La niñera y el presidente

Capítulo 4

Tiffanny miró a Taly, apenas podía creer que esa chica fuera la niñera, era apenas una niña y desde luego, no tenía la menor preparación ni la más mínima clase.

—Esta es tu habitación —dijo mientras la ayudaba a entrar—. No tienes permitido deambular por la casa, tienes un horario de trabajo y después, a descansar.

—¿Qué pasa si me da sed? —preguntó Thalia y apretó los labios—. Supongo que puedo ir a la cocina a tomar algo, ¿o es que tampoco puedo hacerlo? Suelo tomar mucha agua de noche y estoy acostumbrada a siempre estar pendiente de los demás y…

—Dije que no puedes deambular por la casa, ¿qué es lo que no se entendió? —inquirió la mujer y sus ojos se tornaron furiosos—. Si tienes sed, sube una jarra con un vaso y asunto solucionado. Esta no es cualquier propiedad, es la Casa Blanca, hay reglas, muchas, las cuales debes seguir al pie de la letra.

—De acuerdo —concordó la joven.

—Escucha, no sé cómo llegaste aquí, tampoco me interesa saber la clase de artimañas que utilizaste —reclamó la mujer con los ojos enormes puestos sobre Taly—, pero mientras yo esté a cargo, no harás lo que te dé la gana, vas a seguir las instrucciones que yo te dé como soldado. ¿Está claro?

—¡Lo está! —dijo Taly con aire militar.

—¿Qué esperas para ir a dormir? —inquirió Tiffany y la joven se dio la vuelta, pero de inmediato se giró hacia la mujer de nuevo.

—No he cenado, he pasado todo el día entrevistándome con el señor…

—Señor presidente —corrigió Tiffany.

—He pasado todo el día entrevistándome con el señor presidente, yendo a firmar mi contrato, recibiendo instrucciones, entre otras cosas —dijo mientras suspiraba—. No comí y tampoco he cenado, ¿es posible que pueda ir a comer algo?

—Sí, olvidé eso, en la cocina está tu comida, debes comerla ahí, hoy es un día importante para el señor presidente y no debe haber contratiempos, usa tu uniforme incluso —declaró mientras la chica pensó que su nueva jefa estaba un poco loca como para sugerir que se colocara el uniforme a esa hora y solo para ir a la cena; sin embargo, asintió.

—Bien —respondió.

—Después de que termines, puedes venir a dormir para que mañana te presente a los niños —recomendó el ama de llaves.

—Ya los conocí…

—Ve a cenar y luego vuelve a tu cuarto —ordenó de nuevo la mujer sin darle tiempo a terminar—. Nosotros no somos cualquier personal, somos personal elite.

—Sirvientes al fin y al cabo —contradijo la chica y Tiffany boqueó furiosa antes de irse.

Taly miró el uniforme, pensó en dormirse con hambre con tal de no tener que desvestirse, ponerse el uniforme solo para ir a cenar, pero el estruendoso sonido de su estómago, la hizo reconsiderar, así que terminó cambiándose y colocándose el uniforme antes de ir a la cocina.

No conocía bien la casa, así que tuvo que meterse entre pasillos hasta encontrar a un guardia que le indicó la ruta.

Con tranquilidad fue hasta la cocina y aunque pensó que todos estarían durmiendo, lo cierto era que estaban bastante activos.

—Buenas noches. —Saludó pero nadie le respondió.

Todos estaban yendo de un lado a otro con demasiada premura, así que se acercó a la barra pero no vio ningún plato de comida, abrió la nevera y solo vio cosas crudas, listas para ser cocinadas.

De pronto y en medio de la jauría de bestias que parecía esa cocina, miró un extraño platillo servido sobre la barra de acero de la parrilla, así que se abrió paso entre los cocineros y sacó el plato para luego retirarse a la mesa.

Miró el platillo, era tan pequeño que se dijo que no serviría ni para alimentar a su amiba. Constaba de solo una porción de arroz con una especie de tira de pepinillo enrollado encima y sobre ella una enorme bola de carne rociada con una salsa o algo así.

Dio un suspiro y tomó una cuchara para coger la bola de carne y llevársela a la boca. Al primer mordisco sintió que algo duro estaba dentro.

Pensó que era una piedra, pero para no sacar la comida de su boca, mordió de nuevo intentando romperla con sus dientes aunque no lo consiguió, así que con toda la vergüenza del mundo, tomó una servilleta y escupió el bocado.

Jadeó al ver un enorme y precioso anillo adornado con, seguramente, un invaluable diamante rosa.

Miró asustada alrededor y escuchó a Tiffany al otro lado.

—¿Dónde está el plato para la señorita Jules? —inquirió furiosa—. Ese plato fue ordenado por el presidente para que colocaran el anillo de compromiso.

Taly se levantó de golpe y dio vueltas en su lugar, como un perro persiguiendo su propia cola, sin saber qué hacer. Pensó en confesar la verdad pero se dijo que la echarían, así que sin dudarlo un segundo más, dejó el plato al otro extremo, se guardó el anillo y salió de ahí.

Fingió que estaba llegando de nuevo y vio a Tiffany gritarles a todos cuando encontró el platillo, comido a medias.

—¿¡Dónde está el anillo!? —demandó a gritos.

Taly intentó pasar desapercibida, pero no tanto como para que Tiffany la ignorara, esperaba que creyera que recién estaba llegando.




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