La niñera fea de mis hijos

Capítulo 11: Olvídelo

Oliver

Dicen que los niños siempre dicen la verdad aunque sé que mis hijos son diferentes al resto, la duda queda en mi cabeza dando vueltas mientras miro como tonto a Valeria, la cual ahora mira hacia todos lados menos a mis ojos, es claro que siente vergüenza, lo que me lleva a pensar que lo que dice Sam es cierto y algo dentro de mí se llena de cierto orgullo, ¿dije orgullo? Por Dios no, borro enseguida el pensamiento de mi cabeza, no es para nada un orgullo gustarle a alguien como Valeria, ella es fea aunque tiene algo que me atrae, no, borro eso también, lo único que me atrae hacia ella es que llevo mucho tiempo sin estar con una mujer.

—Valeria

—Es mentira —habla rápido y mira mis ojos —ellos mienten señor Presidente

—¿Entonces de qué secreto hablaban? —se queda callada mirándome, su boca se abre y cierra sin decir nada, ¿le gusto? —olvidemos esto

—Perfecto —concuerda conmigo demasiado rápido

—Entre usted y yo no puede suceder nada —sonríe ahora

—¿Le daría vergüenza? —mira mis ojos —no se preocupe, vergüenza me daría a mí salir con alguien como usted señor y no, no me gusta —ella pasa por mi lado

—lo digo porque estoy casado —mis palabras detienen sus pasos y la miro —y porque usted es la niñera de mis hijos —sigue de espaldas a mí —trabaja para mí y, por tanto, no puede pasar nada —agrego, pero más para mí que para ella, necesito dejarla de ver como alguien atractiva.

—Lo tengo claro señor Presidente —son sus únicas palabras para luego marcharse y respiro hondo sintiéndome extraño.

—Conozco un lugar bonito —habla Mónica sentada a mi lado y la miro

—Mónica basta

—Aquí no hay periodistas Oliver —su mano va a mi hombro —y estás tenso —suspiro

—Es tarde —miro mi reloj —debo ir a la casa y dormir, mañana abriremos las puertas de la escuela y —Mónica se acerca a mí y me roba un beso, decir que me gustó es quedarse corto, ella sonríe mirando mis ojos.

—Duerme bien señor Presidente —se pone de pie y solo trago en seco —después no diga que no lo invité —sin decir más se aleja hacia su auto y paso las manos por mi rostro aguantando las ganas de seguirla.

—No sé cómo puedes rechazar a una mujer así —mi amigo deja el trago que pedí frente a mí —Mónica es hermosa

—Y yo sigo casado —muevo el anillo en mi dedo

—Por Dios Oliver, una cosa no quita la otra —asiento tomando un trago aunque mi principal problema no es ese —¿no irás a la casa a dormir con tus hijos? —tenso mi mandíbula

—Le gusto a la niñera —mi amigo se echa a reír con ganas

—No sé si eso es una ofensa o algo realmente malo —sigue riendo —por Dios, ¿ya le dejaste claro que es muy fea? —solo hago silencio recordando su mirada, su sonrisa, su tatuaje.

—Ella lo sabe —Julio vuelve a reír aunque a mí no me hace gracia.

Con pesar entro a la casa sintiéndome cansado, dormir fuera no me ayudó mucho, agradezco que aun los niños duermen así como Valeria y solo voy a la cocina, pero me detengo rápido al ver la mesa repleta de cosas para comer y a Valeria moviéndose por esta.

—Dijo que no sabía cocinar —mi voz la asusta dejando caer un plato al suelo, luego voltea hacia mí.

—Al parecer todos mentimos en algo —ella sonríe, maldita sonrisa

—Me iré a duchar —su mirada me recorre por completo —despierte a los niños, debemos salir temprano —solo asiente y me doy la vuelta.

—No durmió aquí ¿verdad? —sus palabras detienen mis pasos —olvídelo, no es de mi interés

—No, no lo es —sigo mi camino sin mirarla y suspiro.

Luego de una larga y fría ducha salgo de mi habitación y voy a la cocina, el desayuno sigue en la mesa y suspiro, cuando Valeria entra la miro.

—¿Ya listos? —ella mira mis ojos y parece asustada —¿Valeria? —doy un paso hacia ella —¿qué sucede?

—No están —frunzo el ceño

—¿Cómo?

—Los niños no están —siento como rápidamente me lleno de rabia

—¡¿Cómo que no están?! —le grito asustándola y luego paso por su lado, rápido corro hacia la habitación, al abrir no hay nadie ahí —¿qué demonios? —susurro, luego volteo a verla —¡¿y ahora se dio cuenta?! —vuelvo a gritarle

—Señor

—¡Su trabajo es cuidar de ellos! —tomo sus brazos —lo único que debe hacer es eso, estar ahí para ellos

—Perdón yo

—¿Perdón? —la suelto con brusquedad y ella me mira con miedo, pero he perdido la razón —¿se da cuenta de que han pasado horas fuera? Sus camas están hechas y no —la señalo —no han salido en la mañana Valeria, su único trabajo era estar ahí con ellos —me acerco a ella —cuidarlos, vigilarlos, ¿acaso no hace nada bien? —espeto cerca de su rostro viendo como sus ojos se llenan de tristeza, pero sigo —ahora entiendo las ganas de su padre de mandarla lejos de él —sigo haciéndola sentir mal —usted no sirve para nada y si algo les sucede solo será tu culpa y la única razón por la que no te despido como voy a hacer con los guardias de fuera es porque no puedo —sus ojos ahora brillan —te hacía más responsable pero claro, ¿que se puede esperar de alguien que es como tú? —la señalo con rabia alejándome de ella

—Los llevé a su cama, les leí un cuento, besé la frente de Samuel y de Jason y besé la mejilla de Gina —la miro cuando habla —estuve en esa habitación hasta que se durmieron, ¿y usted? ¿En dónde estaba? —río mirando sus ojos

—¿Ahora quiere culparme a mí? —niego —sí, soy un mal padre y no estaba aquí, pero para eso contrato niñeras ¿no? —los ojos de ella se llenan de lágrimas y por primera vez la noto realmente mal —acepte que hizo mal su trabajo y por algo es así —río señalándola con desprecio —definitivamente Dios no quería que usted se casara y tuviera hijos.

—Ya quedó claro la opinión que tiene de mí, solo dilo, soy fea —habla con poca voz —puede decirlo mirando mis ojos, soy horrible y una desarreglada, ¿ahora vamos a buscar a los niños o seguirá diciéndome lo horrible que soy y que no sirvo para nada? —me quedo mirando sus ojos viendo como trata a toda costa de no dejar salir sus lágrimas y justo ahora me doy cuenta de todo, no es su culpa, ni la mía.




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