El parque de diversiones estaba lleno de risas, luces y música. La noche de la muerte caminaba entre las atracciones, disfrutando de un merecido descanso tras su primera misión. Aunque nadie sabía quiénes eran realmente, el grupo se mezclaba entre los demás visitantes como cualquier estudiante común.
—¡Vamos a la carrera de karts! —dijo Kaito con entusiasmo—. ¡Quiero ver quién es el más rápido!
Sonic sonrió levemente y tomó un kart. Aunque su velocidad natural y reflejos eran superiores, se contuvo, asegurándose de no revelar su verdadero potencial. Aun así, logró mantenerse en los primeros lugares, guiando al grupo con estrategias simples que parecían casuales.
Mientras avanzaban por los juegos, se encontraron con Emili y su grupo.
—¡Sonic! —exclamó Emili—. ¿También van a la carrera de karts?
—Sí —respondió Sonic con una sonrisa—. ¿Listos para competir?
Los dos grupos se mezclaron en la competencia. Risitas y pequeñas bromas surgieron entre Sonic y Emili, mientras competían por ver quién llegaba primero. Aunque la carrera era amistosa, cada empujón al kart o adelantamiento generaba momentos de diversión y tensión ligera.
Después de los karts, pasaron a tiro al blanco y juegos de puntería. Sonic, con sus reflejos agudos, acertaba algunos objetivos con facilidad, pero de manera discreta, como si fuera pura suerte.
—¡Wow, Sonic! —dijo Haru—. ¡Eres increíble en esto!
—Nah, solo me salió bien —respondió él, sonriendo, sin revelar que sus habilidades reales eran mucho más que eso.
Entre risas y competencias amistosas, ambos grupos siguieron recorriendo el parque: montaña rusa, laberintos y juegos de habilidad. Sonic y Emili intercambiaban miradas y gestos discretos, mostrando una cercanía silenciosa sin que nadie más lo notara.
Para terminar, decidieron subir juntos a la rueda de la fortuna. Desde lo alto, el parque parecía un mundo tranquilo, lleno de luces y sonido, muy distinto a la tensión de la misión anterior.
—Es bonito desde aquí —dijo Emili, mirando las luces reflejadas en los ojos de Sonic.
—Sí… —respondió él, sintiendo que aquel momento era especial.
El grupo se reía, hablaba y disfrutaba del instante, mientras Sonic comprendía que, aunque las misiones y el peligro siempre estarían presentes, también había espacio para momentos normales, diversión y compañía, sin que nadie sospechara nada sobre La noche de la muerte.
El día terminó con risas y satisfacción. El parque había sido un respiro perfecto, y Sonic sabía que aunque el secreto debía mantenerse, estos pequeños momentos también fortalecían los lazos del grupo y, quizás, el inicio de algo más con Emili.