La niñera de la hija mimada del capo

Capitulo nueve

Rebeca

Me quedé en silencio cuando Ofelia me preguntó; ni siquiera supe cómo reaccionar. Estaba confundida por su comportamiento, pues parecía tener la inmadurez de una niña de cinco años que, claramente, no quería compartir el amor y cariño de su padre.

—¿Dices que esa sirvienta es la nueva conquista de mi padre? —inquirió, esperando una respuesta negativa, con una mirada desafiante—. No te atrevas a mentir, Rebeca.

—No, ella...

No pude decírselo, pero ella no era estúpida. Otro problema más que debía anotar en mi lista de probabilidades de supervivencia. Me preguntaba qué demonios iba a hacerme cuando supiera que, por ser una boca floja, le conté a su hija que Olga y él estaban saliendo, por no decir algo más gráfico.

—¡Lo sabía! Sabía que esa mujer estaba enamorada de mi padre —farfulló—. Pero no lo voy a permitir. Esa desgraciada me va a escuchar.

—Ofelia, tu padre tiene derecho... a estar con quien quiera...

No sé por qué dije eso; me estaba metiendo en un terreno peligroso.

Esas palabras la hicieron enfurecer, tanto que me miró con resentimiento. En ese instante, sentí que había dicho algo terrible, aun cuando no le veía el problema. Pero el verdadero problema era que, a pesar de convencerme de no entrometerme en esto, lo hacía, y me odié por ello, como si mi trabajo fuera guiar a esta chica.

—¿Tiene derecho? —rió como una psicópata—. Claro, mientras mi madre esté bajo tierra, mi padre no tiene ningún derecho. La vida de mi madre terminó, así que solo somos él y yo, nadie más, Rebeca.

Con estas palabras me dio la espalda y cerró la puerta de golpe. Resoplé con cansancio e ignoré aquel berrinche de la niña malcriada; mi trabajo era ser su niñera, no su psicóloga. Mientras menos me involucrara en la vida de aquellas personas, mejor.

—Cielos —murmuré quejándome—. Cada día me convenzo más de que no quiero tener hijos.

—Hija —saludó mamá tras entrar, con ese ánimo carismático que siempre la caracterizaba—. ¿Dónde estabas? No te vi en todo el día.

"Luchando por salvar mi vida..."

Quise decirle eso, pero me ahorré ese pequeño detalle.

En lugar de decir lo que mi mente pensó, me limité a sonreír.

—Estaba trabajando, la hija de mi jefe es muy demandante. Ocupa mucho de mi tiempo.

—Pensé que sería más fácil, ya que es una adolescente —agregó, sentándose en la cama—. Aunque ahora recuerdo que los adolescentes son más difíciles... Por suerte, tú nunca me diste problemas.

—No te imaginas cuán difícil es lidiar con esa chica, mamá —decidí desahogar esta carga, al menos eso podía decirle, ya que no me sentía capaz de confesar que estaba sentenciada a muerte en cualquier momento—. Tú y yo estamos conscientes de que los adolescentes son difíciles, pero esta chica es de otro mundo. Lidiar con ella es lidiar... con el diablo.

—¿Por qué estás trabajando de niñera? —cuestionó con curiosidad—. Creí que tu trabajo sería de institutriz.

—Porque todo fue parte de una equivocación —confesé, omitiendo que aquí yo estaba obligada—, pero aun así me quedé porque la paga es buena.

Su expresión decayó a una totalmente triste y me dolió, porque de seguro se sentía inútil y culpable.

—Me entristece que por mi culpa tengas que trabajar en algo que no te guste. Renuncia, hija, si este trabajo te consume, no deberías estar aquí.

—Lo único importante, mamá, es conseguir el dinero para tu tratamiento, y si tengo que sacrificar mi vida para darte todo, sin duda lo haré —sonreí mientras acariciaba su mano—. Eres mi madre.

—Oh, Rebeca, me vas a hacer llorar... No sabes cuánto agradezco tenerte como hija —puso su otra mano encima de la mía.

—Mamá, no te preocupes, este trabajo es provisional...

"...Hasta que Gambino se canse de mí... y me envíe al otro mundo."

Últimamente, estaba pensando mucho en ese hombre, ¿y quién no pensaría en alguien que quiere quitarte la vida por la más mínima cosa sin sentido? Pero no era precisamente solo por eso; no me lo podía sacar de la cabeza.

—Al menos tu jefe es un amor —dijo mamá sacándome de mis pensamientos—. Es todo un caballero, hija.

—¿Ah, sí? —sonreí de una manera incómoda y nerviosa, como si estuviera fingiendo, reí para no llorar.

—Por supuesto, ese hombre personalmente fue a mi casa y me habló maravillas de ti...

—¿Y qué fue lo que te dijo?

—Que eres una buena chica y que haces tu trabajo bien; también me dijo que mantienes a su hija lo suficientemente ocupada para darse un respiro.

"Claro, lo suficientemente ocupada odiándome."

—Me alegra que eso es exactamente lo que verdaderamente piense de mí —sonreí.

"No sabes el alivio que siento. ¿O solo lo dijo para envolverte y engañarte? No lo dudo."

—Necesito darme un baño —le avisé.

—Hija, yo me iré a mi recámara —dijo bostezando—, me siento muy cansada. Mañana debo madrugar para ir al hospital.

—Te acompaño, mamá, solo déjame hablar con el señor...

—No, hija, no hace falta. El señor Gambino me dijo que una persona de confianza lo hará, para que no pierdas las horas de trabajo. No te preocupes.

(...)

✒️ Fabrizio Gambino

Mi madre entró a mi despacho de repente. No había tenido mucho tiempo para charlar con ella por todo el drama que se estaba desencadenando en mi vida.

Sospechaba para qué había venido; su intención era persuadir al jefe para que tomara a una mujer como esposa. Sin embargo, no estaba listo todavía.

—Debemos hablar, Fabrizio —dijo tras entrar a mi despacho—. Pronto tendré que irme y quiero dejar las cosas claras.

Levanté la vista del libro para prestarle toda mi atención.

—Sé que me vas a decir que no, que la muerte de Francesca todavía está reciente...

—Madre, per favore...

—No, Fabrizio, como matriarca de esta familia debemos seguir las reglas... Consentí que te casaras con Francesca por amor, ahora que murió, necesito que te vuelvas a casar. Es una cuestión de honor.




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