La niña que quería estudiar

La niña que quería estudiar

En lo más profundo de un callejón, con cartones como sábanas para tratar de sentir calor en esa fría mañana, una niña de cabellos castaños oscuros mal cortados y disparejos que llegaban hasta sus pequeños hombros que no paraban de temblar, su flequillo más largo de lo necesario cubría sus ojos negros.

¡Curiosos y grandes! ¡En ellos se podía ver un mar de preguntas!

En sus manos, maltratada, tenía un periódico, tal vez mojado y con las letras corridas, ella lo miraba. Esperaba poder encontrar algún idioma de caricaturas que pudiera entender. De igual manera soñar soló costaría un poco de sueños e ilusiones, cada día un poquito más rotas.

—¿Qué es?— Preguntó, su voz era suave y curiosa.

"¡Letras!" Le contesto su mejor amiga, imaginaría.

Ella en su soledad había formado una amiga imaginaría. ¡Tan linda! Sus ojos eran grandes y azules, con unas pestañas a penas visibles, con unos labios rojos finos como dos hilos de lana, sus cabellos eran rubio y se recogía en dos coletas que llegaban hasta sus hombros, tenía una camisa azul con mangas, y una falda de un color más claro que llegaba hasta la mitad de su muslo.

—¡Oh, que lista eres!— Aclamó feliz.

Siempre era mejor fingir tener un amistad que llorar en la soledad.

"¡Se lo oí a un adulto!" Explicó.

Aquella niña lo sabía, pero otra vez fingió que no sabía y volvió a sonreír.

—¡Igual eres muy lista! ¡Recordaste algo así!—

Su amiga imaginaria sonrió dichosa, antes de que ella tratase de tocarla y con un papucheo desapareciera "¡Los adultos me llaman!" Dijo antes de desaparecer en burbujas que no tardaron en explotar solas.

Otra vez sola, ella se levantó y comenzó a buscar entre las bolsas hediondas un poco de comida, su hermana mayor aún no había llegado y tenía mucha hambre. ¡Oh, cuanta era su hambre!

Luego de una búsqueda inútil en el callejón suspiró derrotada, pensó en salir del refugio que su hermana le había dicho que era. ¿Qué podía haber fuera?

Tenía una fuerte tentación de dar solo unos diez pasos hasta afuera, se mordió la lengua para sacar esos pensamientos

¡Era una niña buena! Las niñas buenas no desobedecen ¿Verdad?

¡Pero había una buena razón! ¿No? Tener hambre es ya es razón para buscar comida.

Minutos en dilema sobre ir o no, no vio como un adulto traía en sus brazos un niño que no dejaba de llorar, le había puesto un trapo en la boca que parecía ser algo rico, pues el niño se estaba calmando.

Cuando se dio cuenta, pensó: «¿Por qué les gusta los adultos a los niños?» No era la primera vez que observaba como los adultos traían niños llorando en la mayoría de las veces eran porque los niños que se querían ir de quién sabe que lugar.

Era fácil para ellos aferrarse a un lugar, mientras ella solo podía desear.

Al final de cuántas es fácil anhelar aquello que no eres capaz de tener.

Estos tenían que hacerle promesas vacías a los niños y tal vez darles un dulce, pero claro que jamás faltaban los que les pegaban —Los peores, pensó un poco asustada— y se los llevaban mientras lloraban a cantaros.

¡Oh, cuanto debía doler eso!

Comenzó a moverse hacia adelante cuando una oleada de miedo repentino le invadió el corazón. Sin darse cuenta iba trotando tras la persona que poca importancia le dió. Sólo le importaba que no lo atraparán.

Se podían oír unos gritos desesperados no muy lejos. Una madre gritaba desesperadamente, ¡Un nombre! La niña se volteó un momento, era muy parecida al niño que llevaba el adulto.

«¿Son familia?» Se preguntó mientras volvía a correr. «Si. Deben serlo. De seguro esos adultos se están jugando»

Estaba a más de diez metros del hombre, y lo estaba siguiendo a pesar de que cada vez más distancia.

Cuando él entró en medio de multitud con diferentes edades y vestimentas fue más complicado seguirle el rastro. Unos minutos después lo había perdido y no sabía regresar a casa.

—Her-hermana...— Murmuró, como si su hermana le pudiera oír e ir por ella.

¡Cuánto lamentaba haber salido de su refugio!

Antes de que pudiera seguir con sus pensamientos negativos su estómago rugió recordarle su hambre persistente por varios días. Si tan solo se hubiera quedado en el callejón su hermana hubiera vuelto tal vez con residuos de elegantes restaurantes, ¡Si tenia suerte con alguna golosina o pan! Siempre que algún buen ángel le diera a su hermana monedas.

No tan común como ella desearía ¡Si fuera así al menos una... O dos veces por semana comería golosinas y pan!

No era así.

Jamás había sido así.

Cada demonio, de cada personas, de cada lugar, de cada clase social tenía cosas más importantes que preocuparse por desconocidos. A lo mucho sentían lástima por esos desconocidos y le darían unas cuantas monedas.

Caminaba viendo de lado a lado, buscando algún lugar donde buscar comida, pero solo era capaz de observar una fila de autos haciendo ruidos chillones y molestos, algunos arrojando palabras malas, otros solo esperando ansiosos algo.

Nadie se fijó en su presencia, lo que le permitió buscar con más tranquilidad algo que comer, además de los autos habían varias construcciones que rodeaban las calles, había un espacio con árboles y palmeras que separaba los autos que iban a la derecha y los que iban a la izquierda (desde la perspectiva de la niña, se debe aclarar).

También se podía observar algunas bolsas de basura en una esquina, oliendo al olor que ella estaba acostumbrada, envoltorios de productos industriales entre algunas cosas más. En ese montón de basura busco comida.

Todo estaba tan podrido que a pesar de su edad menor sabía que si lo comida se iba a enfermar.

¡Le podía dar dolor de barriga! El pensar en ese hecho le asustó un poco. La última vez que había tenido dolor de barriga le había dolido mucho.

Se alejó del montón de desechos, decaída, al no haber encontrado algo que comer.




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