Pov. Killian
En mis 20 millones de años de existencia solo he tenido un objetivo, uno impuesto por mi propio "abuelo" y que ahora me impide cumplirlo.
Tenía el plan perfecto. El aquelarre de mi tío Azazel me otorgaría el poder de invocar a las 30 legiones de demonios al mando de Gamigin al plano terrenal para enfrentar a la Legión de Arcángeles. Licas me ayudaría a despertar a los Neflim y los clavos de Cristo mientras los Jinetes accedían a la Tierra y Malrik y Seraphine se encargaba de la devastación.
Ya me veía luchando contra mi tío, el cual debería resusitar nuevamente cuando el caos fuera desatado para ayudar, como el buen samaritano que es, a la plaga del mundo denominada "humanidad".
Solo que algo faltó, un pequeño detalle se me pasó por alto: Nebiros y Magot.
El maldito Rey de los Nigromantes se percató de mis intenciones y como su estúpido orgullo le dicta que "él es el único que puede invocar a los muertos de su tumba" –cosa que pasaría al despertar a los Neflim–, buscó la ayuda de Magot a quien le encanta fastidiarle la vida a quienes se revelan y fueron de bocones con mi abuelo y el factor sorpresa se fue por el caño.
Nunca me sentí tan humillado como cuando el maldito de Miguel me apuñaló con la daga de dragón en el corazón, haciéndome volver a una forma humanoide y sellando el vacío dentro de mi propio cuerpo, sumiéndome en la inconciencia.
Todo era oscuridad, no sabía que había pasado con mi cuerpo ni a donde me habrían llevado luego de aquello. Ser hijo del Diablo siempre me había preparado para recibir puñaladas por la espalda hasta de mi propia especie, ¿pero esto?
¿Por qué nadie me había despertado? Mi respuesta era sencilla: prefirieron dejarme sellado hasta el momento en que al viejo le diera por decidir que era el "momento adecuado" para mi resurgir.
Sin embargo, un día aquella oscuridad cambió.
—¿Hay alguien?
Fruncí mi ceño, un olor primaveral llegó a mis fosas nasales, ¿quien podría ser capaz de irrumpir en la oscuridad creada para mí? Era imposible, a menos que fuese...
—¿Por qué todo está oscuro? —Aquella voz infantil volvió a resonar y de la nada la oscuridad fue iluminada por varios puntitos flotantes.
Creo que los humanos le llamaban "luciérnagas", pero...¿cómo...?
—Hola, ¿quién es usted?
De eso ya había pasado un buen tiempo. Posiblemente ya fuese una adulta, tal vez ya haya envejecido, quizás haya muerto.
Seguro con el tiempo lo olvidó, por que así son los humanos, olvidan fácilmente, muchos tienen una existencia vacía.
Desde hace mucho que ya no escucho su voz. Sabía que su calidez era momentánea, pero no esperé que fuese tan efímero.
«¿Qué es esto?»
En medio de aquella oscuridad en la que era envuelto sentí una especie de corriente sobre mi pecho, llevé una mano a ese lugar, cerrando en un puño, había algo ahí, algo cálido, ¿qué era?
Abrí mi mano y pude apreciar una luz, una pequeña esfera de luz entre mis garras.
Era acogedor.
«Yo...quiero verte...quiero ver a mi luz.»
Aquella esfera se hizo más grande y tuve la necesidad de cerrar mis ojos. Al volverlos a abrir lo primero que veo es a una mujer, un alma para ser más exacto...
Un alma pura. Tenía una mano en mi pecho y la otra en el suyo propio.
Lloraba.
Sus lágrimas rodaban por sus mejillas pero no creo que fuese consciente de ese hecho. Di una repasada a mi alrededor: el Tártaro.
Estaba en la celda más oscura del maldito Tártaro, encadenado a las Lágrimas de Cristo y aun con mi cuerpo sellado a pesar de que la chica había liberado mi mente.
¿Cuánto tiempo llevaba aquí?
Volví mi vista a la mujer y por extraño que parezca me dolió verla en ese estado emocional.
—¿Niqué jaharí? —pregunté en avharno y su mirada subió a mi rostro.
Siempre escuché a los humanos decir la típica frase de "cortar la respiración". Siempre lo atribuí a la muerte, tampoco es como si necesitara respirar.
Pero justo cuando su mirada violeta se cruzó con la mía lo entendí, por que me vi en la necesidad de aspirar el caliente y poco oxígeno del infierno.
«¿Quién era ella? »
Pronto me di cuenta que lo más probable es que no pudiese entenderme.
—¿Por qué lloras? —repetí en uno de los idiomas terrenales.
Ella, aun confundida, cobró una mirada firme y secó sus lágrimas, sin embargo, no respondió.
—¿Qué haces aquí? Un alma pura no debería estar en un lugar tan oscuro como este.
Admiro su valentía, me pregutaba como es que no había sido corrompida por este lugar. Estaba llena de sangre y realmente estoy seguro de que no era su mejor momento. Pero ahí estaba, resplandeciendo con fuerza, su alma emitía un brillo que cualquier demonio mataría por tomarlo.
Yo incluído.
—Yo solo... —estubo a punto de responderme cuando una voz conocida me sorprendió
—¿Featr sar vajay?
¿Qué hacía Magot aquí?
No me jodas que habían puesto al imbécil como mi carcelero. Le pedí a la chica que no se moviese, Magot tiene la misión de castigar a los demonios malignos rebeldes y, teniendo en cuenta que yo soy el mayor de todos –en mi defensa, lo saqué de mi padre–, me imagino que estuvo más que feliz en ser mi carcelero, pero su vista es un asco por lo que si se hubiese quedado quieta hubiese pasado desapercibida.
Pero no, la idiota debía correr.
Al verla ser perseguida no pude evitar querer ayudarla.
¡Mierda!, ¡Jesús!, ¡sal de mi cuerpo, maldito samaritano!
Nunca me había preocupado por nada ni nadie, siempre me importó una mierda quien vivía y moría. Pero ella tenía algo, y no sabía que era.
Encima, la muy tonta no paraba de hablarle al demonio que quería asesinarla.
Si iba a correr por lo menos que lo hiciera bien, pero no, ella ya había rodado por el suelo varias veces, la última luego de que le lanzaran un hachazo.
Lo admito, me sorprende su nivel de supervivencia, otro y ya la hubiese palmado.
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Editado: 26.09.2025