Oliver
Voy maldiciendo mientras camino por la casa y solo tengo esa maldita voz en mi cabeza, además de fea es inteligente esa mujer y su maldita sonrisa de fea no tiene nada, aun así, cuando no sonríe no hay quien la mire, su padre me dijo que era como una monja, pero no se queda con una, no se calla la boca y es como si siempre tuviera que ganar, salgo fuera agradeciendo el aire fresco y respiro hondo a punto de estallar de la rabia, la maldita tiene sus leyes y dice sus verdades sin importarle quien sea yo, paso las manos por mi rostro, lo gracioso es que todo lo dice con respeto llamándome señor Presidente y sin tutearme, aunque de todo, debo admitir que lo que más me molesta es su maldita sonrisa.
—Pareces irritado —bufo con las palabras de Julio
—La muy hija de su madre no se queda callada —él me mira
—¿Hablas de la fea niñera de tus hijos?
—De quien más —camino para relajarme
—No debiste contratarla, da mala imagen sacarla por ahí —él ríe —aunque bueno, tampoco sales mucho con tus hijos —bufo
—Ni saldré teniéndola a ella de niñera —Julio vuelve a reír
—Ya todo está preparado, vendrán tus padres a comer —asiento —deben estar al llegar y también vendrá tu hermano —bufo —eso han mandado a decir.
—Mi hermano —ruedo los ojos —vendrá solo a criticar todo lo que uno hace al igual que mi padre —detengo mis pasos —ellos se creen perfectos y dicen que no seré capaz de ganar las próximas elecciones —miro a julio
—Ellos no te conocen —toca mi hombro —ve a ducharte y prepárate —asiento
—Julio —antes de irme le miro —pon guardias en la puerta de mis hijos, no vaya a ser que a esa mujer le dé por llevarlos al comedor, no quiero que de ese lugar salga nadie mientras mis padres estén en esta casa —mi amigo asiente con lentitud y yo echo a andar, ninguno de los cuatro puede dejarme en ridículo frente a mi familia, todo debe ser perfecto.
En cuanto entro a mi habitación comienzo a quitar mi camisa, pero detengo todos mis movimientos al verla a ella ahí sentada en mi cama, me giro con lentitud hacia la pequeña que sostiene una foto de su madre en sus manos.
—¿Gina qué haces aquí? —levanta la mirada hacia mí —no deberías estar aquí —voy hacia ella.
—Quiero que nos lleves a ver a mamá —quito el retrato de sus manos —hace un mes que no nos llevas —sus ojos buscan los míos.
—Estoy bastante ocupado preparándome para las próximas elecciones Gina, espera un poco más.
—¿Cuánto tiempo? —me quedo mirando sus ojos
—No lo sé, vuelve a tu habitación por favor —la pequeña suspira con sus ojos tristes
—Extraño a mamá
—¿Y crees que yo no? —mi forma no es la mejor y sus ojos se llenan de lágrimas, suspiro alejándome unos pasos de ella, la cual es demasiado parecida a su madre —la verás pronto —agrego viéndola caminar hacia la puerta.
—Debiste ser tú el del accidente —suelta como si nada y luego sale de la habitación, yo me siento en mi cama mirando la puerta por la que se ha ido y si, debí ser yo el del accidente, cubro mi rostro con mis manos al sentir mis ojos llenos de lágrimas, ¿por qué ella? Ni siquiera sé por qué estaba en ese coche, en ese lugar cuando debía estar en casa con sus hijos, hay tantas preguntas para las que no tengo respuestas.
—Hijo —mi madre sonríe al verme y voy hacia mi silla en el comedor —te ves bien —es su elogio sonriéndome y sonrío, todos en mi familia somos así, fríos, llevamos meses sin vernos, pero ver un abrazo o un beso sería más que raro.
—Mamá, papá —los miro a ambos —me alegra tenerlos hoy aquí.
—¿No vas a saludarme a mí? —miro hacia Nelson, mi hermano
—Por supuesto hermano, ¿cómo te va?
—De maravilla —él sonríe —tanto que estás frente al próximo presidente de este país —me tenso al escucharlo y lo miro
—¿Vas a presentarte en las elecciones? —asiente el muy cínico con una enorme sonrisa
—Así es hermano y espero que me apoyes —tomo en mi mano un vaso con agua —este país te ha quedado grande y creo que como hermano mayor debo arreglarlo —llevo el vaso a mi boca apretando con fuerza este sin dejar de mirarlo, quiere humillarme, eso lo sé, bebo un trago de agua para calmar el genio pero
—¡Quiero pollo frito! —al escuchar la voz de Samuel casi me ahogo y comienzo a toser, los ojos de mis padres se abren como platos, estos no soportan a los niños, menos a sus nietos, los cuales muy bien vestidos han llegado y buscan sentarse.
—¿Qué haces aquí Valeria? —cuando me repongo me pongo de pie y la miro
—Señor Presidente —ella acomoda sus grandes y feas gafas —le dije que los bañaría para que cenaran —aprieto mis dientes mirando sus ojos, pero esta solo busca una silla y se sienta, mi familia no deja de mirarla.
—Hijo —miro a mamá —¿qué es eso? —yo respiro hondo mirando a mis hijos que están sentados y sirviéndose lo que quieren como si nada.
—Mamá hoy mis hijos cenarán aquí —trato de sonreír —en familia —me siento
—Hablaba de esa... mujer —señala con la cabeza a Valeria que se ha sentado en la otra punta de la mesa y se está sirviendo
—Mamá ella es la niñera —Nelson se echa a reír con ganas
—¿Oliver no pudiste buscar algo mejor al menos?
—Mamá —la risa de Valeria calla mis palabras
—Señora ni que fuera su novia —siento mi rostro rojo y ella me mira, luego vuelve a reír —además —mira a mi madre —su vestido no es menos feo que el mío —paso las manos por mi rostro viendo el odio en los ojos de mi mamá.
—Así es imposible comer, esto da asco —Caroline deja los cubiertos
—Entonces no coma —sus ojos se abren grandes ante la respuesta de Samuel
—Tienen niñera y profesores en vano, son unos maleducados Oliver, ¿no dirás nada?
—Para decir algo tendría que estar criándonos —suelta Jason riendo
—Por Dios —Caroline se pone de pie —manda a los mocosos a la habitación.
—Mocosa es usted señora gorda —antes de que pueda hacer algo Gina ya ha lanzado su carne al vestido de mi madre, la cual chilla y es entonces que todo se descontrola porque por más que grito que paren los trillizos atacan a mi madre con comida, la cual no sabe qué hacer y mi padre y hermano solo tratan de salir del comedor.