La niñera del Averno no tiene manual

05| Como conocer a los hijos del Diablo y no morir en el intento

Pov Alora

El impacto de nuestros labios fue como ser alcanzado por un rayo y, a la vez, ser sumergido en una piscina de miel tibia.

Mi mente, que ya estaba en modo "esquivar la muerte de por canino de tres cabezas", quedó en blanco.

«¡Acabo de besar a un fugitivo encadenado! Y no solo eso...¡al maldito príncipe del infierno!»

Porque sí, al notar como Lucifer había llegado a la celda y su petición de que detuviera al peligroso ser de golpear a la cabra mutante lo entendí:

Este era una de los "bebés" de mi querido jefecito.

Sus labios era fríos y suaves, aquel contacto envió por mi cuerpo una corriente eléctrica que entumeció mi alma. Me sentí tensar, no por el beso en sí, sinó por la forma en que los brazos de aquel monstruo infernal que segundos antes me iba a dejar morir se cerraron sobre mí.

Y algo me lo dijo, ese "contacto íntimo" que debía tener para sellar mi poder sobre el cabecilla de los hijos del Diablo ya estaba hecho.

Me separé de sus labios y, tan determinada como cuando me puse la bata de abuelita de las monjas de la iglesia, pronuncié mi orden.

—Sálvame.

—¡Joder! —La maldición que soltó Killian fue un lamento de resignación.

Con una furia que solo un ser encadenado a una pared puede alberar, me sujetó firmemente por los muslos y la espalda. Sus alas de desplegaron tras su espalda, no eran emplumadas y mginficas, sino oscuras y lisas, como las de un murciélago, pero algo un poco diferentes.

Detuvo nuestra caída justo encima del pozo de almas ardientes que me iba a chamuscar la existencia y un suspiro de alivio salió de mí.

Nos elevamos. Killian me cargaba, era como un ángel oscuro con un humor de perros reflejado en el rostro. No me había mirado desde que separamos los labios. Sus ojos dorados, que ahora parecían más brillantes, solo observaban el inicio del agujero que el mismo había hecho.

—No vuelvas a hacer eso —gruñó, sus ojos chispeaban con aquel dorado espeluznante, su voz profunda y ronca me hizo estremecer.

—No vuelvas a intentar matarme y tal vez lo considere —respondí, agarrándome a su cuello como si fuera mi pilar de seguridad.

La arrogancia es mi escudo pero estoy cagada del susto.

El Demonio me dejó caer de culo al suelo sin ninguna pizca de sutileza lo cual me hizo soltar un quejido.

«Maldito cabrón.»

Vi como mi jefe de acercaba, a paso elegante, su mirada reflejaba total diversión, sus ojos puestos en el adolescente volador que estaba a punto de hacer una rabieta.

—Veo que las presentaciones se hacen solas —Se burló.

—Padre, ¿me has tenido encerrado en mi subconsciente por cuánto? ¿Milenios? —Aún elevado en el aire por el aleteo de sus alas me observó como si fuera un insecto repugnante—. ¿Y lo primero que me traes es...a esta humana?

—Deberías tenerle más respeto, deberán convivir por mucho tiempo.

—Pero...

Antes de que hiciera un movimiento Lucifer chasqueó sus dedos y Killian desapareció. Con su andar seguro de acercó a mí y me ofreció una radiante sonrisa.

—Señorita Roberts, disculpe a mi engreído hijo y los malestares que pudo causarle —Me tiende su mano, como todo un caballero, y solo entonces me doy cuenta de que sigo como ridícula en el suelo.

Tomo su mano, hipnotizada por su belleza mientras me ayuda a ponerme de pie.

—No hay problema, por lo menos sobreviví.

«Sí, veámosle el lado positivo a las cosas.»

Mi conciencia se burla, pero no me juzguen. Los hombres hermosos son mi debilidad.

Él me ofrece una radiante sonrisa que me deja sin respiración, es como si todos mis problemas se fueran solo con ver su rostro.

—He estado buscándola por un tiempo. Las almas en pena me contaron tu destreza. ¿Un alma humana sobreviviendo al tártaro? —soltó una pequeña carcajada gratificante—. Sin dudas estarás bien.

«Mas que destreza diría suerte.»

Una sonrisa incómoda se posa en mis labios. ¿De verdad esto valía la pena mi alma?...Luego recordé la cifra billoaria de mi pago y la respuesta vino sola.

De la nada, con su mano que aún sujetaba la mía, me acercó a su cuerpo y su mano se posó en mí cintura. Inmediatamente mi cuerpo se tensó.

«Orale, ¿y esa manita?»

—Jefe...

—Luc —mencionó, elevé mi rostro para poder observarlo a los ojos, esos ojos celestes hermosos—. Llámame Luc, y disculpa mi atrevimiento, no quiero que te vuelvas a perder —Me guiñó un ojo y desvié mi mirada con las mejillas rojas.

«OMG. Mi jefecito caliente me está seduciendo.»

—Bien, por favor, prepárate para caer —pidió y sentí en mi mente como un disco se rayaba

—¿Caer? ¿Cómo que...? Aaaaaahhhh.

Solté un grito inevitable cuando el suelo bajo mis pies desapareció y caímos en un agujero oscuro.

Sentí náuseas y cerré mis ojos con fuerza, cuando todo se detuvo y sentí el suelo nuevamente bajo mis pies los abrí, mi corazón quería salirse de mi pecho.

Miré con asombro a mi alrededor, estábamos en un salón inmenso. Las paredes eran de obsidiana pulida que reflejaban las gigantescas arañas de cristal negro que colgaban del techo. En el centro, había dos figuras que automáticamente deduje como los otros bebés de Lucifer, salvo que a estos si puede llamarlos así.

—Hola hijos.Ya regresé y les traigo a su sorpresa —menciona el Rey del infierno.

Las tres figuras en el centro del salón voltearon hacia mí e inmediatamente tomé posición de firme.

«El Diablo tiene dos gemelos malignos.»

La ironía en mis pensamientos esperaba que Lucifer no pudiese escucharla. Sentados en el suelo habían dos niños demonios. Sus pieles eran de un color pálido al igual que sus cabellos sobre los cuales habían cuatro pequeños cuernos negros.

Los ojos espeluznantes amarillos de ambos se centraron en mí, parecían tener unos seis años aproximadamente.

A la izquierda, un niño, su melena melena era salvaje y su mirada incrédula mientras quemaba una cucaracha del tamaño de un caballo con un palito en llamas y el insecto se volvía polvo en segundos.




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