La niñera del hijo del millonario

Episodio 14

DEMIÁN

El resto de la tarde lo pasé con mi hijo. No dejaba de hablar, y en todas sus conversaciones aparecía Kira. Artem se ha entusiasmado demasiado con ella. Ahora ni siquiera sé si eso es bueno o malo. Supongo que tiene sus pros y sus contras. Pero guardo silencio ante el entusiasmo del pequeño, hasta que me mira fijamente a los ojos y me pide:

— Papá, ¿verdad que no vamos a llamar a Kira niñera? ¡Y también quiero hablar con ella como hablo contigo...! — deja nervioso a un lado el coche de juguete y, con demasiada seriedad, declara: — Quiero que Kira sea como mi amiga.

Me quedo sin palabras ante semejante declaración. Vaya exigencias las de mi hijo. Entiendo que no debería permitirlo, pero tampoco tengo deseos de buscar otra niñera. Aunque tal vez no sea lo correcto. Porque un niño debe tener ciertos límites morales y sanos. Esa chica es mayor, por lo tanto, mi hijo debería mostrarle respeto. Y esa amistad no es en absoluto apropiada. Contengo mi severidad y me dirijo a él:

— Artem, espero que entiendas que Kira es mucho mayor que tú y debes dirigirte a ella de usted.

— Y además llamarla por su segundo nombre... — refunfuña con desagrado. — Sí, ya lo sé, pero no quiero hacerlo.

— Artem...

Quise explicarle con delicadeza que eso era lo correcto, pero me interrumpió:

— Papá, Kira no es como las demás. Ella... — cuando habla de esa chica, sus ojos brillan y en su voz se escucha la admiración. — Es sincera, interesante, y además es buena. — parpadea confundido y añade: — Me abrazó, me acarició, incluso me besó cuando me estaba quedando dormido... — en sus pequeños ojos brilla la humedad y su voz empieza a temblar. — Es como una mamá, ¿entiendes? Solo estuve con ella un día, pero con ella se siente tan bien.

Aprieto la mandíbula y lo estrecho contra mí. Sus emociones y sentimientos son muy importantes para mí. Y ahora debo ceder. Quizá con el tiempo Artem entienda que debe respetar a esa chica y dirigirse a ella como corresponde. Suspiro y cedo un poco:

— Está bien, de momento será así. Pero más adelante lo hablaremos los tres con la ni... — me callo de golpe y me corrijo: — con Kira. ¿De acuerdo?

— De acuerdo — suspira el niño y se acurruca contra mí. — Papá, vamos a dormir. Pero léeme una historia como la que me contó Kira. Sobre los hombrecitos que luchaban contra un gigante...

¡Ups! ¿Y qué historia es esa? Yo no tengo ni idea. Suspiro, tendré que inventar algo.

— ¿Y de dónde leyó Kira esa historia? — pregunto, cargándolo en brazos.

— Del teléfono — me abraza Artem y relata: — Había un viejecito que quería a todos y además era muy sabio...

Tras el baño, lo acuesto a dormir, pero es él quien me cuenta la historia de los hombrecitos, y yo lo escucho hasta que se queda dormido.

Al salir de su habitación, bajo a mi despacho, ya que Maksim me ha reunido toda la información sobre Kira. Estoy ansioso por revisarla.

Tomo la carpeta del escritorio, enciendo la lámpara y me siento en el sillón. Saco unas hojas tamaño A4: en la portada, la foto de la chica y su fecha de nacimiento. Tiene veinte años. En efecto trabaja y además estudia, lo cual me sorprende gratamente. También me extrañó que viva sola. No tiene pareja, lo que me alegró aún más. Pero me resulta curioso que, siendo su padre un empresario con un negocio importante, ella viva en un barrio nada exclusivo... Algo no encaja, pero ya investigaré eso después. Porque, en lo esencial, Kira me resulta adecuada: está limpia, no involucrada en nada, y según la información ni siquiera tiene malos hábitos, lo cual es un gran punto a favor. Además, está completamente sana. No hay nada de qué quejarse. Supongo que debería alegrarme de haber encontrado semejante joya, pero me invade una tensión inexplicable.

Me preocupa que Artem se haya encariñado tan rápido con ella; no quiero que después eso se convierta en un problema. No puedo ignorar que la chica es muy activa, y desde luego no es una tímida. Juntos pueden ser un dúo complicado. ¿Podré manejarlo?

Entre pensamientos y reflexiones me quedo hasta medianoche, y luego, agotado, me voy a dormir.

Me despierto al sentir que Kira me llama. Está inclinada sobre mí. Su largo cabello negro cae hacia abajo, casi rozándome. Sonríe y me mira con sus grandes ojos azules.

— Demian Tarásovich, despierte — pide dulcemente.

Pero no entiendo qué hace ella en mi dormitorio.

— Demian Tarásovich, ¿me escucha? — me toca el hombro, y siento cómo ese contacto suave se esparce como un calor agradable por mis venas.

Alguien me sacude y abro los ojos de golpe: es Max, que está a mi lado. Parpadeo varias veces mirándolo atónito.

¡Maldita sea! ¿Tenía que soñarme algo así?

Me incorporo bruscamente y, con un tono molesto y aún somnoliento, pregunto:

— Max, ¿qué demonios? ¿Qué haces aquí?

— Demian, disculpe, pero ya son las nueve y Kira aún no ha llegado — informa preocupado mi subordinado.

— ¿Y dónde está Artem? — pregunto alarmado.

— Sigue durmiendo.

Exhalo y, tras mirarlo fijamente, ordeno:

— Sabes lo que tienes que hacer. Tienes una hora.

Max asiente obediente:

— Entendido. Lo haré.

Sale de la habitación y yo me levanto de golpe para ir corriendo a la ducha. El sueño, o lo que fuera, todavía no se me ha borrado de la cabeza. Pero vi claramente a esa chica. Incluso me alegré de verla. La inquietud me recorre el cuerpo, y con ella llega la rabia. ¿Por qué no vino? ¿Cómo se atrevió? ¡Está bien conmigo, pero dejó mal parado al niño...!




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