La Niña Del Orfanato

Capítulo 20

Han pasado ya, cinco largos días y tristes noches desde lo ocurrido en la mansión Johnson. La señora ha permanecido todo este tiempo encerrada en su habitación, sin levantarse de la cama; a penas lo hace para ducharse, ya que le molesta en gran manera el sudor, al mismo tiempo que se niega a probar bocado alguno.

Marcus ingresa en su habitación, le toma la presión, mide su temperatura y suelta un suspiro agotado. El resultado sigue siendo el mismo que los últimos días; está sana. Lo que sea que la hace sentir enferma, está en su cabeza. Y quizás, el hecho de que su esposo no haya regresado a casa en los últimos días, y que la niña se encuentre en casa de Susan, lo empeora todo.

—Beatriz, basta de drama, ya es hora de que vuelvas a la vida real— exclama Rachell haciendo acto de presencia, luego de días desaparecida.

Beatriz frunce el ceño ligeramente mientras se voltea en cama y se recuesta boca abajo, tratando inútilmente de asfixiarse con la almohada. No se siente en condiciones para atender las demandas de su amiga, ella tiene sus propios problemas.

— ¡Oye!— exclama Rachell con reproche al sentirse ignorada.

Avanza hacia la cama, toma el borde de la almohada y tira de ella causando que la cara de Beatriz se estrelle contra la superficie fría del colchón.

— ¡Basta, Rachell!, déjame tranquila— exige incorporándose para quitarle la almohada de las manos y posteriormente golpearla con esta—. ¡Tenías razón!, ¿ya estás contenta?, ahora déjame sola.

Rachell suelta un suspiro cansado, mientras acaricia su abdomen adolorido luego del almohadazo. Sí la hace feliz el hecho de que Beatriz le diga que tenía razón, pero no puede permitir que ella se deje morir. Necesita que vuelva y se haga cargo de su empresa y todo lo que ha dejado pausado.

—Beatriz... Tienes que ir a la empresa, las cosas se salen de control cuando tú no estás.

—Eso no me importa, déjame sola— exige con un tono de irritación que casi nunca usa.

Rachell alza ambas cejas y abre la boca con indignación.

—Creo que será mejor que la dejes sola Rachell, nadie la hará cambiar de opinión— advierte Marcus mientras ingresa a la habitación con una bandeja de comida.

Beatriz, al ver la comida que el médico trae, arruga su rostro con disgusto y se acuesta en la cama cubriéndose de pies a cabeza con una manta.

—Esto es ridículo, estás siendo muy infantil— dice Rachell molesta, mientras se retira de la habitación dando un fuerte portazo a su espalda.

Marcus suspira profundo mientras deja la comida sobre la mesa de noche, no está dispuesto a tratar de razonar con ella, ya es una mujer adulta y sabe lo que hace, por lo que solamente avanza hacia la puerta dispuesto a salir de la habitación con la intención de dirigirse a la primera planta.

—¿Cómo está Katy?

Escucha la voz apagada de Beatriz y frena en seco, arquea ligeramente una ceja mientras se voltea para obsérvala fijamente. Tuerce un poco la boca al notar la tristeza plasmada en el rostro de su amiga.

—Extrañándote— se limita a responder con un tono neutral en su voz. No planea hacer que se sienta mal para que vuelva por la niña. Eso no resolverá nada; ella tiene que ir a buscarla porque su corazón se lo dicta.

—Ya no sé qué hacer— solloza cubriendo su rostro con sus manos.

—Creo que eso solo tú lo puedes solucionar, pero si decides regresar por ella, estará en casa de Susan— dicen mientras toma la perilla de la puerta—. Esperándote. —añade antes de irse.

Beatriz suspira cansada, sus amigos tienen razón, pero es difícil tener que decidir entre el hombre que tanto amas y la niña de tus sueños. Porque eso es Katy para ella, la niña amorosa y tierna que tanto ha soñado desde que perdió a la suya, desde que el médico le informó que ya no podría tener más hijos. Su niña milagro. Es una verdadera pena que Jared no lo vea de la misma manera que ella, como una oportunidad de ser padres nuevamente.

***

Al caer la noche, Beatriz continúa en su estado de hibernación, recostada en su cama, boca arriba, y con un antifaz para dormir cubriendo sus ojos. Intenta descansar, pero le es imposible, se siente cada vez más agotada y confundida; miles de pensamientos se pasean por su mente, todos negativos, y estos le impiden encontrar el descanso que necesita.

Se extraña cuando siente como la cama se hunde de pronto a causa de un peso extra, decide no prestarle atención, hasta que también siente un peso extra sobre su cuerpo, y es algo agobiante. Rápidamente aparta el antifaz de su rostro y al abrir los ojos e inclinar su cabeza para ver de quién se trata, encuentra un par de ojos grises observándola fijamente, esos ojos que tanto extrañaba ver al despertar.

Jared se encuentra recostado sobre ella, con su barbilla apoyada en su pecho y una enorme sonrisa dibujada en su rostro. Pareciera otra persona.

—Hola, cariño— saluda estirándose hacia sus labios para depositar un tierno beso sobre estos y luego volver a su posición inicial. Beatriz parpadea varías veces sin entender el porqué de la nueva actitud su esposo. —. Te he echado de menos.

—Y… y yo a ti— contesta con una expresión confusa plasmada en su rostro—. ¿Estás bien?—pregunta dudosa.

—Mejor que nunca, y totalmente sobrio— comenta entre risas mientras se incorpora hasta quedar sentado frente a ella—. Estuve en casa de mi madre, no recuerdo mucho lo que pasó, pero de verdad lo siento.

Beatriz observa a su alrededor confundida, ¿acaso está soñando? Los labios de Jared presionados contra los suyos la sacan de sus pensamientos. Cuando éste se aparta, le sonríe nuevamente.

—Empecemos de nuevo— sugiere acariciando su mejilla con ternura—. He estado lejos mucho tiempo, no quiero seguir así.

 Beatriz se incorpora rápidamente hasta quedar sentada, observándolo con mucha emoción.

— ¿Y la niña? —pregunta ansiosa.



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En el texto hay: drama, amor familiar, orfanato

Editado: 29.08.2020

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