La noche de la muerte

Lo que sonic vio

Leo abrió los ojos de golpe.
Esta vez no hubo gritos, ni lluvia, ni vidrios rotos…
pero el vacío en el pecho seguía ahí.

Miró el reloj.

2:30 a.m.

—Otra vez… —susurró, cansado.

Se levantó sin hacer ruido para no despertar a Yuto, que dormía profundamente en la cama de al lado. Abrió la puerta con cuidado y salió al pasillo frío del Instituto.

Caminó hasta el patio, donde la oscuridad lo envolvía como un viejo enemigo.
El silencio era tan profundo que incluso su respiración sonaba demasiado fuerte.

Leo cerró los ojos, intentando calmarse.

Pero entonces escuchó pasos.

Su cuerpo reaccionó al instante, girando listo para defenderse.

—Tranquilo… soy yo.

Sonic salió de entre las sombras. Sus ojos, uno rojo y uno azul, brillaban como si pudieran ver más de lo que deberían.

Leo frunció el ceño.

—¿Qué haces despierto?

Sonic se aproximó despacio, sin amenazarlo.

—Te estaba buscando.

—¿Por qué? —preguntó Leo, cruzándose de brazos.

Sonic bajó la mirada un segundo, como si estuviera decidiendo si hablar o callar.

—Porque… —respiró hondo— sé lo que pasó ese día.

Leo sintió que el corazón se detenía.

—¿Qué dijiste?

Sonic lo miró directo, sin miedo.

—Lo vi todo. Yo estaba ahí, en la carretera… con mi papá.
Vimos el accidente.

Leo dio un paso atrás, como si el mundo se inclinara bajo sus pies.

—Tú… ¿viste? ¿Desde el principio?

—Sí —respondió Sonic con voz firme—. Recuerdo el destello, el derrape… y tu abuelo cubriéndote con el brazo. Mi papá quiso bajar a ayudar, pero cuando nos acercamos, ya te estaban atendiendo.

Leo apretó los puños. Era demasiado. Demasiado rápido. Demasiado real.

—¿Por qué nunca dijiste nada? —preguntó, casi con rabia.

Sonic dio un pequeño suspiro.

—Porque… pensé que no era mi historia.
Y porque tú… nunca parecías querer hablar del tema.

Leo sintió un nudo en la garganta. No estaba listo. No todavía.

Sonic, al verlo, dio un paso más cerca.

—No te preocupes —dijo con calma—. No le diré a nadie.
No si tú no quieres.

El viento sopló, moviendo el cabello blanco de Sonic. Leo lo miró en silencio, sorprendido por esa lealtad inesperada.

—¿Por qué me dices esto ahora? —preguntó.

Sonic se encogió de hombros ligeramente.

—Porque no me gusta verte cargando solo con algo que no fue tu culpa.
Y porque… somos un equipo, Leo.
Incluso cuando no lo parezca.

Leo cerró los ojos.
Por primera vez en años, no se sintió completamente solo.

—Gracias —murmuró, casi inaudible.

Sonic sonrió suavemente.

—Cuando quieras hablar… aquí estoy.

Leo asintió.

Y sin saberlo, esa noche fue el inicio de una alianza mucho más fuerte de lo que cualquiera de ellos imaginaba.




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