La niñera y el presidente

Capítulo 8

Lucien permaneció parado unos segundos antes de lanzar una maldición e irse al despacho oval, a donde tanto Morgan como el señor White le siguieron y casi se vieron con la cara embarrada cuando el presidente cerró la puerta en sus narices.

Tuvieron que tocar la puerta y esperar a que les dieran permiso de seguir antes de entrar. En cuanto escucharon la voz del mandatario, ambos cruzaron la puerta y se pararon frente a él, viendo cómo se paseaba de un extremo a otro de la habitación y se sujetaba el cabello con frustración.

—¿Puedo preguntar qué ha pasado? —inquirió Morgan, un poco temerosa de recibir un estallido verbal del presidente—. Taly… —carraspeó—. La señorita Haretton estaba de acuerdo en todo el plan, al menos así fue la última vez que hablé con ella. Tal vez si nos explica qué ocurrió, podamos darle una solución práctica y desde luego conseguir que ella colabore.

—Yo… eh… yo fui grosero con ella y aunque me he disculpado, no ha querido hablar conmigo —dijo mientras apretaba los dientes por la frustración que sentía—. Ayer mismo me ha dicho que desea renunciar y que quiere que desmintamos lo que se ha dicho a la prensa.

—No podemos hacer tal cosa —recriminó el señor White—. Si salimos con que todo fue un montaje no solo perderemos credibilidad, la aprobación del país caerá en picada. No es posible que hagamos esto, definitivamente no. Si no quiere colaborar por las buenas, habrá que hacerlo por las malas, hemos de trabajar en las cláusulas del acuerdo de confidencialidad que firmó. No tiene dinero para pagar los costes que implica, tampoco querrá ir a una prisión o enfrentar una demanda.

—No, no podemos acorralarla, voy a hablar con ella, espero llegar a un acuerdo —agregó Morgan y reprendió con la mirada a su compañero, como si le dijera que estaba completamente loco al querer sacar ventaja de una huérfana que solo tuvo la mala fortuna de estar en el lugar equivocado en el momento equivocado—. Parece que le caigo bien y es posible que tengamos la manera de resolverlo.

—Sí, creo que es lo mejor, definitivamente conmigo no quiere ni cruzar el saludo y tal vez sea mejor —dijo el presidente y dio un suspiro cansado.

Morgan salió del lugar para ir directamente con Taly, a quien encontró sentada al borde de una de las fuentes de los enormes jardines de la Casa Blanca. Avanzó despacio pero se detuvo al escuchar a dos agentes.

—Parece que se le acabó el jueguito —dijo uno de ellos sin darse cuenta de que Morgan estaba escuchando—. Es que es una muchachita tonta, solo a ella se le ocurrió que el presidente iba a fijarse de verdad en su hermoso rostro. Todos aquí sabíamos que se la iba a follar y le daría las gracias, para eso es que las contratan, pero creo que es demasiado ingenua, lo digo por ser amable con ella. —Soltó una risa—. Solo alguien tonto creería que iba a obtener beneficios.

—Ya se hacía como la primera dama —agregó el otro y soltó una risa—. ¿Creen que el presidente se enoje si tomamos un turno con la chica?

—¿Vieron cómo salió de la habitación? —inquirió el tercero y soltó una carcajada—. Toda despeinada y desde luego ya sabemos lo que estuvieron haciendo.

Morgan alcanzó a ver los movimientos obscenos del hombre y sintió arcadas de saber lo que estaban hablando. Suspiró agobiada antes de seguir su camino hasta dónde estaba Taly.

Se sentó a su lado y la miró.

—¿Estaban hablando de mí, no es así? —inquirió la joven niñera y señaló hacia los hombres.

Morgan asintió y le dio un par de palmadas en la mano.

—Me encargaré de que reciban su merecido, no te preocupes. —Taly negó y la otra guardó silencio unos segundos—. Me gusta ser directa y debo saber si lo que dicen son habladurías o en verdad…

—Sí, me acosté con él y después me trató como basura —reconoció mientras Morgan apretaba la mandíbula—. Fue mi culpa, yo… fui yo quien pensó que era un ser honorable, pero supongo que es como todos los políticos.

—Te aseguro que Lucien es un buen hombre. —Taly soltó una risa amarga—. Lo conozco desde hace años, muchos a decir verdad. Sé que es un hombre muy cuadrado, pero te aseguro que es un buen hombre, solo algo escurridizo. Hablaré con él y te prometo que encontraremos una salida, pero no podemos anunciar que no eres pareja.

—Claro que pueden —insistió la joven y ella negó.

—No, no podemos, resulta que firmaste un acuerdo y podrías meterte en un problema legal —dijo mientras Taly le observaba un tanto mortificada—. Puedo hablar con el presidente y que te dé una compensación.

—No quiero dinero —interrumpió la niñera.

—Yo sé que no, pero el presidente necesita un castigo para entender que lo que hizo está mal y solo puedes castigarlo de dos formas —anunció Morgan mientras tomaba aire y se mentalizaba para presentar su sugerencia—. Puedes pedirle dinero, el suficiente para que puedas vivir bien por mucho tiempo o bien, puedes demostrarle que eres deseable a otros hombres. Tal vez no esté enamorado de ti, pero te aseguro que los hombres son como simios, siempre peleando por ser el más fuerte.

—¿Hablas de celos? —inquirió y Morgan terminó sonriendo.

—Tú eres la novia del presidente, una nación entera te está siguiendo, millones de mujeres creen que eres su ejemplo, otras tantas te aborrecen y creen que eres una aprovechada —agregó Morgan y soltó una sonrisa—. Los hombres allá afuera deben estarse preguntando por qué una chica joven y hermosa se fijó en un casi cuarentón. Habrá quien crea que por amor, otros por dinero, ¿pero sabes qué tienen en común?




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