La niñera fea de mis hijos

Capítulo 12: ¿Te gusta mi padre?

Valeria

Mi vida no ha sido un cuento de hadas que digamos, desde pequeña he recibido malos tratos de parte de mis hermanos porque era la favorita de papá y mamá aunque ser la favorita tampoco era bueno, al igual que a mis hermanos me mandaron a estudiar lejos de casa y eso era un infierno, no me gustaba estar lejos, perdí los pocos amigos que tenía y me costaba mucho hacer otros. Aún recuerdo cuando fue el momento exacto en el que decidí que no quería ser bonita y fue cuando con 15 años llegué feliz a mi casa por vacaciones y escuché una conversación de mi padre, en pleno siglo XXI, pero él ya había elegido un novio para mí, un chico de 20, bastante apuesto y con muchos recursos, mi padre y el suyo lo tenían todo planeado, en ese instante comprendí que ser bonita era un mal y no un bien, así que cuando tuve que conocer a mi futuro esposo solo me vestí y me arreglé justo como ahora, a papá casi le da un infarto, mi madre se desmayó y el chico y su padre no quisieron volvernos a ver, luego de eso tuve que volver a una de esas escuelas en el extranjero y decidí que quería seguir siendo así, era otra persona, tenía otra vida, muchos se reían de mí, la mayoría me criticaba, pero descubrí que podía llevar una doble vida y eso, eso me encantó porque siendo la hija de mi padre jamás hubiera podido hacer lo que me gustaba, bailar y tener un público que clamara mi nombre con tan solo verme, ser la fea ya no molestaba... hasta hoy, cuando de la boca del presidente escuché todo eso que me dijo y en sus ojos veía puro desprecio.

—Señorita Levy —escucho mi nombre y volteo a ver a quien me llama, los pequeños entran a su habitación sin esperarme, el viaje fue un completo infierno y siempre en silencio. —¿tiene un minuto? —la educada señora me mira con soberbia y solo asiento.

—Si, un minuto —miro mi reloj, luego a ella que entrecierra los ojos

—Mi nombre es Mónica, soy la directora de campaña del presidente

—Le quedan 30 segundos —su mandíbula se tensa cuando me escucha

—Debe arreglar lo que pasó hoy —la miro confundida —fue su culpa que los niños escaparan, era su trabajo cuidar de ellos y por su culpa todos hablan mal del presidente.

—aunque no dicen tampoco muchas mentiras —sonrío, ella bufa

—Usted hablará, dará una entrevista y se echará toda la culpa —me señala —dejará limpio al Presidente, ya todo está planeado —suspiro

—Su tiempo se acabó —me doy la vuelta

—El presidente puede perder las elecciones por esto —su voz me detiene al abrir y respiro hondo.

—¿Quiere que de una entrevista? —la miro, ella asiente

—Vendrá alguien a arreglarla —sonrío, sabía que diría eso —y le traerá ropa, ropa moderna porque parece que llegó en una máquina de tiempo a nuestro siglo —suspira —será difícil cambiarla de apariencia pero

—Difícil es cambiar la suya —me mira con odio —no lo tome a mal, pero su cirujano debe de estar pensando qué hacer para la próxima cirugía porque seguro ya se ha quedado sin ideas.

—Haré que te despidan —me señala

—Le deseo suerte, un favor le deberé —puedo sentir como sus dientes suenan cuando aprieta estos, luego ríe.

—Aunque bueno, el presidente necesita diversión, últimamente está algo tenso y duerme un poco mal —sus palabras quedan dando vueltas en mi cabeza —digamos que le hace bien un payaso en la casa blanca, prepárese para la entrevista —ella se da la vuelta y se aleja, respiro hondo aun pensando en sus palabras, pero solo unas pocas, dijo que dormía mal y para saber eso ella, aprieto mis dientes y entro a la casa de los trillizos porque sí, esto es una casa aparte, solo me dejo caer en el primer sofá que encuentro, el presidente no durmió anoche en esa casa, seguro estaba con ella, cierro mis ojos luego de quitar mis gafas.

—¿Estás molesta con nosotros? —escucho a Gina y abro los ojos, la pequeña hermosa está frente a mí mirándome triste y sonrío.

—No mi amor

—Pero pareces triste, papá te trató mal ¿verdad? —se acerca más a mí —¿te culpó de lo que hicimos? —me pierdo en sus ojos, luego llevo una mano a su mejilla.

—Pequeña todo está bien —sonrío

—Él está enfadado ¿verdad? —suspiro

—Se le pasará —toco la punta de su nariz —pero no debieron hacer lo que hicieron —ella baja la mirada claramente avergonzada

—Se lo merecía —la voz de Samuel me hace rodar los ojos y miro al crío que ha llegado.

—Samuel no digas eso, lo que hicieron estuvo muy mal y

—Sigues defendiéndolo —él se acerca a mí —¿acaso te gusta de verdad? Porque eso parece ya Valeria

—No voy a permitir que sigas hablándome así —me pongo de pie sin dejar de mirarlo pero él solo sonríe

—¿Y qué harás? —su mirada me desafía —solo digo la verdad —me señala —parece que papá te gusta, pero déjame decirte algo —él suspira —no te enamores de él, está casado con nuestra madre y aunque te queremos mucho y eres lo más cercano a una madre que hemos tenido desde que mamá no está, no eres nuestra mamá —sus palabras aunque ciertas duelen —y otra cosa, debes saber que mamá va a despertar y cuando lo haga, ella y papá estarán juntos así que no te enamores de él porque serás echada de aquí cuando eso suceda —habla con rabia sin dejar de mirarme.

—Yo no quiero que Valeria se vaya —Gina se abraza de mis piernas y miro a la pequeña, sonrío porque se siente bien que ella me quiera.

—No me iré pequeña —acaricio su cabello.

—No te irás mientras sigas estando de nuestro lado —Samuel vuelve a hablar —o le diré a nuestro padre tu gran secreto —respiro hondo con sus palabras y luego me acerco a él, me pongo a su altura y miro sus ojos.

—Escúchame bien Samuel, puedes ir ahora y decirle a tu padre lo que quieras, pero no haré lo que se te dé la gana —sus cejas se alzan —y estás castigado, ceros juegos hoy, cero juguetes y cero teléfono

—Tú no puedes

—Si piensas —interrumpo sus palabras —que por saber mi secreto vas a hacer conmigo lo que quieras estás muy mal




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