La niñera

¿Coca-Cola o Pepsi?

—Pero es que... ¿A dónde fueron? — Le preguntaba a Laura. — ¿Desde cuándo se entienden?

—Val, tú siempre le decías al señor Alexander que debía buscar a alguien. — Laura había acudido a mi llamada de auxilio.

— Pero no que sea mi hermana. — Estaba muy enojada. —¿Qué tiene ella que no tenga yo? Aparte de saber cocinar — Aclaré.

—No le gustas, al señor Alexander le gusta tu hermana y sabemos no son tan parecidas. — Me quedé pensando un minuto.

— Lau, eso no tiene lógica. ¡Somos iguales! ¡Idénticas físicamente! Y ni una sola vez se fijó en mí.

—Quizá a él no me atrae el físico.

—Si está con ella será todo un desastre, Lau. Tendré que cuidar a mi sobrino y ella será la madre de las niñas. ¡Ella no les tiene paciencia a los niños, siempre los ignora! — Me quejaba.

—¡Val! — Me llamaba Michelle.

—¿¡Qué quieres!? — Le grité de vuelta.

—¡Me atoré en la secadora!

—Lau ¿Puedes ir? Yo estoy muy cansada. — Me senté en la barra mientras Laura iba a atender a Michelle.

Los escuché llegar, me asomé y llegaron muy serios, el señor Alexander le dió un beso en la mejilla. ¡A mí no me da las buenas noches con un beso en la mejilla!

—Buenas noches, Alex. — Ni siquiera puedo llamarlo por su nombre.

—Buenas noches, Daniela. — El señor Alexander subió las escaleras, ella se dirigía hacia mi. Lo más seguro es que iba a la cocina.

 

~~~
 


—Lau, despierta. — Levanté a Laura.

Ella y yo nos habíamos quedado en la habitación de huéspedes, no podía compartir la cama con la que decía ser mi hermana. Andar con mi jefe es algo horrible, hasta siento vergüenza.

—¿Qué pasó? — Se tallaba los ojos.

— Creo que ya es muy tarde, no bajamos a desayunar. — Entré a mi habitación y me cambié de ropa.

Hoy no tenía humor para nada.

Lau y yo nos dirigimos hacia las escaleras y de pronto Paula nos detuvo.

—¡Val! — Parecía aliviada de verme.

— ¿Qué pasa?

—Ve allá y quítale a tu hermana de encima. — Me empujó, cuando bajé unos escalones me detuve en seco al ver al señor Alexander con mi hermana en la sala, estaban sentados en el sofá.

El señor Alexander tenía toda su atención en Daniela, ella reía coqueta. ¡Mi madre debe de ponerle un alto! ¡Daniela solo lo quiere porque sabe que es mi jefe y quiere vivir en esta casa conmigo para siempre!  Es tan obvio que ella piensa que estoy enamorada del señor Alexander, por eso ella quiere quedarse la a como dé lugar.

—Estas hermosa. —Le decía el señor Alexander.

—¡Cállate! — Le contestó dulcemente y se reían.

No podía soportarlo más.

—¡No puedo! — Regresé arriba. — Solo podría separarlos a base de pura violencia.

—¿Y qué esperas? — Me empujó Paula.

— Debe haber otra forma de separarlos. — Le contesté.

—Ya sé. — Paula me sonreía de una manera extraña, tenía que hacer todo para alejar a mi hermana de aquí.— ¿Qué tal te quedan las coletas? —No entendí su risa malvada.

Aunque lo que me da más coraje es que se ven genial juntos. Son como el uno para el otro. 
 

Pov Alexander


 

—Andrés, que el chófer aliste la limusina. Llevaré a Daniela a la inauguración de la galería.— Ya estaba listo. Solo faltaba que Daniela terminara de arreglarse, reservé una de las mejores mesas para la cena de después del evento de esta noche.

—Sí, señor. — Andrés salió de la cocina a hacer lo que le ordené, se estaba aplicando mucho para que lo dejara salir a reunirse con sus amigos los mayordomos.

—¡Oh! ¡Que atractivo, señor Alexander! — La señorita Valeria me decía cuando entró a la cocina.

Ella estaba comiendo helado, lo cual me extrañó un poco porque la noche estaba fresca, eso solo podía significar que estaba deprimida.

—Gracias. — Le sonreí.

Antes de poder preguntarle cualquier otra cosa salió sin decir otra palabra, si no la conociera diría que está huyendo de mi.

Tomé una botella de vino para la limusina, le debía este gran favor a Daniela.

Resultó que Daniela me ayudó en el banquete que preparamos en la productora para atraer más inversionistas. De pronto todo me salió mal, el chef me canceló a última hora  y ella se ofreció a ser la cocinera del evento. Gracias a ella todo salió de maravilla y como si no hubiera hecho suficiente ya por mí, conocía a uno de los inversionistas. 
Ellos son mejores amigos y me recomendó ampliamente, necesitaba agradecerle, debía tenerla contenta.

También me atraía algo de ella y debía de descubrir qué es. Salímos como amigos y así ninguno de los dos podría salir mal de esto.

—Listo, señor — Andrés regresó a la cocina.

—¿Puedes enfriar esto y ponerlo en la limusina? — Le extendí la botella. Me alegraba tanto tener a Andrés de vuelta.

—Claro, señor. Disculpe ¿Podría preguntarle algo?

—Sí, Andrés. — Le di toda mi atención.

—¿Sus salidas con la señorita Daniela no tienen algo que ver con su parecido a…? — Lo interrumpí con una risa nerviosa.

—Así que tú también lo notaste, Andrés.

—Es bastante obvio señor, para decir verdad.

—Creo que es muy bella, es única. — Andrés parecía confundido. — Es muy parecida a una modelo, aún no recuerdo el nombre pero es idéntica a ella.

Andrés estaba atónito.

—Señor, creo que no me entendió.— Andrés me dió la espalda y abrió el horno dónde estaba preparando lo que parecía ser galletas. —¡Auch! — Gritó, al parecer se había quemado.

—¿Estás bien? Ten más cuidado —Me alarmé.

—¡Gracias señor! Lo que pasa es que yo debí de usar mi guante de cocina y no este absurdo sustituto. — Me mostraba el trapo que usó. — Claro que son parecidos y sirven para lo mismo ¡PERO! — Me gritó. — No me había dado cuenta que quería el guante, el original. Sólo me di cuenta hasta que ví que me había equivocado, porque obviamente no son lo mismo y así entendí que mi guante es exactamente lo que quería y ¡Cielos! Estuvo en mis narices todo este tiempo.— Me dió la sensación de ver una mala actuación.



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Editado: 30.09.2020

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