🎃 Capítulo 2. 🎃
—Yo sé los advertí, sus almas estarán condenadas si entran —susurró las últimas palabras y se marchó.
—Qué vieja más rara —dijo una de las chicas la cual llevaba por nombre Pilar.
—Deja a la pobre señora Pilar, tal vez se siente sola, y si nos está previniendo de algo escucharon esas voces de anoche.
—¡Ay Fredy! Di que no quieres entrar y ya.
—No tienes miedo ¿verdad? —lo miro Karla.
—No tengo miedo, pero podríamos no sé pensar bien si queremos entrar en esa casa.
—Ya Fredy ya no más, no seas gallina entraremos a esa casa mañana —lo regaño Efraín uno de los chicos.
—Bien como quieran.
—Hermano busca una estaca de plata, ajo y una cruz para cuando vayas a entrar a esa casa —se burló uno de ellos el cual tenía por nombre Zaiden.
—No es gracioso —replicó Karla, esta vez en defensa de Fredy, el menor de los cincos chicos.
—Ya suficiente, probemos que lo que dicen de esa casa es mentira.
—Regresemos a casa mañana será nuestra noche.
Lo que ellos no sabían era que dos personas los estaban observando, una desde la casa del frente donde salió aquella anciana y al otro extremo se encontraba una niña ansiosa.
Al ver esto la niña sonrió siniestra.
—Creo que tendrás visitas —susurro la niña, moviendo su cabeza lentamente. —Me encanta jugar, puedo ¿verdad? —el piso de madera se estremeció en aprobación ante lo dicho.
Al siguiente día todos se prepararon con sus mejores disfraces alusivos a ese día, los cinco amigos se prepararon para adentrarse en aquella misteriosa casa.
En cuanto el reloj marcó las siete de la noche los niños empezaron a transitar aquella desolada vereda, sus susurros no se hicieron esperar.
“Ven a jugar conmigo, vamos a jugar”. Era la voz de una niña pidiendo jugar con ellos, luego de los susurros una neblina espesa rodeo la casa y sus alrededores, una especie de algarabía se escuchaba dentro de ella.
—Podemos ir a esa casa —pidió un pequeño a su acompañante.
—No, esa casa está prohibida.
—Pero la niña quiere jugar conmigo, ella quiere salir y tiene muchos dulces —repitió el pequeño aquellas palabras provenientes de la casa.
—No —contestó la chica.
No muy lejos de ahí se encontraban los valientes que iban adentrarse a esa casa, eso era lo que ellos pensaban que eran los más valientes de todos estaban muy lejos de la realidad la verdad.
A medida que el reloj y la noche iban avanzando la neblina se hacía más espesa, dada la casualidad que era solo en esa casa y su alrededor.