La niñera del hijo del millonario

Episodio 9

KIRA

En la calle, Artem me agarra de la mano y juntos vamos hacia el columpio. Pero al instante, cuando el pequeño mira hacia atrás, de repente fija la mirada en mí y ordena:

— ¡Kira, corramos! Papá nos alcanza.

La adrenalina literalmente me hierve en la sangre. Yo soy la mayor, debería detener al niño. Pero la colérica en mí obedece a este pequeño travieso y corro junto a él.

A los pocos minutos caigo riendo junto a Artem sobre los cojines del asiento del columpio.

— Hemos escapado —dice él jadeando y satisfecho.

— Ajá —respondo recuperando el aliento, mientras río.

— Y eres genial —observa Artem y, también recuperando el aliento, añade—: No tan aburrida como todos los que estuvieron antes.

Me río, y el pequeño se acurruca contra mí. Mi sonrisa se borra cuando mi mirada tropieza con el Buínyj disgustado que se acerca.

Oh, ahora sí. Solo puedo imaginar qué pasará. Seguro que en cuanto este papá furioso se acerque, seré despedida.

— Ay, papá... —murmura desconcertado el niño y me lanza una mirada asustada—. Ahora nos va a dar una lección.

Suelto una risita irónica, intentando aparentar despreocupación. Un poco de miedo tengo, aunque también curiosidad. Nadie me ha gritado nunca, salvo mi tío. Y parece que hoy pasará por primera vez.

Artem se sienta en mis piernas y se esconde en mis brazos. Yo observo tensa cómo se acerca un hombre increíblemente atractivo. Es demasiado apuesto, pero ahora sus bellos rasgos se han torcido de descontento. Atrapo su mirada furiosa y aprieto más fuerte a su hijo contra mí, mientras me tenso por dentro de inmediato.

Demian se detiene frente a mí y, entornando los ojos, me mira de arriba abajo.

— Kira Volodýmyrivna, ¿qué clase de travesuras son estas? Usted debería educar a mi hijo, no actuar junto a él como si fueran una banda de maleantes... —el hombre está molesto, pero con sus palabras me muerdo el labio inferior para no reírme, y mientras tanto él continúa—: Kira Volodýmyrivna, veo que se divierte —se enfurece el padre del pequeño—. Usted debería ser un ejemplo para mi hijo, ¡¿y usted?! La próxima vez...

— ¿Puedo irme ya...? —lo interrumpo con insolencia y enseguida añado—: Porque la próxima vez no tardará en llegar...

La expresión de Buínyj se vuelve completamente colérica. Me parece que su paciencia ya se agotó y ahora me pedirá que me vaya.

— ¿Ambos se levantan y van a almorzar? —ordena con fastidio.

Solo suspiro pesadamente, y yo ya me había preparado para irme a casa. Eh, parece que no estaba destinado. Qué pena.

Me levanto con el niño en brazos y, esquivando a su padre, llevo al pequeño hacia la casa. Él se acurruca contra mí como si yo fuera su salvación.

— Kira Volodýmyrivna, suelte a Artem, puede caminar solo —oigo detrás.

Me detengo y en silencio lo dejo en el suelo, y él, tomándome de la mano, camina a mi lado.

Al entrar en la casa, el niño me conduce directamente al comedor. Almorzamos casi en silencio. Yo apenas comí, porque después de tantas emociones se me quitó el apetito. Más bien ayudaba a Artem a comer, por lo que recibí una observación de su padre. Según él, el niño debía comer solo.

Al terminar la comida, Demian se levantó y, mirándonos estrictamente a su hijo y a mí, ordenó:

— Cuando terminen, los espero a ambos en mi despacho.

¡Oh, oh! ¡Ahora sí que estoy perdida! Otra vez va a sermonear y dar lecciones.

El padre del niño se fue, y Artem, como para fastidiar, comía despacio, alargando el tiempo a propósito. Yo lo entiendo perfectamente, así que le pido en voz baja que coma más rápido, porque papá se va a enfadar.

Por fin, al terminar, vamos al despacho. No sé si el pequeño tiene miedo, pero yo sí estoy algo asustada. Incluso temo imaginar de qué se hablará.

Toco la puerta y entro primero, llevando a Artem de la mano.

— ¡Siéntense, los dos! —ordena fríamente Buínyj.

Nos miramos con el pequeño y lo llevo hasta una silla. Me siento yo también y lo pongo en mis piernas.

— Y ahora escúchenme con atención, los dos. No voy a repetirlo dos veces.

¡Vaya susto! —comento en mis pensamientos—. Personalmente no te entiendo a la primera, y por lo visto, el niño mucho menos.

En medio de mis quejas internas, en el despacho reina un silencio sepulcral.

— Entonces, Artem, tú conoces tu rutina diaria, y también sabes que no puede haber ninguna infracción ni excepción. Dormir, desayuno, almuerzo, cena, juegos, asistencia a clases preparatorias —todo exactamente según el horario. Y no puede haber ninguna infracción. Debes seguir el régimen con rigor... ¿Entendido?

El pequeño calla obstinadamente, acurrucado contra mí.

— ¡Artem, no te oigo! —truena severo el padre.

— Entendido —murmura el niño entre dientes.

— ¡Perfecto! —resopla el padre y ordena—: Ahora déjame a solas con tu niñera...

— No llames a Kira niñera —frunce el ceño el niño, sentado en mis piernas.

— ¡Artem! —le reprende severo su padre.

— Kira no es niñera. Las niñeras son mayores, usan gafas y siempre refunfuñan, y Kira es joven y guapa...

Buínyj pone los ojos en blanco y dice:

— De acuerdo. Me convenciste. Ahora ve y espera a Kira en la sala de juegos. Y otra cosa: por su travesura, tú y Kira están castigados, y hasta la noche no pueden salir de la sala de juegos. Además, deben aprender a contar hasta diez en inglés antes de las ocho de la tarde.

El niño, resoplando con descontento, sale del despacho. Yo cierro los ojos, porque ahora me espera la confesión y los sermones de este guapo. Me pregunto qué castigo inventará para mí. Miro el reloj. Aún falta un buen rato para las ocho, y eso es precisamente lo que me inquieta.




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