—Beatriz, no tenemos tiempo para esto. —le susurra Rachell al oído. De verdad necesita que su amiga desista y regrese a la casa.
—Por favor, necesito recuperarla...es mi niña— continúa suplicando la mujer aún sentada en el suelo.
— ¿Cuál es tu nombre?— le pregunta Beatriz curiosa, mientras la observa fijamente.
Aunque es un poco complicado por la falta de luz, puede notar que se trata una chica castaña, con una hermosa cabellera rizada que le llega hasta la mitad de la espalda, no es muy alta, puede notarlo a pesar de que se encuentra sentada en el suelo.
—Me llamo Susan. Por favor... De verdad necesito volver al orfanato. Mi hija me espera.
—Beatriz, yo podría acompañarla en un taxi— se ofrece Marcus viendo a Susan con pesar.
—Sí, deja que él la acompañe en taxi— sugiere Rachell.
—¿Has visto algún taxi por aquí? —pregunta Beatriz arqueado una ceja un tanto irritada—. Además, mi hija sigue desaparecida, ahora mismo iría a cualquier lugar, excepto a mi casa.
—Beatriz...
—La acompañaré a buscar a su hija, es lo mínimo que puedo hacer después de atropellarla—concluye mientras le extiende su mano a la mujer para ayudarle a ponerse de píe.
La lluvia continúa cayendo y la angustia en Beatriz crece a cada segundo que pasa. Observa el camino a lo largo del viaje con la esperanza de ver a la niña en cualquier momento. Está desesperada y la idea de ir a la policía no sale de su cabeza.
Rachell va a su lado, entre medio de ella y de Susan. No ha soltado su mano en ningún momento y de vez en cuando le susurra al oído que todo estará bien. El verla tan angustiada la preocupa mucho, sabe que Beatriz no soportará una pérdida más.
Marcus no para de preguntarle cosas a Susan para asegurarse de que el golpe no le haya ocasionado daños en la memoria. Y Alex, solo observa a todas las mujeres a través del retrovisor a la vez que se asegura de no atropellar a nadie más.
Al llegar al orfanato, Susan prácticamente salta del auto al no poder contener su emoción. Marcus amplía los ojos sorprendido mientras rápidamente se quita el cinturón de seguridad y baja del auto para correr tras ella. Con la intención de detenerla, al alcanzarla, sujeta a la chica del brazo, obligándola a frenar al mismo tiempo que Beatriz, Rachell y Alex se bajan del auto y se apresuran hacía ellos.
—¿Qué ocurre?— pregunta confundida.
—No creo que debas entrar así, tienes que relajarte y entrar de manera tranquila y educada. ¿Sabes que debes llenar una serie formularios?, luego están los de protección al menor que tendrán que supervisarte y saber si eres apta.
—No lo entienden... Ella no ha entrado al sistema de este lugar, la acabo de dejar aquí. Hace como tres horas— aclara ganando la total atención de las personas a su alrededor, quienes se observan entre sí sin saber que decir. Ante esta acción, la chica supone que ellos creen que el gobierno le ha quitado a su hija y que ella tiene la intención de secuestrarla—. Lo juro, la traje aquí junto a la hija de mi amiga. Tienen que creerme. — suplica aterrada ante la idea de que ellos también le impidan ir por su hija.
—Ven conmigo... Te acompañaré. —dice Beatriz avanzando hacia la entrada del orfanato.
El guardia continúa en la misma esquina, sus ronquidos son cada vez más fuertes. Alex y Marcus solo contienen las ganas de meterle un pañuelo en la boca.
Al llegar a la ancha puerta de madera del orfanato, Beatriz toca dos veces y esta no tarda ni dos minutos en ser abierta.
— ¡Señora Johnson!— la saluda sor Mary con alegría—. ¿Está todo bien?— pregunta confundida al verla junto a varias personas.
—Hola Sor Mary... Disculpe la molestia. Lo que ocurre es que ella, pues, al parecer dejó a su hija aquí hace unas horas y quiere recuperarla.
Sor Mary los observa con evidente confusión. Empezando por el hecho de que todos están mojados y que la chica que asegura haber dejado a su hija ahí, está cubierta de barro. Sin mencionar su manera de vestir.
—¿Cómo se llama la niña?
—Mell, digo... Melissa Abigail. Ella aún no está en el sistema, ya las luces estaban apagadas cuando ingresaron a las instalaciones. Si... si tan solo pudiera dejarme pasar, les juro que no miento—insiste con una creciente desesperación.
—Yo... quiero ayudarla, pero usted es una extraña y no hemos recibido ningún niño últimamente.
—Por favor hermana, permítame pasar. No quiero dejarla aquí.
—Yo puedo acompañarla, me aseguraré de que todo esté bien. Lo prometo— se ofrece Marcus conmovido ante la situación de la pobre mujer.
Sor Mary muerde su labio, indecisa, mientras observa hacia el interior de las instalaciones. Sor Edith se pondrá furiosa si se entera de esto... Pero no puede negarse, no al ver a esa pobre mujer llorar por su hija.
—Bien, les daré cinco minutos, no hagan ruido— ordena la monja mientras se aparta de la puerta para dejarlos pasar.
Susan corre rápidamente gradas arriba, seguida por Marcus, quien le sugiere hacer el menor ruido mientras ambos se dirigen hacia la segunda planta.
—No sabe cómo se lo agradezco, hermana— dice Beatriz tomando las manos de la monja entre las suyas—. También me dio mucho pesar verla tan desesperada por recuperar a su pequeña.
—Es un placer señora Johnson. Creo que todos merecemos una segunda oportunidad— responde con amabilidad—. Y ¿qué tal va todo por su casa?, ¿Cómo está la niña?— inquiere ladeando un poco la cabeza.
Beatriz amplía los ojos de manera exagerada y traga saliva sonoramente. Casi lo olvidaba, olvidaba que su hija no se encontraba durmiendo en su cama en ese momento.
***
—Creo que deberíamos hacer menos ruido— le susurra Marcus a Susan mientas avanzan hacia las habitaciones.
—Lo siento, estoy muy ansiosa— se excusa la rizada frotando sus manos de manera nerviosa—. Gracias por acompañarme, y por ayudarme allá afuera. De verdad no sé cómo pagarles.
Editado: 29.08.2020