Sor Edith avanza por los pasillos de las habitaciones del orfanato supervisando que los niños ya estén dormidos, a veces desearía estar en otro lugar, una selva amazónica o en un barco en medio de un huracán, cualquier lugar menos ese orfanato, rodeada de ese montón de bichos... Oh perdón, niños.
Frena rápidamente cuando se encuentra frente a la habitación donde duerme Katy, se acerca a la puerta y frunce el ceño mientras acerca su oído, consigue escuchar la voz de la madre superiora hablando con la niña, diciéndole que todo estará bien y que su madre volverá algún día.
— ¡Maldición!, lo que debe hacer es decirle la verdad a ese engendro de una vez por todas.
Con cuidado de no hacer ruido, abre la puerta de la habitación, asoma su cabeza por la abertura y luego se adentra de brazos cruzados. Rápidamente todos los niños dirigen su mirada hacia ella, Katy se encoje en la cama con miedo. La mirada seria y fría de la mujer la hace sentir intimidada. La madre superiora frunce el entrecejo confundida al notar el cambio de semblante en la niña, gira su cabeza en dirección a la puerta, su rostro cambia de amable a molesto en un momento.
Sor Edith pone los ojos en blanco mientras observa a su alrededor al resto de los niños, es consciente de que ellos tienen que escuchar cómo a diario la madre superiora le cuenta lindas historias a Katy acerca de que su madre volverá algún día, ¡Patrañas! Esa mujer ya está donde pertenece.
Su mirada se posa en las camas de las gemelas quienes observan con nostalgia hacia donde se encuentra Katy. Sabe lo que ocurre, sabe que esas niñas y todos los niños en esa habitación desearían tener la misma esperanza que tiene Katy.
—Madre superiora, son pasadas las diez de la noche, los niños deben dormir ya— dice con seriedad mientras habla lo más tranquila posible.
—Gracias sor Edith— contesta la mujer sin siquiera voltear a verla.
Sor Edith siente su sangre arder en ese momento y muerde su mejilla interna con tanta fuerza que comienza a sentir el sabor a hierro a su boca. Observa a su alrededor notando la mirada expectante de los niños sobre ella, suelta un bufido y rueda los ojos mientras se vuelve a la puerta para retirarse, cerrándola tras su espalda.
16 de marzo del 2007
Es un nuevo día en el Orfanato Family Heaven, el clima se encuentra más cálido de lo normal, 32 grados, una verdadera pesadilla. Sor Edith avanza por los pasillos, sintiéndose incapaz de sentarse en un solo lugar con tremendo calor, en definitiva, un aire acondicionado no haría mal en el orfanato, cómo quisiera poder irse de ese lugar. Las paredes color mostaza comienzan a irritarla de gran manera, y ni hablar de lo frustrante que es para ella tener que usar ese vestuario, ¿pero de qué habla, si lo ha usado toda su vida?, Bueno antes no era así, su vida se ha convertido en una verdadera pesadilla desde que llegó a ese maldito orfanato
—¡Sor Edith!
Una voz aguda y distante la saca de sus pensamientos, frunce el ceño mientras voltea; suelta un gruñido de irritación cuando divisa a la niña corriendo en su dirección mientras agita un papel en su mano.
— ¿Qué ocurre, Katy?— cuestiona usando un tono de voz neutro, junta sus manos y de manera nerviosa, con su mano izquierda juguetea la cruz del rosario que lleva enredado en su mano derecha.
Al posarse frente a ella, la niña alza la mirada y por cuestión de segundos observa el objeto entre las manos de la monja, le encanta, quisiera tener su propio rosario y así poder rezar todas las noches por su madre.
— ¡Vea lo que escribí!— chilla dando un salto con mucha emoción mientras le extiende el papel que lleva en sus manos.
Ella nunca antes había visto a la niña tan emocionada, y eso es algo que la pone de malas; tanta felicidad por parte de la niña la irrita.
—Ahora no Katy, estoy ocupada— contesta fría mientras permanece erguida para no perder su postura de superioridad.
Katy frunce el ceño y la observa de pies a cabeza. Ladea un poco su cabeza entornado los ojos mientras dibuja una boca de pato con sus labios en una expresión que a cualquiera le parecería graciosa, a cualquiera menos a la mujer que observa a la niña con seriedad.
— ¿Qué?— cuestiona al comenzar a sentirse incomoda ante la mirada de la niña.
—Pero, usted no está haciendo nada. ¡Por favor! —suplica agudizando más su voz mientras pestañea de manera persuasiva, luciendo realmente tierna.
Sor Edith pone los ojos en blanco soltando un suspiro exasperado, definitivamente esa niña la irrita, tuerce los labios mientras observa de reojo la carta que la niña le extiende, se siente tentada a leerla, ¿qué cosa buena podría escribir una niña de siete años?, realmente no lo sabe. Decide dejarse llevar por la curiosidad, se inclina hacia la niña y toma el papel de sus manos, arquea una ceja mientras observa una horrible caligrafía, pero como dijo antes: es una niña de siete años.
"Querido Diosito, bendice a la madre superiora; a sor Edith, a Sor Mary, a Sor Ángel y a todas las otras monjas; a los niños y niñas; y por favor has que mi mami regrese pronto para que nos mudemos y vivamos juntas y felices para siempre"
La monja frunce el ceño al mismo tiempo que su mandíbula se tensa con fuerza al leer lo último, al igual que su cuerpo entero, y no puede contener su ira cuando comienza a estrujar el papel con sus manos tratando de calmar la ira que siente; esto no debería de ser así, esa niña no debería tener falsas esperanzas.
Katy amplía los ojos horrorizada mientras la observa, su labio inferior comienza a temblar al mismo tiempo que sus ojos se cristalizan, al instante las lágrimas se desbordan de sus ojos y rompe en llanto. ¿Por qué ella haría eso? Esa era su carta, la carta que escribió para Dios.
Sor Edith observa a la niña con molestia cuando ésta comienza a llorar desconsoladamente; odia cuando los niños hacen berrinches, no debió permitir que la madre superiora hiciera su voluntad, esto ha llegado demasiado lejos y tiene que terminarlo en ese mismo instante.
Editado: 29.08.2020