrañaba tanto. Desde que se mudó al orfanato solo ha podido verla un poco en la noche. Pero su madre no muestra la misma emoción, al contrario, el corazón de Kath comienza a latir a mil; no sabe qué hacer ante la situación que se representa. Conoce las intenciones de ese hombre. Nadie que consulte a Trey es una persona decente.
— ¡Vamos Kath!— grita el hombre esbozando una sonrisa burlona ante la expresión de preocupación en el rostro de la mujer—. Nos divertiremos como nunca.
Katherine suspira profundo tratando de encontrar valor para enfrentarlo, no lo permitirá, no permitirá que ese hombre se lleve a su hija. Es su pequeña a la que él planea llevarse y no lo permitirá, luchará por ella, aunque le cueste la vida.
— ¡Alto!— grita desde su lugar, el hombre junto a la niña y sus guardaespaldas se detienen al escucharla y giran sus cabezas en su dirección, esperando a que diga lo que tenga que decir—. Katy, ven acá, mi amor— se dirige a la pequeña, quien asiente con la cabeza e intenta obedecerla, pero el hombre no se lo permite al presionarle la mano con fuerza.
—Por favor Kath, solamente vamos a jugar un rato —insiste el hombre sonriendo con descaro mientras carga a la niña en sus brazos—. Además, planeo pagarte cada hora.
Kath amplía los ojos con horror al mismo tiempo que sus manos se cierran en puños al sentir que su sangre comienza a arder de enojo, su pulso se acelera y sabe que si no hace algo pronto, la vida de su hija peligrará. En un movimiento rápido arrebata el arma que Trey siempre lleva en su cinturón y les apunta con ella, los guardaespaldas rápidamente intentan sacar las suyas, pero ella les apunta a ellos también.
—Ni se les ocurra o les dispararé a todos— amenaza incluso a Trey quien levanta las manos en señal de paz.
—Pff, ella no le disparará a nadie— comenta el hombre burlón mientras acaricia el cabello de la niña.
Kath suelta un gruñido de frustración al verlo desafiarla de esa manera, y peor aún, al verlo tocar el cabello de su hija. Mantiene su mirada azuleja puesta en la griseada del hombre, demostrándole que no le tiene ni una pizca de miedo al quitar el seguro al arma y apuntarle a él. La sonrisa en el rostro del hombre desaparece al verla manipular el arma.
—Suelta a mi hija— ordena presionando su mandíbula al igual que su agarre en la empuñadura del arma.
La niña observa a su madre y posteriormente al hombre que la tiene en brazos, ella no está asustada, no entiende nada de lo que ocurre; para ella no es extraño ver un arma, su madre siempre tenía una guardada y le prohibía tocarla, como antes vivían en un lugar peligroso, su mamá siempre tenía un arma y le decía que era un juguete para adultos.
—No dispararás frente de tu hija— insiste volviendo a esbozar su irritante sonrisa ladina.
Kath pone los ojos en blanco soltando un suspiro exasperado, antes de disparar a un lado, muy cerca de los pies del hombre de traje, causando que todos se sobresalten.
— ¡Maldita sea!
— ¡Suelta a mi hija! —repite amenazante.
El hombre la observa sumamente molesto, una ira tan cercana; mientras, deposita a la niña sobre sus pies y se incorpora nuevamente sin despegar la mirada del rostro de la chica. La niña sonríe contenta mientras corre hacia su madre sin soltar su muñeca.
— ¡Mami ¿ya empezó el juego?! —cuestiona con inocencia.
—Katy mi amor, quiero que vayas a casa, ¿sí? —dice sin dejar de apuntarle a los hombres.
—Pero mami, yo quiero ir a jugar con ustedes—responde haciendo un puchero mientras patalea disgustada. No quiere volver allá, quiere quedarse con ella.
—Sí, Kath, la niña quiere jugar— replica el hombre sonriendo con picardía mientras arquea una ceja en dirección a la chica.
El cuerpo de Kath se estremece en gran manera y siente su sangre arder, desearía poder dispararle en ese momento y asesinarlo, pero no puede hacerlo, su hija está presente y aparte tendría muchos problemas con la policía.
—Katy, ve a casa, mamá tiene asuntos que resolver, pero iré tras de ti.
La niña hace un puchero con los labios, triste ante la idea de irse sola nuevamente al orfanato; no se supone que fuese así, se supone que su madre tiene que ir con ella a cantarle. Se aferra con fuerza a la pierna derecha de su madre y la abraza, al mismo tiempo que ella acaricia su cabello sin dejar de apuntarle a los hombres.
— ¿Iras a cantarme?— pregunta sin separarse de ella—. Mami ven conmigo, no quiero que te quedes.
Kath parpadea varias veces al escuchar la suave voz de su hija, la niña se muestra triste y eso le destroza el corazón, es por ella misma porque tiene que protegerla.
—Mi amor, te prometo que te iré a buscar, tú y yo viviremos juntas y felices para siempre — promete Kath bajando un poco la guardia para inclinarse y besar su mejilla. Se incorpora rápidamente al notar un pequeño gesto en uno de los guardias, sabe que debe estar alerta—. Ahora vete amor, corre y no te detengas hasta llegar ¿Ok?— ordena con voz temblorosa y las lágrimas acumuladas en sus ojos comienzan a rodar por sus mejillas mientras la niña voltea y se aleja de ella.
—Adiós señor— dice la niña con amabilidad mientras pasa del lado al hombre.
Éste se despide de ella con un gesto de mano, mientras su ceño permanece fruncido en dirección a la madre de la niña. Katy se detiene un minuto y se gira hacia su madre, esboza una pequeña sonrisa y se despide de ella agitando su mano, antes de girar nuevamente y comenzar a correr alejándose.
—Es peligroso que se vaya sola, Kath— señala el hombre, mientras prensa su mandíbula con fuerza y cierra sus manos en puños.
— ¡Calla! —grita la chica irritada.
Sus lágrimas se desbordan de sus ojos al repetir una y otra vez en su mente la escena de su hija despidiéndose de ella. No lo soportará, no podrá vivir sin su pequeño ángel. No importa lo que le haya dicho a la madre superiora el día anterior, se retracta, una y mil veces. No abandonará a su hija y cree saber una manera de lograr salir de esta situación.
Editado: 29.08.2020