La niñera

Enamorada

Estaba sentada en el restaurante que decía la carta. No había ordenado nada, dije que estaba esperando a alguien.

Ahí habían muchas mujeres ¿Quién será M? Tal vez sea esa rubia de piernas largas, ¿Por qué? ¿Qué tiene ella que no tenga yo? Mis piernas son hermosas.

O quizá sea esa morena de grandes senos, ¿Qué es lo que tiene ella que no ten…? Ya lo sé, ya sé que no tengo yo. 

Miré tristemente mis senos.

El señor Alexander estaba llegando, hablaba con una mujer ¿Ella será M? Porque es bonita y elegante, pero muy fácilmente puedo competir con ella.

Parece que no, que a la mujer sólo le estaba preguntando si alguien lo estaba esperando. Caminaron hacia una mesa donde el señor Alexander se sentó, ya había una mujer ahí. Aunque mis ojos no lo creyeran, era Maribel.

¿Maribel? ¿Que clase de pesadilla es esta? ¿El señor Alexander sale con ella? ¿Le gustan menores que él? Algo dentro de mí se rompió, tal vez era el pedestal en donde estaba el señor Alexander. ¿Cómo puede ser que un hombre tan serio y formal salga con una jovencita que podría ser su hija? 

No pude más, salí del restaurant a empeñar mi abrigo.

Aunque todo el rato estaba pensando en lo que ví, no podía decírselo a nadie. Por alguna razón el señor Alexander estaba ocultándolo todo, tenía tantas ganas de llorar. Yo no podía competir con una jovencita de quince años, ni en mi sueños.

—¡No es cierto! — Andrés de cubría la boca de la sorpresa que le estaba contando.

—¡Sí, Andrés! Sale con una quinceañera. —Estábamos devastados en la cocina. —¡Pero cuando hablé con él no me refería a eso! 

—¿De qué hablas?

— Yo le dije que era tiempo de buscar a alguien más, pero ¿Cómo iba a saber que buscaría a alguien de la edad de su hija?

—Creo que esto es un error. No me imagino al señor saliendo con una chiquilla.

—Pues salió con ella, comieron juntos. Tal vez deba hablar con él. —Andrés me golpeó en la cabeza — ¡¿Qué rayos te pasa?! —Lo miré mal.

—Me dijiste que si querías volver a intervenir en las decisiones del señor Alexander te golpeara. — Se encogió de hombros y salió de la cocina.

—Val, te estaba buscando. Iré a casa de Maribel a hacer el trabajo. — Michelle entró a la cocina — No vive tan lejos. —Se fue sin una respuesta de mi parte, creo que es buena idea que salga con su nueva madre.

~~~

—Señor Alexander —Trataba de llegar a él. Andrés me lanzó un cojín que cayó en mi cabeza. 

—¿Sí?

—Creo que debemos hablar. —Ya eran las ocho de la noche.

—¿Ahora qué, señorita Valeria? Ya hemos hablado de mi vida privada, de la de usted, de la de Andrés y hasta de la de su madre ¿Qué se le ofrece ahora?

—Quería hablar de… — La puerta de la casa se azotó. Volteamos a ver cómo Michelle aventaba sus libros a la mesa del recibidor, parecía molesta.

—¿Michelle? — Fuí hasta ella preocupada, quizá tuvo un mal día. Y yo sé mucho sobre malos días.

—Ya llegué, Val — Miró detrás de mí —Ya llegué… papá — Tenía un tono raro.

—¿Cómo te fue? —El señor Alexander se ponía a mi lado. 

—¿Por qué no le preguntas a Maribel? —Le reprochaba.

—¿Maribel? — El señor Alexander parecía no entender.

—Sí. Ya hasta comen juntos ¿o no? — Parecía estar muy enojada.

—Pues sí. —Admitió. — Pero déjame que te explique. —Trató de tomarla del brazo y ella se quitó.

—¿Explicarme qué?  ¡No tienes nada que explicar! ¡Allá tú, es tu vida! — Estaba bastante enojada. — Pero déjame decirte que Maribel es la clase de persona que saca acordeones en los exámenes. — El señor Alexander comenzó a reír. — ¿¡De qué te ríes!? — Le gritó Michelle furiosa.

—Michelle, ¿Estás celosa? —El señor seguía riendo, creo que habrá un funeral.

—¡Yo no le veo la gracia! —Se enojó aún más.

—Perdón, perdón. — Dejó de reírse. — Pero, Michelle. Solo fue una comida amistosa.

—Pues ella no lo ve así. Dice que si ella no te interesara no coresponderías a todas sus atenciones. —El señor Alexander seguía sin darle la importancia que se merecía el asunto. Le pediré su habitación antes de que muera.

—Pero yo solo he sido amable con ella, así como con todas las amigas que me presentaste el día de tu cumpleaños.

— Pues sí, pero todas ellas no están enamoradas de ti. — La cara del señor Alexander cambió.

—¿Pero… —Parecía comenzar a entenderlo todo — qué estás tratando de decir, Michelle?

—Lo que oíste, Maribel está perdidamente enamorada de ti. Así que a ver cómo le haces para que pierda el interés. — Fue lo último que dijo antes de subir corriendo las escaleras.

—¿Pero en qué me he metido?— Se pasó la mano por el cabello.

—¿Podría quedarme con su habitación? —Le pregunté.

—¡Iba a pedirla yo! —Andrés me miró mal.

—¡Dejen de jugar! ¿Qué es lo que voy a hacer?

—Si hubiera hablado conmigo desde un principio ya lo sabríamos.— Lo regañe.

—¿Usted lo sabía? — Parecía sorprendido.

—¿Y quién no? —Andrés tomó lo libros de Michelle y subió las escaleras.

—Señorita Valeria, ¿Cómo me metí en esto? Yo solo fui amable, ¿Cómo se supone que deba tratar a las amigas de Michelle? Nunca tubo una. — Caminaba y yo iba detrás de él.

—No es su culpa, usted solo fue amable.

—¿Pero ahora cómo voy a des-enamorarla? — Entramos a su oficina.

—Esa no es la pregunta, la pregunta es ¿Cómo la des-enamorará sin lastimarla? A esa edad son muy susceptibles y harían una locura si usted dice algo equivocado. Arruinaría su autoestima si la rechaza.

—Es lo más inteligente que le he escuchado decir en estos meses. — Se sentó en la silla de su oficina.

—¡Ya basta de halagos!

—Señorita Valeria, yo solo quería ser atento con Maribel.

—Señor, si usted habla con ella y dice alguna cosa equivocada, ella malinterpretará todo.

—Yo no quiero hablar con ella, no sabría qué decirle. ¿Le digo que hubo un malentendido como en aquel programa de los osos?



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Editado: 30.09.2020

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