La niñera del Averno no tiene manual

06|Como ser la niñera de los hijos del Diablo y no morir en el intento

Atravesé el portal y al salir lo primero con lo que me di de bruces es con un casa de dos pisos de un color rosa pastel. Observo como a mi lado se hallan tres personas y no puedo creer que realmente sean los tres demonios que hasta hace segundos estaban en el infierno.

—¿Padre compró esta casa para que vivamos? Es tan...tan...

—Rosa —culminó Malrik por su hermana.

—Detestable —secundó Killian a ellos y un ladrido los continuó.

—Oh, Alora, ya estás aquí —Seraphine volteó hacia mí y la observé con impresión al igual que a su gemelo.

Ambos de cabellos blancos y sus ojos eran un azul oscuro, ya no habían cuernos ni pieles pálidas, todo en ellos parecía "humano".

—Vaya, la niñera ya cruzó el portal —La mirada aburrida del ser que liberé del tártaro se posó en mí y tragué en seco.

Su altura era uno dos metros como mínimos, su cabello plateado brillaba con la luz del sol y sus ojos celestes me hicieron perder el aliento. Me obligué a apartar mi vista de él y lo guapo que se veía como humano —gran parecido a su padre debía ser—, y me fijé el Bulldog a su lado, con un collar ancho del cual colgaban tres placas de diferentes colores. Era ridículo y adorable.

Por mi parte me di cuenta de que ya volvía a mi cuerpo físico y de que ya no vestía la bata de la iglesia en la que había decidido, sino que ahora vestía un pantalón oscuro y chaqueta sobre un top blanco.

Internamente agradecí al Diablo por cambiarme de ropa.

—Bueno, se ve normal para que su padre lo haya escogido así que, ¿por qué no entramos? —sugerí.

Con la resignación en sus miradas siguieron mi andar. Abrí la puerta de la casa. Olía a nuevo todo el interior.

Los gemelos corrieron dentro y comenzaron a saltar en el sofá mientras Cerbero fue directo a morder un sillón.

—¡Dios mío! ¡Voy a perder el depósito de seguridad en un día! —Me tapé la cara, no queriendo ver.

—No invoques a mi abuelo en vano, humana —Killian arquea una ceja, con expresión fastidiada.

—¡Me gusta esta casa! ¡Puedo escuchar los lamentos! —celebró la princesa demonio.

—¡Yo también los escucho! Es increíble, si le cambiamos el color sería perfecta —comenta Malrik saltando a la par que su hermana.

Killian se recargó contra un pilar de piedra, su rostro jodidamente apuesto se ablandó con una sonrisa irónica.

—Por cierto, humana, esta casa al parecer era de un asesino en serie. Las almas de sus víctimas la rodean, eran muchas —comentó.

«Gracias por el dato innecesario, estúpido.»

—Una mansión embrujada —dije, suspirando—. ¿Qué más podría pedir para criar al fin del mundo?

Me di por vencida y toqué el interruptor en la pared, encendiendo la lámpara de techo, e inmediatamente los gemelos miraron hacia lo que producía aquella luminosidad.

—¿Esta esfera de luz que es?...¿El Sol está atrapado? —cuestionó Seraphine con su ceño fruncido.

—¡Libéralo, hermana, libéralo! —Malrik dio un salto inhumano y la desprendió el foco de su base para luego lanzarla al suelo y destrozarla.

—¡No, no, no! ¡Eso era de IKEA! ¡Cuesta carísimo! —grité mientras Killian soltaba una carcajada y yo iba a bajar a los gemelos del sillón.

Es oficial: era momento de usar el dinero de Lucifer de la querida tarjeta negra de costes de daños y gastos adicionales.

Observé a los tres demonios que se hacían pasar por humanos y mi vista los recorrió de arriba a abajo.

—¿Por qué no me agrada tu mirada? —Malrik me observó con sospecha y yo solo sonreí.

«Es hora de ir de compras.»

Fui a la cochera de la casa y vi la furgoneta 4x4 que me esperaba. Mis ojos brillaron emocionados. Este auto valía la pena mi cordura.

Conduje hasta la tienda de Gucci más cercana según en GPS y estuvimos ahí casi por media hora.

—No entiendo para que estoy aquí —Se queja por enésima vez el Anticristo a mi lado.

—A mí me gusta —asegura Seraphine, esta vez vistiendo un vestido negro de lazos moderno, su cabello blanco recogido en una alta coleta con un lazo coquette y da una elegante vuelta—. Es hermoso.

—Son ropas cómodas —admite Malrik tras ella vistiendo una enguatada gris y unos pantalones negros.

Habíamos dejado a Cerbero en la furgoneta que, según palabras de mi jefe, estaba hechizada con protección para evitar que el camino la destruyera.

—Es tu turno, Killian —ordené, entregándole la ropa y me coloqué tras él, intentando empujarlo desde su espalda para que avanzará pero fue inútil.

—No me pondré esto.

—Pruébate los jeans y el pullover. No puedes ir por ahí con capa y botas de cuero. Ni que estuvieras haciendo cosplay.

—¡Te dije que no!

Me detuve de mi intento estúpido de moverlo y me coloqué frente a él, señalando con mi dedo el probador.

—Killian Averno, entra ahí y cámbiate de ropa.

—¡Maldición! —soltó entre dientes cuando su cuerpo se movió en contra de su voluntad, acatando la orden.

—Buen chico —apremié con sarcasmo y una sonrisa se extendió en mi rostro.

—Perfecto. Mi carcelera sonríe como si no hubiera destruido mi vida con un beso —Le escucho decir antes de entrar al probador y cerrar las cortinas.

Sentí mi rostro calentarse.

—Por lo menos sonrío, tú solo gruñes.

—Alora —La pequeña Averno tiró de mi mano, haciendo que le prestará atención—. ¿Qué es "beso"? —preguntó y yo rasqué mi nuca nerviosa.

—No seas tonta, hermana. Un beso es como cuando dos demonios lagartijas quieren tener bebés —explica Malrik como si fuera lo más obvio del mundo.

—¿Entonces Killian tendrá crías de Alora? ¿Está embarazado?

Yo no pude evitar reír ante la inocencia de aquello y veo al mencionado salir del probador.

—Un beso es cuando otra persona pega sus labios a cualquier parte de tu cuerpo —aclara el mayor.

—Oh, entonces es un "goar" —menciona la niña sonriente.

No me detengo a pensar en por qué carajos entiendo aquel idioma que ha utilizado para calificar la palabra "beso", sino en no babear ante la vista del endemoniado hombre que ahora se dirige al espejo para verse en el reflejo.




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