Después de clases, Sonic y el grupo se dirigieron a la parte trasera del instituto, un pequeño patio donde solían reunirse.
—¿Qué vamos a comer hoy? —preguntó Riku mientras sacaba su snack.
—Pizza, como siempre —respondió Kai con una sonrisa—. ¡No hay nada mejor después de un día largo!
Mientras planeaban la salida, un grito cortó el aire:
—¡Al ladrón! —una voz femenina provenía de la calle cercana al colegio.
Sonic y sus amigos miraron y vieron a dos ladrones intentando escapar con bolsas de compras de una tienda cercana. Sin pensarlo, todos reaccionaron:
Leo y Haru corrieron directamente para bloquear la salida.
Yuto y Akira idearon un plan rápido para acorralarlos.
Ren y Sora se movieron con agilidad para cerrar posibles rutas de escape.
Riku y Kaito ayudaron a organizar a los transeúntes y a distraer a los ladrones.
Kai se adelantó para llamar su atención.
Sonic no se quedó atrás. Respiró hondo, analizó la situación y corrió hacia uno de los ladrones, logrando atrapar su brazo y arrebatarle una de las bolsas.
—¡Suélteme! —gritó el ladrón, sorprendido.
—No tan rápido —dijo Sonic, firme—. Esto no termina aquí.
Con la coordinación del grupo y la ayuda de Sonic, los ladrones quedaron completamente acorralados en el callejón, hasta que llegó la policía.
Sonic, jadeando, miró al grupo y sonrió:
—Vaya… ¡esto sí que fue intenso!
Haru le dio una palmada en el hombro:
—Bien hecho, Sonic. Ahora sabes cómo trabajamos juntos. Esto es solo un ejemplo de nuestra fuerza como grupo.
El grupo se relajó, riendo y bromeando mientras retomaban su camino hacia la salida del instituto. Sonic, mientras caminaba, pensó:
“Esto no es solo un grupo de amigos… son algo más. Y lo que haga de noche será aún más… inesperado”.