La niñera

Cangrejo

—Pídame otra cosa —Me decía nervioso.


—Es eso o un bar karaoke—Me crucé de brazos.


—Pero señorita…


—Me dijo que lo que yo quisiera.—Lo interrumpí.


—Pero me refería a algo para usted. ¡No que me pidiera matrimonio!


—No siempre el dinero lo sacará del apuro. Así que o se casa conmigo o me lleva a un bar.  —Me miraba las uñas. Miró hacia otro lado analizando, cuando quería hablar abría la boca, pero después la cerraba para seguir pensando.


—De acuerdo. —Se rindió. Sonreí. —Pero antes de ir a cualquier lugar que usted quiera…


—Solo será una boda sencilla. —Bromee.


—Me refería al bar. —Me aclaró. —Yo le tengo una sorpresa.


—¿¡Cuál!? —Grite ansiosa. — Odio las sorpresas —Comencé a morderme las uñas —Me ponen muy ansiosa, debo saberlo. 


—Lo siento, solo… arreglese para esta noche. Esté lista a las ocho. 


—Dígamelo — Lo tomé muy fuerte del brazo. Impidiendo que se levantara.


—¿De verdad no quiere que sea una sorpresa? — Trató de zafarse.


—¡No! Dígalo ahora.


—Le regalaré una cena digna, no como la que tuvo con Joaquín. —Me sonrió tierno.


—¿¡Qué!? ¿De verdad? — Era algo muy lindo de su parte. Él solo asintió. — ¡Oh, por Dios! — Lo abracé. —Podría hasta besarlo. —Lo solté.


—Pues… — Se encogió de hombros —¿Quién soy yo para negar el agradecimiento de… una mujer? —Me sonrió. Le di un beso en la mejilla. 


—¡Es el mejor jefe del mundo!—Me puso mala cara. No comprendo por qué.

 

 

~~~
 

 


Michelle ayudó a arreglarme y Adela miraba mis cosas y maquillaje.


—¿No les molesta que salga con su padre? —Dije algo preocupada.


—No, será divertido — Dijo Adela.


—Pero a ti te molestaba que yo quisiera salir con él, pero les juro que solo salimos porque su padre se siente culpable. —Les expliqué.
 

—Eso era antes. Ahora he madurado. — Estaba pintándose los labios.
 

—¿Has tomado de mis gotas para los nervios? —La interrogué y trate de verle los ojos.
 

—Val, jamás nos preocuparíamos porque papá y tu estuvieran juntos — Me explicaba Michelle. — No te mira de esa forma.


— Eso podría llegar a lastimarme si no lo supiera ya. — Le reste importancia, mientras le limpiaba el lápiz labial a Adela.


—Val, debes contarnos todo lo que pase hoy. Aposté con Andrés que mi papá terminaría en la cárcel. —Comenzó a reir.


—¿Qué? ¿Por qué piensas eso? 


—Casi todas las historias que me has contado terminan en...


— De acuerdo, de acuerdo. ¡Basta! No volveré a contar las veces que accidentalmente mis acompañantes terminan en la cárcel.—La miraba mal.


—El señor Alexander te está esperando abajo —Dijo Andrés cuando abrió de golpe la puerta.


—Andres, sé que somos amigos y tenemos confianza. Pero debes tocar la puerta ¿Qué pasaría si estuviera desnuda aquí? 


—Rezo todos los días para presenciarlo. —contestó con ironía, nos reímos.


Bajé con Andrés y las niñas. Ojalá pudieran venir con nosotros.


—¡Señorita Valeria, luce hermosa! —Decia algo asombrado.


—Michelle me ayudó —Le dí el crédito.


—Eh… ¿Nos vamos? 


Andrés abrió la puerta.


—Sí —Le sonreí.


Caminamos juntos hacia la puerta, me ofreció su brazo para tomarlo. Estaba lloviendo así que abrió un paraguas que Andrés le extendió. Caminamos hasta el auto y me abrió la puerta, evitó hasta el último momento que me mojara y después lo rodeó para subirse.


—¿A dónde iremos? — Le preguntaba sin tanto interés.


—A un restaurant. Ahora no tendrá excusas para no comer. —Me sonrió mientras conducía.


Si supiera que me comí una pizza entera…


Condujo mientras yo le contaba sobre las ronchas que le habían salido a mi papá en la espalda. 


—Dijo que el doctor que tenía las ronchas en la espalda porque cuando se baña, no se talla la espalda. Mi padre dijo que ¿Cómo quería que se tallara la espalda si no alcanzaban sus brazos? Aunque el doctor dijo que era en parte eso y otra parte porque tenía picaduras de pulgas ¿¡Puede creerlo!? ¡Pulgas! ¡Ni siquiera tenemos animales en la casa y mi padre tiene pulgas! Pero ya no hay de qué preocuparse, le compré un shampoo de perro.


—¿Pero…?—Parecía incómodo.


—Tranquilo, lo compre sin olor. 


—Me refiero a que ese shampoo puede afectar más la piel de su padre.


—¿Cree que debí comprar con olor? 


—No. Solo debe de seguir las instrucciones del doctor.


—El doctor me dijo que le comprará el shampoo.—Le aclaré.


—¿Qué? —Se sorprendió. — ¿A qué doctor fue?


—Es uno dónde es consulta general y veterinaria. Mi madre siempre me llevaba ahí y puedo garantizar que nunca tuve ni una sola pulga.

 

 

~~~
 

 


El señor Alexander me abrió la silla para poder sentarme, el lugar era absolutamente elegante, igual o mejor que al que me llevó Joaquín. Con luces tenues, arreglos con velas y música clásica de fondo.


—¿Se siente cómoda en esta mesa? — Dijo el señor Alexander cuando tomó asiento frente a mi.


—¿Por qué no estaría cómoda? 


—No lo sé, algunas personas sienten la corriente de aire o les da mucha o poca luz. — Se encogió de hombros. 


—Pues… yo me siento bien. —Me moví de un lado a otro comprobando la comodidad. 


—De acuerdo.—Quedó satisfecho.


— Cuando dice “algunas personas” ¿Se refiere a citas que ha tenido?


—No — Se puso algo nervioso.


—¡Vamos! Estamos solos, no puede solo no tener vida fuera de su trabajo.


—Tengo otra vida y son mis hijas. —Se excusó.



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Editado: 30.09.2020

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