Valeria
Me quedo recostada a la puerta con una mano en mi pecho tratando de calmar mi corazón, era él, da igual la máscara que traía, conozco bien su mirada, su forma de mirarme, rápido camino en busca de agua teniendo la garganta seca, ni siquiera pude acabar el baile, ¿qué hace Oliver aquí? Es de locos. Bebo de golpe el contenido del vaso y me sirvo más agua necesitando calmarme de alguna forma, luego paso una mano por mi rostro y tomo asiento respirando con más calma, es la primera vez que él viene, estoy segura de ello y también estoy segura de que es idea de su amigo Julio haber venido hasta aquí. Cuando la puerta de la habitación en la que estoy se abre bufo al ver quién ha entrado, sé que hoy no está contento conmigo, su cara lo dice todo.
—Acabaste el baile rápido —ruedo los ojos con sus palabras
—Necesito irme ahora —digo mirando mi reflejo en el espejo
—Hay un cliente que quiere un baile privado —me tenso por completo, luego niego frenéticamente —¿vas a negarte? Nunca te niegas.
—Eres el jefe, pero no lo haré si no quiero —lo miro a través del espejo
—Querida hiciste un baile horrible hoy, pero le gustaste a uno de nuestros mejores clientes —frunzo el ceño —el hombre viene a verte todas las semanas y quiere un baile, solo es un baile —volteo hacia él, si es un cliente habitual entonces no es el presidente y eso quita todo mi miedo.
—Estaré lista en unos minutos —sonríe y solo asiente saliendo rápido por la puerta, no es el primer baile privado que acepto, pero sé que debo controlar mis nervios. Mientras me arreglo busco en mi mente alguna forma de olvidarme del presidente, él no me reconoció, es imposible que lo haga y cuando mi teléfono suena me asusto, bufo al ver la llamada del número desconocido y la tomo con algo de dudas.
—Valeria querida —me tenso cuando escucho la voz del otro lado
—No estoy para ti hoy Nelson —el hermano del presidente ríe
—Veo que reconoces mi voz, me halagas —ruedo los ojos —tu padre viajó hoy ¿sabías eso? —respiro hondo
—Si estás preguntando es porque sabes que sí, que los vi, que fueron a verme hoy —escucho su risa —pero no somos amigos para estar hablando de esto.
—¿Te despediste de ellos? —mi ceño se frunce aguantando fuerte mi teléfono —Valeria, ¿has pensado que cuando vez a alguien puede ser la última vez que vas a verle? —me tenso —¿alguna vez eso te ha pasado por la cabeza?, hoy viste a tus padres, ¿crees que vas a volver a verlos?
—¿A qué juegas? —me pongo de pie con el corazón a mil
—Ten una linda noche Valeria —la llamada se corta y mis manos tiemblan mientras busco el contacto de mi padre, llamo a este con rapidez y con cada segundo que pasa más me desespero porque no responde, sigo insistiendo caminando de un lado al otro de la habitación en la que estoy y mis ojos se llenan de lágrimas cuando no responde aún.
—¿Hija? —siento que el alma vuelve a mi cuerpo cuando escucho la voz de mi madre
—¿Mamá? —mi voz se corta
—¿Cariño estás bien? —trago el nudo que se había formado en mi garganta
—Ustedes están bien, ¿dónde está papá?
—Tu padre ya duerme cariño —cierro mis ojos y tomo asiento —tuvimos un buen viaje, ya estamos en el hotel —sonrío cuando el miedo ya se ha ido, Nelson solo quería asustarme —¿por qué llamas? ¿Todo está bien?
—Todo bien mamá, es que hoy no les dije lo mucho que los quería —apuesto a que ahora sonríe
—También te amamos Valeria, cuídate mi amor —luego de la llamada me quedo largos segundos mirando el teléfono hasta que me pongo de pie, solo fue un susto y ahora tengo un baile que hacer.
Al entrar en la habitación en la que debo bailar las luces se apagan, suspiro rezando que no sea algún viejo con ganas de algo más que un baile y que no tenga fantasías que quiera cumplir ahora, sigo estando muy nerviosa y ni siquiera sé la razón, respiro hondo para tratar de eliminar esos nervios, pero entonces siento ese perfume y cierro mis ojos, no por favor, el mundo es pequeño pero ¿tanto?
—Tengo una duda —me tenso cuando escucho su voz a mi espalda —¿mis hijos saben de esto o los dejas dormidos antes de venir aquí? —me niego a darme la vuelta y siento sus pasos.
—Señor
—Llevar doble vida debe cansar —suspira —y más cuando son vidas tan diferentes —aprieto mis dientes, ¿cómo es que me reconoció? Nadie lo hace —¿qué pasa? ¿Ya no habla tanto como en casa? ¿Siente vergüenza? —él ríe —lo dudo, alguien con vergüenza no haría esto —tenso mi mandíbula.
—No sabe lo que dice —intento darme la vuelta, pero sus manos en mis brazos me lo impiden, me tenso más cuando él queda pegado a mi cuerpo, su rostro cerca del mío y es claro que ya no lleva la máscara que traía.
—Quien lo diría —sonríe cerca de mi oído —la hija del gobernador —suspira y su cercanía me afecta más de lo que me niego a admitir —la niñera fea de mis hijos —él me suelta —es la misma mujer que baila con poca ropa para un montón de viejos ebrios —vuelve a reír —dime —lo miro —¿qué me darás a cambio de guardar tu pequeño secreto? —el presidente se cruza de brazos, yo me pierdo en sus ojos, pero no dejo que los nervios me ganen ni que mi acelerado corazón me dominen, levanto la cabeza sin vergüenza alguna.
—Quien lo diría —ahora yo sonrío y una de sus cejas de alza —el presidente del país, padre de tres hijos que cuida a su esposa en coma —suspiro —y va al hospital a verla todos los días como buen esposo es —lo señalo —el mismo hombre que va a un club de mala muerte a ver a mujeres bailar semidesnudas —mi sonrisa aumenta viendo la incredulidad en sus ojos —con todo el respeto señor, pero creo que usted tiene más para perder que yo —me alejo unos pasos —imagine los titulares —me hago la pensativa —al buen esposo fiel le gusta ver mujeres con poca ropa, la prensa lo haría trizas y sus hijos lo odiarían mucho más —veo como tensa su mandíbula sin dejar de mirar sus ojos y no, no niego que me siento expuesta vestida de esta forma frente a él mientras él me mira como lo hace, pero a pesar de eso, me niego a bajar la cabeza o a dejarme humillar por alguien.