Beatriz suspira cansada mientras se posa frente al gran ventanal que da una hermosa vista hacia el patio delantero de su mansión. Séptimo día consecutivo en el que la niña se la pasa todo el día afuera, sentada en un columpio bajo la sombra de un árbol, al tiempo que observa hacia el portón principal. Empieza a creer que fue una pésima idea mentirle con respecto a lo de su mamá. «Pero es que está tan pequeña», le duele el corazón de solo pensar en lo triste que se ha de encontrar la niña por la ausencia de su madre.
—¿No ha cambiado nada? —escucha la voz de Rachell y niega con la cabeza sin siquiera voltear a verla—. Comienzo a preocuparme Beatriz, creo que falta menos de dos semanas para que Jared regrese y si se encuentra con esto.
— ¿Sabes que cumplió siete años hace un mes y medio?
— ¿Y eso que tiene que ver?
—Pues... Creo que debería hacerle una fiesta, por su cumpleaños— dice apartando la mirada de la ventana para ver a su amiga, quien solamente posee una expresión fría en su rostro.
—No creo que sea buena idea, es obvio que la niña no quiere estar aquí, ¿por qué querría una fiesta? —bufa mientras camina hacia el sillón del lobby y se deja caer resoplando.
—Creo que le gustaría —continua Beatriz, volviéndose hacia la ventana. Frunce el ceño y su sangre se congela al no ver a la niña en el columpio. Rápidamente, camina a lo largo del ventanal para tener una mejor visión del patio completo; suspira de alivio al ver a la niña en los brazos de Susan mientras ellas, Mell y Alex se dirigen hacia la entrada.
Beatriz sonríe con emoción, no se contiene y avanza hacia la puerta con la intención de ir a recibirlos. Sabe muy bien que con Rachell es imposible hablar sobre la importancia de una fiesta de cumpleaños para una niña, pero está segura de que Susan lo entenderá.
—Hola, señora Johnson— la saluda Susan con alegría al cruzar la puerta con Katy en brazos, mientras Alex carga a Mell.
Ambos se han hecho muy buenos amigos desde el día en que las ayudó a mudarse a un apartamento. Alex es un joven tierno, gracioso y muy infantil; y eso le ha encantado a la niña, aparte, él es el encargado de recogerla para llevarla a visitar a Katy a la misión.
—Hola, Susan. Ya te lo dije, llámame Beatriz— le recuerda la mujer sonriendo con amabilidad.
—Gracias, Beatriz— esboza una pequeña sonrisa —. Katy, ¿por qué no vas a jugar con Mell a tu habitación? —pregunta mientras la deposita sobre sus pies.
La niña asiente tímidamente mientras toma la mano de Mell, y ambas se dirigen hacia las gradas para subir juntas a la habitación y jugar un rato.
Susan y Beatriz las observan hasta que desaparecen de su campo de visión. Luego de eso, Beatriz la invita a pasar al lobby para que puedan platicar más tranquilas. Al avanzar hacia el lobby, Susan se topa con la mirada frívola de Rachell, quien suelta un bufido y continúa concentrada en su teléfono, Susan baja la mirada y continúa su camino hasta sentarse en el sofá junto a Beatriz.
—Aww, Beatriz. Eso sería muy lindo de su parte, creo que a Katy le encantaría— responde Susan ante la idea de la fiesta a la menor.
—¿Tú crees que se divertirá? —pregunta Beatriz un poco dudosa.
— ¿Claro que sí, a qué niña no le gustaría una fiesta?
—Tal vez a una que se la pasa esperando a su mamá muerta, ¿no creen?— comenta Rachell con disgusto.
Susan muerde su labio inferior y baja la mirada con tristeza, la muerte de su amiga es algo que aún le duele, a pesar de que llevaba un año sin saber de ella. Beatriz odia cuando Rachell se comporta así. —Rachell, no comiences con eso—dice, utilizando una voz severa que pocas veces utiliza con su mejor amiga.
Rachell enarca una ceja y observa desafiante a Beatriz. No, ella no está dispuesta a callarse para que esa cualquiera se sienta cómoda frente a ella; seguirá dando su opinión. Beatriz le observa con advertencia; conoce a Rachell, sabe que no cederá tan fácilmente. En la estancia se forma un silencio tan sepulcral, la tensión es casi palpable, tanto que Susan no se atreve a levantar la mirada.
—¡Hermosas damas!
La voz del médico retumba en toda la estancia al mismo tiempo que este hace acto de presencia, justo cuando las cosas están tensas. Ingresa en la estancia vistiendo su uniforme de médico con la típica bata blanca puesta y se detiene en frente de los sillones.
—Hola, Marcus— lo saludan todas al unísono.
El hombre frunce el ceño al notar la tensión entre las mujeres. No comprende qué ocurre, ni el porqué lucen tan molestas… solo espera que no sea por él.
—¿Por qué esa cara de depresión?— pregunta, mientras se sienta junto a Rachell y en un intento por verla sonreír pellizca su mejilla en son de broma, cosa que parece desagradarle a la mujer ya que aparta su mano de un leve golpe y se pone de pie para retirarse del lobby—. ¿Qué le ocurre ahora? —pregunta el hombre confundido, puede notar que su amiga está cada vez más amargada.
—No está de acuerdo con la fiesta para Katy— comenta Beatriz, torciendo un poco la boca mientras descansa su brazo en el del asiento y apoya su mejilla sobre su mano.
— ¿Fiesta?— pregunta el hombre confundido mientras se pone de pie y avanza hacia el sofá en donde ambas se encuentran, para sentarse entre Susan y Beatriz, abrazándolas a ambos por los hombros, intentando animarlas a ellas también.
—Beatriz planea organizar una fiesta de cumpleaños para Katy, ya que su cumpleaños fue hace un mes y medio— explica Susan sonriendo tímidamente en dirección a Marcus al sentir como la agita un poco. Éste la observa y esboza una pequeña sonrisa triunfante, al menos logró que ella sonriera.
En ese preciso momento, Rachell regresa de la sala de estar —donde se encuentra el pequeño bar de la familia—, con un coctel con ron en sus manos. Al observar la escena, de sus amigos sentados junto a esa chica, y la sonrisa coqueta que Susan y Marcus se dedican, siente su sangre arder. Ese era su lugar, desde que eran adolescentes, siempre han sido ellos tres, y ahora, esa prostituta se lo está quitando.
Editado: 29.08.2020