La niñera y el presidente

Capítulo 5

Todas las miradas fueron hacia Taly, quien se removió incómoda sin saber qué era lo que estaban planeando. Les dio una sonrisa amable y nerviosa mientras retrocedía, pero se detuvo al chocar con algo.

Se giró para encontrarse con un muro humano enorme que la miró desde su altura, tan feo que ella volvió a su sitio.

—¿No creen que esto es demasiado? —inquirió el presidente—. Esto es muy riesgoso, podemos simplemente inventarnos algo, lo que sea para que todo esto salga bien.

—Señor presidente —dijo el señor White—. La aprobación de la que ahora goza es… nunca vista, ni siquiera en campaña. Las mujeres allá afuera siguen soñando con historias de princesas y son los hombres los que ponen peros diciendo que ella está con usted por dinero.

—Por supuesto que estoy por dinero —interrumpió Taly y todos se giraron a mirarla—. Quiero que me paguen por cuidar a las niñas. Me gustan los niños, pero no hago nada por amor al arte, no vivo de aplausos y gracias.

—Señorita Haretton —habló Morgan empezando a estresarse—. Guarde silencio y no hablé a menos que se lo pidamos, por favor.

—¿Entonces que estoy haciendo aquí? —cuestionó la niñera y dio un suspiro resignado—. No sé lo que pasa, puedo imaginarlo, pero… yo solo quería devolver el anillo que casi me tragué por hambrienta. No pretendía terminar metida en líos y mucho menos que la gente pensara que hay algo romántico entre el presidente y yo.

—Lo sabemos —aseguró Morgan.

—Solo mírenlo, hasta el pisapapeles de ese escritorio es más expresivo que él. —Taly suspiró.

—Bueno, nadie aquí quiere que seas la primera dama —dijo el señor White como si fuera obvio—, pero necesitamos que finjas un poco, ya sabes. Afuera creen que eres la prometida, esto ha ayudado a que el presidente se vuelva tendencia en todos lados y desde luego se hable de su gestión, ayuda a su carrera aunque creímos que no, pero la gente es impredecible.

—Todo lo que debes hacer es lo que te digamos —añadió Morgan—. Si te decimos que no hables, no hablas; si te decimos que hables, lo haces; unas fotografías aquí, otras allá y en unos meses todo habrá acabado.

—Será una historia tan linda como Romeo y Julieta —agregó White—, pero sin el drama de la muerte, ya sabes.

—Romeo y su nieta será —corrigió Taly y más de uno contuvo la risa por respeto al presidente, aunque les resultaba cómico ver a una chica con la realidad distorsionada en la que creía que Lucien Maddox era su igual—. Es al menos veinte años mayor que yo, nadie va a creerse que hay un profundo amor entre nosotros. ¿Y si es mi padre biológico?

—No soy tu padre —agregó Lucien.

—¿Cómo puede estar seguro? —inquirió la chica con la mirada entrecerrada sobre él.

—Estoy seguro de que no tuve una hija a los veinte —remarcó Lucien y ella le observó suspicaz—. A esa edad estaba en Alemania.

—¿Cómo sabe que no tuvo sus asuntos con una alemana que decidió darme en adopción luego de ver que su amorío de verano no tenía futuro? ¿Y si me trajeron desde Alemania a este país en un tren de carga? —preguntó dubitativa.

—Ve demasiadas novelas, ya le dije que no soy su padre, ¡ni siquiera fui en verano, por Dios! —insistió el presidente con visible fastidio—. Esto no va a funcionar y será mejor que encuentren la manera de resolverlo.

—¡Está bien, lo haré! —interrumpió Taly—. No soy ninguna tonta, sé lo que sutilmente me están pidiendo, quiere que finja que soy la novia del presidente.

—La prometida, específicamente —declaró el señor White—. Espero que lo entiendas, tu trabajo será hacer todo lo que te digamos, sin improvisaciones, sin nada más que un guion, como si fueras una estrella de actuación.

—De acuerdo —dijo la chica y Lucien cerró los ojos con pesar—. ¿Es provisional, no es así? No tendré que casarme de verdad, no es cierto.

—No, no tendrás que hacerlo —aseguró una divertida Morgan—. Solo será por un tiempo, poco a poco la prensa dejará el tema y nosotros nos encargaremos del resto, tampoco estarás con él todo el día, solo cuando te lo pidamos.

Taly asintió.

—Siendo así, espero que puedas firmar esto. —Esta vez fue el señor White quien le entregó un documento—. Se ha preparado esta mañana y debes firmarlo, es un acuerdo de confidencialidad, nada de lo que se hable en este lugar debe salir a la luz, todo se quedará aquí adentro. Además de eso, deberás acompañarme esta tarde, de compras y hacer lo que te digamos.

—Por lo pronto deberás quitarte el uniforme —añadió el señor White—. Ponte algo decente, más tarde el presidente dará una rueda de prensa y es muy probable que tengas que aparecer unos minutos o no, eso te lo haremos saber.

—También te daremos una compensación monetaria —dijo el presidente para finalizar—. Debes quedarte callada y te reunirás con Morgan cada noche para que ella te dé las indicaciones de lo que harás cada día, una especie de itinerario. Nos aseguraremos de que no interfiera en tus funciones como niñera. Es todo, ahora puedes irte.

—¿Puedo preguntar algo? —inquirió la joven.

—Hazlo —mencionó el presidente visiblemente fastidiado.




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