La niñera y el presidente

Capítulo 6

—¿Es… tá todo bien? —inquirió Morgan al ver a Taly en cuatro patas en el piso y sobre todo al ver que el presidente estaba a punto de sacarle un ojo con su erección que tenía y que desde luego no se molestaba en ocultar, tal vez porque tampoco podía hacerlo, el falo enhiesto casi rompía el pantalón.

—Sí, está todo perfecto —dijo el presidente y de inmediato se colocó la chaqueta, intentando disimular lo que estaba pasando y luego de eso, volvió al escritorio y tomó su lugar en el sillón ejecutivo desde donde fingió acomodar toda clase de documentos para evitar la mirada de la mujer. Carraspeó nervioso—. ¿Qué necesitas?

—Nada, es solo que quería hablar con la señorita Haretton —dijo Morgan y estuvo conteniendo la risa para que no la reprendiera o peor aún la terminara despidiendo por su atrevimiento. Se giró hacia la joven, quien para entonces seguía a gatas en el piso con los ojos muy abiertos, incapaz de reaccionar—. Ya puedes pararte, Taly.

La joven salió del estupor y se puso de pie. Se sacudió las manos como si las tuviera llenas de polvo, luego de eso sacudió la ficticia mota de polvo de su blusa y se miró las uñas, incapaz de levantar la vista hacia Lucien.

—Abriste la puerta y me empujaste, por eso me fui de bruces —se justificó Taly y entretanto, Morgan pestañeó tratando de entender por qué estaba dando una excusa a algo que era evidente para ella—. No es que el señor Maddox y yo estuviéramos haciendo algo malo, eres tú quien seguro está pensando mal.

—¿De qué hablas? Yo no pensé nada malo —musitó la otra y sonrió divertida.

—Por si lo pensaste —aclaró Taly y miró al presidente para que este le ayudara, quien para entonces, no sabía dónde meter la cara entre el nerviosismo y las miradas de ambas mujeres—. ¿Ya puedo retirarme?

—Sí, ya puedes hacerlo —respondió el hombre y la joven no esperó nada más, solo enfiló a la salida y huyó de la oficina con Morgan detrás, como si una jauría le persiguiera.

Apenas estuvieron fuera de la oficina y se alejaron lo suficiente para no ser escuchadas, Morgan soltó a reír e hizo que la niñera se girara y la mirara con el entrecejo fruncido, dado que sabía que se estaba burlando de ella y de lo que acababa de ver dentro de ese despacho.

—¿Qué es tan gracioso? —cuestionó la joven con los ojos en jarra, pero no pudo soportarlo y terminó soltando una risa también, una que pudo haber despertado a todos en la Casa Blanca, pero que sirvió para que ella liberara toda esa tensión que sentía desde hacía un rato.

—¿Viste lo mismo que yo? —Taly se hizo la loca ante la pregunta—. Dios mío, el presidente casi te hacía una lobotomía con el tamaño de esa erección. ¿Qué fue lo que le dijiste o le prometiste? No te atrevas a mentirme, sé perfectamente que los hombres no tienen erecciones nada más porque sí, algo debió detonarla. ¿Acaso le prometiste una noche loca de pasión y yo llegué para interrumpirlos?

—¿De qué hablas? ¿Por qué habría de prometerle sexo al presidente? —cuestionó la niñera y entrecerró los ojos mientras Morgan se encogía de hombros.

—Todas quieren tener sexo con Lucien Maddox —declaró Morgan y se tapó la boca como si tuviera un secreto que contarle—. Hay mujeres que literalmente dicen que las ha dejado arruinadas.

—¿Les roba? —preguntó la chica.

—¡No, tonta! —exclamó Morgan—. Dicen que las deja arruinadas para otro hombre. Que es un animal en la cama y no solo eso, que tiene unos gustos extraños, tanto que… levanta el morbo hasta de un alma en pena. No sé lo que ese hombre haga de puertas para adentro pero con seguridad te digo que la que se lo come repite, no en vano mujeres le sobran. Lucien Maddox es el sueño erótico de muchas… muuu chaaas mujeres.

—Estoy segura de que no es mi sueño erótico —declaró la niñera e hijo un gesto de enfado—. Ni siquiera tengo sueños eróticos. No deseo tenerlos tampoco, pero… siempre he tenido la duda, ¿es lindo?

—De lo mejor —respondió la chica y la joven asintió—. También es bastante seguro, no hay manera de que las mujeres se embaracen con un sueño caliente.

Taly soltó una risa divertida.

—No digas tonterías, mejor me iré a trabajar, los niños están por llegar del colegio y debo atenderlos. Por cierto, ¿de qué querías hablar conmigo? —cuestionó pero Morgan le dijo que no se preocupara, después de todo no era urgente, solo se trataba del asunto de ir de compras para su nuevo vestuario; no obstante, le aseguró que podía pedirle a la casa de modas que llevara varios diseños por la mañana para poder elegir.

Caminó con la seguridad que no sentía y se adentró a su habitación. Cerró la puerta y soltó el aire que no sabía que estaba reteniendo.

Taly era joven y virgen, pero no era ninguna tonta, sabía que lo que había visto era un falo erecto, el primero de su vida, pero se preguntó cómo es que eso había pasado. Más bien, se estaba increpando a sí misma, tratando de comprender qué fue lo que le provocó que ese hombre se pusiera así.

—¿Acaso yo le provoqué una erección? —musitó con el corazón acelerado.

Se colocó una almohada en la cara y enfrió sus pensamientos antes de salir cuando escuchó el sonido de la puerta.

Era el señor White pidiéndole que se hiciera cargo de los chicos apenas llegaran, así que se preparó para recibirlos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.