La niñera

Anónimo

Fui a casa de mi madre, le conté lo que estaba pasando mientras comíamos pastel.


—¡Oh, mamá! ¿Cómo voy a pagar mis tarjetas? Yo contaba con el dinero que el señor Alexander iba a regalarme hoy. — Me llenaba la boca de pastel para no llorar.


—¡¿Quién te mandó a abrir esa gran bocota?!— Me regañaba.


—¡Mamá deja de hacerme sentir peor! 


—Si quieres la solución, la solución está en tu mano derecha. — Señalaba mi mano.


—¿Qué? —Miraba el reloj confundida, cuando entendí las intenciones.— ¡No! — Cubrí mi reloj con la otra mano — ¡Mamá el reloj es un regalo del señor Alexander! ¡¿Cómo crees que voy a empeñarlo!?


—Yo hablaba de favores sexuales… — Pensó unos segundos— Pero lo de empeñar no es mala idea.


—Tal vez deba de vender algunas cosas y empeñar otras.— Comencé a hacer un plan. También podría ser una limpieza de clóset de las niñas y también de Andrés.

 

~~~
 


Cuando llegué a casa, las niñas me recibieron con un pastel quemado. 


—Lo hice yo —Michelle me lo entregaba.


—Pues… —Lo miré un segundo —Todavia sirve.


Pasamos a la sala y Andrés repartió el pastel.


—¿Ya tienes una solución? — Andrés me preguntaba sobre el dinero que debo.


—No, pero tampoco tengo solución para mi vida así que estoy normal.


—Si quieres dinero solo pidemelo, yo te prestaré.


—Andres, sería abusar mucho de ti y yo no podría hacerte eso. Somos amigos.


—¿Abuso? Pero si solo será un préstamo.


—Pero es que yo no pago. —Le fui sincera.


La puerta se abrió y el señor Alexander entró junto con Maribel. 


—Maribel estaba afuera ¿Por qué no le habían abierto? — Decía el señor Alexander quitándose el abrigo, las lluvias seguían. Eran totalmente tormentas eléctricas, algún huracán sería. Y yo podría saberlo si viera las noticias pero como pasan a la misma hora la novela de Andrés, no estamos enterados de nada.


—No había tocado, señor. —Andrés tomó el abrigo del señor Alexander y fue a guardarlo.


—¿Maribel? ¿Qué haces aquí? — Michelle estaba confundida.


—Vine a preguntarte en dónde nos reuniremos para hacer el trabajo.


—¿Y por qué no sólo me mandaste un mensaje?


—No lo sé también estaba aburrida. ¿Los molesto? podría irme ahora.


—Para nada ¿Por qué no nos acompañas a cenar? —El señor Alexander le sonreía y después se sentó en el sofá.


—¿Quiere del pastel que Michelle hizo para mi? —Le ofrecí.


—¿Michelle horneado? —El señor Alexander parecía sorprendido.


—Y no llamamos a los bomberos —Andrés regresó.


Maribel se quedó con nosotros a cenar, les conté sobre mi tío Bernard y su hijo mil usos.


—¡Es excelente Val! —Maribel se reía de mi historia. 


—Es algo serio —No entendía de qué reía. 


Estaba sentada en el lugar de Michelle, al lado del señor Alexander y por obvias razones enfrente de mi.


—Lo siento —Borró su sonrisa —Y… ¿Señor? ¿Qué tal el trabajo?


—Aburrido —Andrés, las niñas y yo murmuramos.


—¡Excelente! El fin de semana cerramos una inversión para el nuevo proyecto que tenemos en mente.


—¡Genial! ¿No necesitaba nadie que lo ayude?  —Parecía ofrecerse.


—¿Estás buscando algún empleo?...


La plática se fue en ellos, ella le contó sobre cómo le llamaba la atención esos temas aburridos en los que él trabaja y mientras nosotros nos burlabamos en silencio.

—Muchas gracias por todo —Maribel por fin se iba.


—Adios, mañana nos vemos para el trabajo. — Se despedía Michelle de ella.


—Sí, Michelle. Adiós a todos, señor. Muchas gracias.


—No te preocupes.— Se despidió Andrés.


—De verdad gracias, adiós a todos.—Repitió.


—Adios —Dijimos todos al mismo tiempo.


Cuando Andrés por fin le cerró la puerta a Maribel comencé.


—Oye, Andrés ¿No necesitas a alguien que te ayude con todas las cosas importantes que haces a diario?


—Para nada, soy todo poderoso y puedo con todo, menos fijarme desde un principio si hay papel en mi baño.—Andrés miró mal al señor Alexander, él y yo le hacíamos burla de la gran plática que tuvo con Maribel.


—¡Pero si eres tan asombroso y joven para la edad que dices tener! Eres tan humilde, amable y tan talentoso.


—Y eso que no me viste en los inicios, cuando arrasaba con todo.


—¡Pero si todavía lo hace! 


—¡Basta! —El señor Alexander parecía un poco apenado. —Dejenla en paz.


—Pues se ve que tiene a una gran admiradora —Le avise.


—Sí, una admiradora —Michelle se unió para molestar a su padre.


—¡Claro que no! —Logramos alterarlo.un poco.


—Señor, esa chiquilla lo admira de verdad. Fue impresionante, no se aburrió con nada que le contó. —Traté de que prestará más atención.

Al día siguiente cuando las niñas regresaron de la escuela, Michelle traía una caja de chocolates.


—¡Oh, linda! ¿Todd te los dió? —Le preguntaba cuando los vi.


—No —Parecía divertida.


—¿Entonces? 


—Son para papá.


—¿¡Es su cumpleaños y me olvide!?—Parecía que me iba a dar un ataque.


—No Val. Se los manda Maribel.


—¿¡Qué!? Oye, esa niña sí que lo admira — Tomé  los chocolates, eran de los finos.


—Hola  —El señor Alexander beso en la frente a Michelle y a Adela.


—Toma — Michelle me quitó y le dió los chocolates a su padre.


—¿Quién los mando? —Paula parecía algo preocupada.


—¿Me los compraste, Michelle? —Veia con asombro la caja.


—No, te los manda Maribel por la gran plática y atenciones que tuviste ayer con ella. 


—Yo fui el que le abrió la puerta y le sirvió de comer. —Andrés se quejaba.



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Editado: 30.09.2020

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