DEMIÁN
Al quedarme a solas, respiro hondo. Casi no puedo creer que esa chica haya decidido quedarse a trabajar conmigo. Claro, bajo presión, pero aun así.
Sonrío. Me impresiona lo rápido que Artem conectó con ella. Lo único que me incomoda es que Kira no quiso hablar de las condiciones de trabajo. Pero eso es cuestión de tiempo. Ya hablaremos. Lo bueno es que tengo con quién hacerlo.
Me siento en el sillón y de inmediato llamo a Maksim. Lo invito a mi despacho. Mi subordinado aparece a los pocos minutos y le pregunto enseguida:
—¿Dónde están esos dos?
—En la sala de juegos —se sienta frente a mí, mi jefe de seguridad—. Pero la chica parece algo distraída...
—¿Cómo que distraída?! —me tenso al instante.
—Me dio la impresión de que Kira estaba preocupada por algo. Y ese “algo” está, sin duda, en su teléfono.
Suspiro y digo en voz alta mis sospechas:
—Claro que Kira está preocupada. Ella no vino aquí a trabajar, por eso está nerviosa, —le repito a mi subordinado lo que hablamos con la chica y agrego—. Así que se quedó aquí medio a la fuerza. Seguramente se escribe con su amiga, a la que no contraté.
—Entiendo... —exhala Maksim y con cautela pregunta—. Me pregunto cuánto tiempo se quedará con nosotros.
—¿Cómo?! —lo miro sin entender nada.
—Bueno, si tiene otro trabajo, es muy probable que el lunes ya no venga a ver a Artem.
Frunzo el ceño, mirándolo fijamente, porque entiendo que eso es bastante posible. Y no me conviene en absoluto. Me reclino en el respaldo del sillón y ordeno:
—Maks, para esta noche quiero saberlo todo sobre ella. Hasta el más mínimo detalle. ¿Dónde trabaja? ¿Con quién vive? ¿Dónde vive? ¿Entiendes?
—Entiendo —asiente con la cabeza.
—¡Perfecto! Y además, el lunes habrá que arreglar todo con su jefe. Porque ahora ella trabajará para mí.
Mi subordinado entrecierra los ojos y me mira demasiado directo.
—Jefe, me parece un poco apresurado. ¿Y si al final no nos sirve? ¿Qué hacemos entonces?
—Maks, ya nos sirve. Tú conoces bien a mi pequeño travieso... —suspiro y con un tono irónico añado—. Y parece que él entiende mejor a la gente que yo, sobre todo a las mujeres.
Maks suelta una risa.
—En eso tiene razón, jefe —admite—. Me pondré a buscar información sobre esa preciosura.
—Muy bien —exhalo y lo pongo ante el hecho—. Maks, voy a salir un rato. Llevaré unos documentos a Sofía. Quiero, por fin, acabar con esa dulce señorita. Tú encárgate de vigilar al niño y a Kira.
—Por supuesto, señor Demián —acepta, guarda silencio unos segundos y luego añade con desagrado—. Aunque con Sofía debió acabar hace tiempo. Esa mujer es un verdadero demonio.
Suelto el aire. Es cierto. Sofía fue otro de mis errores, otro fracaso en el camino de formar una familia después de Polina. Claro que no me obsesiono con eso, pero ahora ya no tengo deseos de construir una familia.
Me levanto y, mirándolo con atención, le pido:
—Maks, no tardes. Para esta noche quiero saberlo todo sobre esa pequeñita.
—Será hecho, jefe —Maks también se pone de pie.
Él abandona mi despacho y yo, tomando las carpetas, me siento frente al escritorio. Paso más de una hora revisando los documentos que debo llevarle a Sofía.
Por fin, después de revisarlo todo, recojo lo necesario y salgo de la oficina. Pero antes de irme quiero ver cómo se comporta mi hijo con la nueva niñera.
Entro en la sala de juegos y me quedo impactado: en la alfombra hay medio rompecabezas gigante armado, y en un enorme puff mi hijo duerme abrazado a Kira. Ella también duerme. Me quedo perplejo. No sé cómo reaccionar. Por un lado, no tiene nada de malo que duerma con el niño. Pero, por otro, está durmiendo en horario de trabajo.
Sonrío. La chica es muy dulce. Y además, abraza a mi hijo con tanto cuidado que no deja de sorprenderme. Los contemplo un par de minutos más y me voy, porque debo salir.
#175 en Novela contemporánea
#559 en Novela romántica
muy emocionales y fuertes sentimientos, héroe autoritario y exigente, hijo de millonario
Editado: 18.09.2025