En un país de bellos paisajes, donde siempre era primavera, vivía una niña de nombre Katty, que nació sin cabello como la mayoría de los bebés. Lo extraño de ella es que a medida que crecía, nunca le salió su pelo.
Sus padres la llevaron a todos los especialistas, pero ninguno sabía la razón de por qué no le crecía el pelo. Una noche, Katty escuchó un ruido tan pequeño que nadie más podía escucharlo. Cuando alzó su cabeza de la almohada, pudo ver una especie de pequeñas luciérnagas, que recogían algo de la almohada que no lograba distinguir
Katty
—¿Quiénes son ustedes? ¿Luciérnagas? –dijo mientras acercaba su cara a una de ellas
Ottonina
—Hola. No soy una luciérnaga. Soy una Ottonina. Me llamo Dao –dijo con una voz que solamente Katty podía escuchar
Katty
—Dao, y ¿Qué están haciendo bajo mi almohada?
Dao
—Estamos recogiendo tu precioso cabello, para llevarlo hasta nuestros talleres.
Katty
—¿Cuál cabello? Nunca he tenido cabello
Dao
—Claro que sí. Tu cabello es tan delgado que no puede verse a simple vista, y cuando te acuestas en la cama, se caen y nosotras los recogemos.
Katty
—¿Y qué hacen con él? ¿Para qué sirve algo tan diminuto?
Dao
—Verás, en el taller tomamos cada uno de tus diminutos cabellos y lo unimos con otros, hasta que formamos un solo cabello que es visible para todos. Luego, tomamos ese cabello, y se lo sembramos a los niños y a las niñas que se les cayó todo el cabello, y necesitan que le crezca uno nuevo.
Katty
—¿Y por qué nunca me lo han sembrado a mí? ¿No quieren que yo tenga cabello?
Dao
—No podemos. Tu eres un ser único. Si te lo sembramos a ti, no podremos hacer cabello para los niños y niñas que los perdieron, cuando estaban enfermos.
Katty
—¿No hay más niñas como yo?
Dao
—Muy pocas. En este país eres única.
Katty
—¿Y los niños y niñas que pierden su pelo cuando se enferman, no le salen cabellos diminutos como el mío?
Dao
—Sí, pero no podemos sembrar lo suficiente, y necesitamos los tuyos para que pueda tener todo su cabello de nuevo.
Katty
—Pero Dao, yo quiero tener cabello como toda las niñas
Dao
—¿Por qué Katty? Eres la niña más bella de este país, aún sin cabello
Katty
—Siempre me he sentido rara. Mis amigas me tratan muy bien, pero a veces me gustaría que me peinaran igual que a ellas. Me siento diferente y eso me entristece.
Dao
—¡No debes estar triste! Gracias a ti podemos hacer felices a muchos niños y niñas que salen de sus enfermedades. Además, puedes peinarte un cabello imaginario, pero cuidado, no toques tu cabeza o perderemos ese día tu especial cabello.
Katty
—Sería egoísta de mi parte ¿Verdad?
Dao
—Un poco. Pero en lugar de sentirte triste, cada vez que veas a tus amigas peinándose, imagina cuantas también se peinan gracias al pelo que pudimos sembrarle gracias a ti.
Katty
—¿A todos los niños y niñas que pierden el cabello, le siembran cabello nuevo?
Dao
—No Katty. Algunos nunca se curan. Pero no te pongas triste, porque cuando se duermen por última vez, se convierten en una Ottonina como yo, y vienen a niñas especiales como tú a recoger este especial cabello. Otras veces regresan como bebés que nunca tendrán cabello, así como tú.
Katty
—¿Yo me convertiré en una Ottonina también?
Dao
—No Katty. Tu esencia se convertirá en una estrella, que alimentará nuestro brillo, y podremos existir por siempre
Katty
—Tengo mucho sueño Dao, ¿Podemos hablar mañana?
Dao
—Claro que sí Katty. Duerme.
Después que Katty se durmió, las Ottoninas siguieron recogiendo cabello y llevándolo al taller.
A la mañana siguiente, cuando jugaba con sus amigas y alguna se peinaba, pensaba en que feliz era un niño o niña peinándose gracias al cabello que le sembraron las ottoninas.
FIN
Editado: 14.12.2018