La niñera fea de mis hijos

Capítulo 7: Hasta que cambie

Valeria

No dejo ni un segundo de mirar a los pequeños que le hablan animados a su madre y mis ojos se llenan de lágrimas con la bonita escena, las cosas que le dicen, como la tocan, como la miran, pestañeo varias veces para disipar esas lágrimas, nunca he sido una persona que llore, no soy sentimental y odio ver cosas románticas, pero la escena frente a mí ha roto mi corazón, vuelvo a mirar mi reloj y sé que tenemos poco tiempo, ya el presidente debe de estar camino aquí y no puede verme como estoy, tuve que dejar a la niñera fea en casa para que me pudieran dejar entrar aquí, me acerco a ellos en silencio, la esposa del presidente es hermosa, tiene el cabello rubio como los pequeños y su piel parece la de una niña, es preciosa, respiro hondo sin conocer bien la historia de por qué está en coma.

—Debemos irnos pequeños —Gina me mira —volveremos pero debemos irnos

—Gracias Val —sonrío con sus palabras y deja un beso en la mejilla de su madre, Samuel besa la mano de esta y Jason besa también su mejilla.

—Ojalá despiertes pronto —habla Samuel a su madre —debes hacerlo mamá, solo tú puedes cuidar bien de nosotros —el pequeño sigue apretando su mano —además, cuando estabas, papá era diferente —debo limpiar las lágrimas que escapan de mis ojos y luego el pequeño se aleja de su madre, en silencio y con un nudo en la garganta echo a andar y salimos de la habitación, Gina va feliz sosteniendo mi mano y me encanta verlos así.

Los pequeños cansados van a sus camas y suspiro mirando mi reloj, es un milagro que aun el presidente no haya llegado aquí cuando todos sus guardias saben que estamos en la casa, me acerco a Samuel que es el único que continúa despierto, ya que están demasiado cansados para aguantar despiertos, hemos caminado demasiado.

—¿Te gustó verla? —me siento a su lado, el pequeño con sus ojos llenos de maldad sonríe

—Sí, la echaba de menos —suspira mirando sus ojos —es linda ¿verdad? —asiento lentamente

—Muy linda —sé que está triste y respiro hondo —¿cómo era tu padre cuando ella estaba bien?

—Diferente —su respuesta es simple —éramos muy pequeños, pero recuerdo que jugaba con nosotros y era bueno

—¿Por qué todo cambió? —el niño mira mis ojos

—Pasó días sin salir de su habitación, luego semanas sin vernos y sé que le recordamos a mamá —se encoge de hombros —comenzamos a hacer travesuras, queríamos que saliera de su habitación, solo que lo hicimos mal —él bufa —y ahora nos odia

—No digas eso

—Y nosotros a él —bufa —quiero dormir —se acomoda en su cama dándome la espalda no dispuesto a seguir hablando conmigo.

—Duerme bien pequeño demonio —susurro haciéndole sonreír y luego beso su mejilla para alejarme de él.

Escucho los pasos detrás de mí, pero no volteo, sigo mirando hacia el horizonte sentada en el banco, sé que es él, he estado poco tiempo en esta casa, pero conozco su perfume.

—Te buscaba —al fin habla —entré a la habitación y los niños estaban dormidos —se detiene a mi lado y miro mis manos, hoy debo ir al club.

—Estaban cansados —murmuro sin mirarle y es increíble que aún no esté gritándome

—Creo que es la primera vez que duermen de día

—O quizás es solo que no vas a verlos mucho —ambos nos miramos al mismo tiempo

—¿Siempre vas a atacarme? —alza una ceja

—Es divertido señor Presidente —tensa su mandíbula y luego se sienta a mi lado, parece cansado, quiero alejarme, pero eso sería dejar el banco.

—Colmas mi paciencia ¿sabías? —siento su mirada sobre mí —¿por qué no nos llevamos bien? Ya que no te puedo despedir digo —sonrío y le miro

—Usted no es buen padre, cuando lo seas podemos tener esta conversación —hay dolor en sus ojos gracias a mis palabras y deja de mirarme, el silencio toma protagonismo, mis palabras le han dolido, pero es una enorme verdad que él debe saber.

—Gracias —alzo mis cejas

—¿Qué escuché? —le miro desconcertada

—Los estás haciendo felices, gracias —habla mirando sus manos —has podido hacer lo que yo no pude —vuelve a haber silencio.

—¿Por qué su esposa está en coma? —mi pregunta hace que se tense

—Un accidente —responde cuando pensaba que ya no lo haría y le miro —sucedió de noche, yo no estaba en la ciudad, ella había salido, no sé por qué, salió sola sin chofer ni nadie, dejó a los niños durmiendo en casa, no entiendo por qué salió tan tarde —aprieta sus puños —pero lo hizo y su auto chocó con otro, fue un caos y ella —suspira

—Sus hijos creen que usted los odia —él sigue apretando sus puños.

—No he sido buen padre, no los odio, solo no he podido ser buen padre luego de todo lo que ha pasado

—Aún tiene tiempo —sonrío y me mira, su mirada va a mis labios, a mi sonrisa y se queda ahí, completamente hipnotizado logrando que me ponga nerviosa, borro rápido mi sonrisa y me pongo de pie. —me iré a la habitación —me alejo de él.

—No vuelva a hacerlo —cuando lo escucho detengo mis pasos —no vuelva a salir sin decir nada Valeria —lo miro, él me está mirando

—Tengo un trato con sus hijos señor Presidente —hablo ahora mirando sus ojos —les dije que usted volvería a ser un buen padre y cumpliré eso aunque sea por las malas —sonrío una vez más —prepárese.

—¿Me está declarando la guerra? —enarca una ceja medio sonriendo

—Hasta que cambie y deje de ser como es

—¿Por qué le interesa eso? —él se pone de pie, hasta ahora, no me había dado cuenta de lo alto que es —solo es la niñera, la fea niñera de mis hijos —rectifica sonriendo

—No, no soy solo eso, soy amiga de ellos y que su esposa esté en coma no justifica que pueda ser un mal padre —me doy la vuelta y me alejo lo más rápido que puedo aun sintiendo su mirada sobre mí.

—Tiene gracia ver que enfrentas a mi hermano —escucho la voz cuando iba a entrar a la habitación y me giro hacia él, el hermano de Oliver está sonriendo mientras me observa y parece un maldito lobo mirando a su presa.

—¿Le hace falta algo?




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