—Señor monstruo, ¿de dónde viene?
—¿De dónde vengo? Pues...de un lugar oscuro.
—¿Oscuro? Yo le temo a la oscuridad.
—¿En serio? —Una sonrisa divertida había aparecido en su rostro—. Entonces deberías temerme.
—¿Porqué?
—Yo soy la oscuridad, y todos me temen —Un pequeño destello de dolor había brillado en los ojos del ser.
—¡No es cierto! ¡Yo no le tengo miedo!
Su carcajada resonó por todo el lugar lleno de flores.
—Lo sé, por eso me resultas tan interesante.
Un pinchazo continuo en mi brazo me hizo despertar, la nebulosa del sueño disipándose.
—Alora, ya es de día. ¡Despierta! —La voz de Seraphine, dulce como el azúcar y peligrosa como un alacrán, fue mi alarma de la mañana.
Abrí los ojos para encontrarla sentada a horcajadas sobre mi pecho. Inmediatamente busqué con mi mirada a Malrik, quién estaba en el borde de la cama, usando mi pantorrilla como soporte mientras intentaba encender un pequeño palito de madera con un rayo láser que emanaba de su dedo índice.
—¡Apaga eso, Malrik! ¡Vas a incendiar la casa! —exclamé, incorporándome de golpe y él apagó su dedo.
—¡Pero es la casa de un asesino! ¡Es el lugar perfecto para un funeral en llamas! —protestó, cruzándose de brazos.
Me levanté de la cama. Eran las siete de la mañana y ya tenía que lidiar con la logística infernal de los príncipes del Averno.
Sentí el sonido de una notificación entrar a mi teléfono y lo saqué del bolsillo delantero de mi pantalón, observando una apk totalmente extraña para mí, el logo era de color negro con un pentagrama dibujado. La abrí y un chat fue lo que salió, el contacto decía "Luc" y el número de registro comenzaba con un +666.
«No puede ser, en el infierno también tienen mensajería.»
El mensaje era corto y directo "Los gemelos están registrados en una primaria humana y Killian elegirá él mismo su universidad. Hoy comienzan sus clases, te envío la dirección."
«No pues, un "buenos días...¿sobreviviente a mis tres hijos demonios?" no hubiese estado mal.»
—Al parecer su padre hará que vayan a la escuela, así que deben darse un baño.
Ellos no protestaron. Me puse de pie y me dirigí a mi habitación. Los tres cuartos estaban en el segundo piso, uno continuo del otro, el mío siendo el último del pasillo. Entré a me di una rápida ducha para luego vestirme con un vestido blanco corto y una chaqueta negra.
Fui directo a la cocina, Killian ya estaba ahí. Se apoyaba en la encimera, con el rostro serio, bebiendo algo que parecía ser té pero olía sospechosamente a azufre. Vestía unos jeans y una camiseta gris que lo hacía parecer recién salido de una revista de moda masculina.
«Si solo no fuera tan arrogante sería el ser perfecto.»
—Despertaste, Anticristo ¿Ya tienes tu plan de dominación mundial para hoy? —pregunté, abriendo la alacena y buscando el café en polvo que había comprado el día anterior.
—No tengo que responderte, humana. Eres mi carcelera, no mi madre —masculló, dándole un sorbo a su taza.
—Killian Averno, no seas maleducado y respóndele a tu niñera —ordené, sintiendo la punzada de poder en mi pecho.
Sus ojos dorados se crisparon en ira, un gruñido bajo escapó de sus labios.
—No, y mi plan no te incumbe.
—Buen intento, pero al menos te quedas quieto —murmuré, colocando el polvo en la cafetera automática junto a agua para que hirviera.
Cerbero trotó hasta mí con un juguete de pollo chillón entre sus colmillos. Supongo que le había agradado los juguetes y la gigantesca cama en forma de palacio que sus dueños le habían comprado. Sus ojos ahora eran de un color morado y me dio un golpe suave en la pierna, sus pupilas pasaron a un color negro y me lamió la mano luego de soltar en el suelo su pollo chillón.
—Traicionero —masculló Killian entre dientes.
—Tiene hambre, Alora —señaló Seraphine, entrando a la cocina con Malrik, ambos vestidos con ropas oscuras.
—Sí, pero no hay almas corruptas a la mano. Lo vi olisquear mucho unas galletas de carne seca y las compré —mencioné yendo a por ellas seguido del chucho infernal.
—¡Esas no son almas! ¡Son incomibles! —Se quejó Malrik—. Cerbero prefiere la crujiente esencia de los políticos corruptos.
—Pues hoy se aguanta con lo que haya. Hoy es el gran debut en la Escuela Primaria de San Judas y no hay tiempo de buscarle un alma.
Los gemelos intercambiaron una mirada de profundo horror.
—¿San Judas? ¿Es una broma? —preguntó Seraphine.
—Me ofende —Malrik hizo una mueca.
—Su padre lo escogió. Dice que es "irónico". Ahora, pónganse sus mochilas —Me acerqué y se las di, ya preparadas con cuadernos y lápices en lugar de espadas y pociones de veneno—. Y recuerden las reglas de Lucifer: No destruir, no matar.
—Esto va a ser un verdadero infierno —protestó el Armagedón poniéndose su mochila de ChatNoir a la espalda—. Además, ¿qué nos van a enseñar? ¿A destruir mundos?
—¡No! A leer fluido, escribir, hacer amigos y espero, por mi salud mental, a no invocar sus poderes en público.
Killian sonrió divertido, dejando su taza sobre el desayunador.
—Ya fracasaste.
Lo ignoré y me serví mi café recién hecho mientras hacía huevos fritos y tostadas. Les serví en inmediatamente los gemelos comenzaron a comer a gusto.
—¡Está delicioso! ¡Amo la comida humana! —chilló complacida Seraphine.
Sin embargo, Killian miró con disgusto el plato.
—¿Esto se supone que es comida? Parece vómito solidificado.
—Se llama desayuno. Los humanos lo necesitamos para vivir. Claro que tú prefieres sangre y destrucción, ¿no?
—Hermano, pruébalo, está muy bueno —sugiere Malrik y un resplandor dorado aparece en los ojos del anticristo cuando lo observa furioso, haciendo que el pequeño se encoja en su lugar.
—Killian Averno, ¡no intimides a tu hermano! —regañé.
Este chasqueó su lengua, inconforme, y pinchó con el tenedor su huevo frito, lo huele y prueba para luego arquear una ceja.
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Editado: 13.10.2025